jueves, 10 de septiembre de 2015

Fiestas Patrias, los patriotas de Punta peuco y la cueca de la Presidenta.

Septiembre debe ser el mes en que más sufren mis oídos. Es un mes hermoso, el clima mejora, las personas que nacen en este mes, son maravillosas, generalmente amigos entrañables y amores infinitos. Los pajaritos cantan, sopla el viento sobre el mar, puedes arrojarte descalzo en la arena, caminar a recibir el viento con los brazos extendidos mientras el océano pacífico te besa los pies rugiendo de alegría, y los chicos corren por los prados tratando de encumbrar sus volantines. Sin embargo, existe un “pero”, ese algo que logra estropear un mes que debiera ser perfecto. Es ese sonido del tikitikiti, los silbidos irregulares y agudos, el zapateo sin asunto, el pandero y el sonido uniforme y repetitivo hasta el cansancio del denominado baile nacional, la cueca, que me torna aun más misántropo de lo que ya soy, y me siento como el Agente Smith enclaustrado en la matrix, desesperado interrogando a Morpheus. Detesto la cueca, lo siento, pero es así. La encuentro grotesca, tosca, pretenciosa y hasta un poco estúpida. Es un baile incómodo, es como observar el cortejo del gallo a la gallina, con la presencia de un gallo bastante inepto que en todo el baile no logra jamás pisar a la gallina. Además, en una tierra de poetas y cepas majestuosas, la puerilidad de la lirica de esas cuecas zapateadas, revela una pobreza interior tan potente que no puedo sino más que esperar que corran rápidos los días de algarabía y alcoholismo colectivo a la espera de la Gran Parada Nacional, que es sinónimo de una Gran Resaca Nacional. (Sé que hay gente que espera la parada militar y se ponen frente al televisor en silencio, y hasta la graban en video, algo realmente freak.) Seguramente los cultores de la llamada “Cueca Brava”, dirán que soy un pendejo que no tiene idea de lo que habla. Seguramente tendrán razón. Ni siquiera se bailar la cueca: para mi tiene mucho de trauma. Todos los años en las clases de educación física me martirizaban con el bailecito patrio arrancando carcajadas entre mis congéneres con mis torpes pasos de gallito de la pasión. Para colmo, tuve una novia que era huasa, y para no desentonar me enseñaba todos los años a bailar cueca, esta vez, para hilaridad de su propia familia. Así que ya ven, seguro hablo desde la herida con esto de la cueca, especialmente cuando digo que la “Cueca Brava”, me parece un intento tan candido como calentón, por hacer parecer a la cueca normal, algo que no es, un baile sensual, que si lo fuera, no habría necesidad de inventarle un apellido, ni poner cara de strip dancer al bailarla entre excesos de vino y revoltijos semi acompasados de cuerpo. Pero ojo que es una opinión de alguien que no baila ni la Macarena. Chileno y no baila cueca, sí, ese soy yo. No soy patriota. No creo en la patria, creo que el concepto ha servido para terminar antes de tiempo con muchas vidas valiosas y entregar muchas ganancias y ventajas a la clase dominante de los países. Una estrategia muy efectiva (pese a lo absurdo de su concepto) , para enviar al resto a morir en las trincheras de guerras colonialistas o independentistas, según el caso, o derechamente en invasiones para recuperar minas de salitre u otros minerales, asesinar a hermanos suramericanos igualmente arrojados a morir por sus élites, patriotas soldados convencidos de que salvarán al país de algún cáncer marxista, extraterrestres come guaguas, o cuanta idea se les ocurra a los dominadores para mandar a otros a poner el pecho a las balas, o recibir el castigo, que como rehenes o condenados, todos terminarán pagando, en nombre de la patria. Fíjense que hoy todos ponen el grito en el cielo, porque el reaccionario latifundista y diputado Urrutia, un gallo que se autodefine como un tipo que camina derechito y que no se anda con noblezas, ha dicho algo que no es nada nuevo, que piensa que “los verdaderos patriotas están en Punta Peuco”, la cárcel especialmente diseñada para acoger a los militares condenados por crímenes de lesa humanidad durante la dictadura de Pinochet. Obviamente ha sacado ronchas con su declaración, que no hace más que exteriorizar el sentimiento más básico de aquellos, que hasta el día de hoy, creen que haber bombardeado La Moneda, derrocado a un gobierno democrático, asesinado y torturado a miles de compatriotas, fue el precio a pagar por salvar a la patria, el precio a pagar por la libertad antes que el advenimiento de la esclavitud comunista, que también imponía regímenes brutales, ese “eran ellos o nosotros”, donde finalmente ese precio, el precio de tener esta sociedad tan relinda, tan libre y tan robusta de la que tanto se enorgullecen los super economistas liberales, los únicos que finalmente lo están pagando realmente, son los verdaderos patriotas, los que actuaron influidos bajo el convencimiento de que actuaban en nombre de la patria. Así la premisa es absolutamente cierta, esos patriotas son los únicos que están efectivamente en Punta Peuco (no todos, que faltan muchos patriotas más que aun no asoman la nariz por los tribunales). Sin embargo, más allá del tufillo a reconocimiento moral, por los servicios prestados, y denuncia de pago de Chile, el diputado Urrutia, con la sabiduría tan propia, tan criolla, tan del hacendado patrón de Fundo, deja en claro otra realidad: que efectivamente, sólo los que se comieron el cuento de salvar a la patria, están en Punta Peuco. Los que no apretaron el gatillo, los que le sobaron el lomo a los generales, los que fueron a arrojar maíz en las afueras de la Escuela Militar, los que crearon el clima de destrucción y de odio, y lo que es peor, los que se beneficiaron del trabajo sucio de los ahora denominados “patriotas de Punta Peuco”, gozan de total impunidad, riqueza y libertad. Ellos se han repartido con total tranquilidad, y en complaciente amaño, el país completo, con sus antiguos adversarios “marxistas”, hoy Concertación, Nueva Mayoría o como quieran denominarse. Privatizaron empresas, sueldos de trabajadores y recursos nacionales, y más tarde se las arreglaron para mantener el estado de cosas de forma tan conveniente a sus intereses que los mantienen así hasta el día de hoy, en total beneficio de una élite, política y empresarial que ha trabajado en connivencia de su propio beneficio, que es un hecho del cual la ciudadanía (incluyendo a la Señora Juanita de Ricardo Lagos), finalmente se ha percatado, y con total disgusto y asco, ocasionando la actual crisis de la clase política o crisis de las élites, como se le ha denominado. Esta crisis, como toda crisis, suponía una posibilidad de crecimiento, de reformulación de todo lo que estaba mal. Pero no, no lo aceptaron. La gula ha sido superior. Así es que aprovechando la gula superior, del hijo inferior de la Presidenta, le dieron una estocada mortal al impulso reformista comprometido por la Nueva Mayoría con sus electores que les entregaron suficientes escaños en el Congreso para legislar todo lo que quisieran. Pero claro, eso era antes de que el miedo se apoderara de la Presidenta hasta inmovilizarla por completo, tratando de asirse a algo, a sus asesores porros, al vino han llegado a decir en los medios, porque es tal el nivel de desconcierto y desprestigio de la élite, que ya algunos quieren pintarnos a una Bachelet firmando decretos y regalando bonos al son de la Sonora Palacios y un Terremoto bien cargado, de esos que no le gusta recordar. Ahora, para colmo de males, le toca bailar la cueca presidencial de Fiestas Patrias. Por protocolo correspondería que baile con el máximo pastel republicano desde el regreso a la democracia, que es su propio hijo, pero ello resulta impensable. Yo, así como no sé nada de cueca no sé nada de protocolo, pero me atrevo con algún consejo frente a este verdadero misterio de la farándula folclórica nacional. ¿Saben qué es lo que yo creo que sería algo bueno? Que no se salte el protocolo y que baile la cueca, y que la baile con una mujer, como un signo de empoderamiento femenino, sin renuncia, como un símbolo de integración sexual, sin renuncia. Como un símbolo de que no está abatida, que es capaz de los actos más controvertidos, que los debe dar ella, no sus asesores. Como un símbolo, que nos refresque a todos en la memoria a esas mujeres que quedaron viudas cuando les mataron a su familia en este mes de septiembre, tan patrio y multicolor, es más, quiero que baile con la mujer quemada Carmen Gloria Quintana, para que todos los colaboracionistas de las élites del poder vean el rostro del dolor que dejaron tras de sí, utilizando a otros, en nombre de la patria. Sería fuerte. Sería potente. Sería un verdadero símbolo de que no existen renuncias, cuando verdaderamente existen convicciones.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Un Exorcismo Mormón

Unos días antes yo había cumplido los doce años de edad. Cuando cumples los doce, los mormones ya te ordenan como sacerdote. Se trata de una ceremonia sencilla en que, vía imposición de manos sentado en una silla, tres sacerdotes mayores, incluido mi padre, me entregaron bendiciones, al tiempo que me ordenaron como poseedor del Sacerdocio Aarónico. Aquello implicaba la entrega de las llaves del ministerio de los ángeles. Una gran responsabilidad porque yo que siempre perdía las llaves de la casa, me imaginaba a los ángeles con cara de fastidio esperando al cerrajero para entrar al paraíso. Los maestros te enseñaban, en la preparación para recibir el sacerdocio, que el Sacerdocio Aarónico está bajo la dirección del sacerdocio mayor, el Sacerdocio de Melquisedec. El Sacerdocio Aarónico toma su nombre por el hermano de Moisés, Aarón que descendía de los sacerdotes y los sumos sacerdotes antiguos de Israel. En tiempos antiguos solo los de la tribu o del linaje de Leví podían recibir este sacerdocio. Por ésta razón también era conocido como Sacerdocio Levítico en las escrituras. Al venir Jesucristo a la tierra las leyes del la iglesia cambiaron y se cumplieron, y se estableció una nueva ley. En ésta ley las restricciones del sacerdocio se abolieron y un hombre digno de cualquier tribu podría recibir el sacerdocio. Esto implicaba también algunas responsabilidades, pero la más importante de todas, o al menos la que más me gustaba a mí, era acompañar a los misioneros, los popularmente conocidos como "élderes". Esos jóvenes norteamericanos de entre 18 y 21 años, siempre amables y optimistas, que cuando te daban la mano, en el mismo apretón, chasqueaban los dedos en señal de "hey buddy! you´re my pal", que parecía un código de compañerismo muy agradable cuando eres un inocente niño latinoamericano. No eran años de abundancia de pedófilos, de manera que los padres no desconfiaban en su presencia, y en realidad los mormones nunca tuvieron fama de degenerados, así que relájese en su asiento, que esta historia no termina en ninguna asquerosa tragedia de abusos sexuales a menores. Existía confianza con las familias y el lazo con los jóvenes élderes se mantenía, en algunos casos por décadas. Aún cuando estos ya habían terminado su misión, continuaban enviándose cartas, postales y regalos que llegaban a través de correos. En algunos casos, ex élderes regresaban desde gringolandia para casarse con alguna hija de un miembro de la iglesia, a quien llevaban a vivir a Utah, lo que podía parecer un cuento de princesas, y justa recompensa por una vida aparentemente virtuosa y casta en medio de la Babilonia Suramericana. A mi me caían bien, los élderes gringos, siempre traían alguna novedad, una canción o una excusa para que los invitaran a comer algo. Eran como los valientes y divertidos soldados gringos de las películas de Vietnam, claro que sin napalm. También habían misioneras, eran simpáticas, atentas y hermosas como angelitos rubios con largas faldas. Ellas no volvían por ningún aborigen que yo recuerde, aunque mi amigo Gaspar Huaiquifil, que era efectivamente indígena, soñaba desde su pubertad con que una gringuita se enamorara de él y se lo llevara a estudiar a la Universidad de Brigham Young. Ese deseo, al menos lo motivó a acercarse a las misioneras que sabían tocar el piano y aprender a tocar el instrumento. Siempre terminaba enamorado de su profesora de piano, y quedaba con su corazoncito mapuche destruido cuando llegaba el recambio de gringas y trasladaban al objeto de su afecto a otra ciudad. El creía que eso pasaba porque era mapuche y los gringos no aceptarían más indios en su país, que bastante trabajo le había costado a Jhon Wayne eliminar a los pieles rojas en las películas de vaqueros, como para andar importando indios del sur del Bio Bio. Yo lo consolaba diciendo que podía hacer pasar su apellido Huaiquifil por algo más anglo, como "Wakefeel", y así nadie se lo imaginaría como el hermano de Toro Sentado. Es más, hasta sonaba bien: les presento al “Elder Wakefeel”. A su madre, por supuesto que no le hizo gracia la idea cuando la discutimos tomando onces. No por la anglosajonización de su aborigen origen, sino más bien, porque como madre soltera que era, sufría pensando en que alguna gringa pudiese llevarse a su unigénito pianista a Utah, donde corría el riesgo de convertirse en polígamo y entre tanta mujer, se olvidara finalmente de su vieja madre. Mientras mi amigo Gaspar Wakefeel soñaba con tocar el piano junto a una linda familia gringa en Salt Lake City, yo era más práctico. Yo sólo quería conseguir historietas de Batman, pues en el país cada vez costaba más encontrar las ediciones mexicanas con los alter ego de Bruno Díaz y Ricardo Tapia. Decían que era culpa de Pinochet, que el viejo genocida no quería que lo relacionaran con los norteamericanos, teoría que hasta el día de hoy no me hace mucho sentido, aunque a veces la gente trata de ocultar las cosas más insignificantes, y pasa por alto el estruendo de sus abiertas renuncias, como ocurría con nuestra vecina que repartía moralinas contra los homosexuales y sin embargo su marido era manifiestamente gay. Historias vecinales aparte, para mi fortuna, tras mi ascenso sacerdotal, me asignaron como compañero de media jornada del elder James Biser. El “élder” Jim, como me autorizó que lo llamara, era un divertido flaco de veinte años, largo y rubio, con cara de pájaro loco, que como anuncié, para mi fortuna, era un asiduo coleccionista de cómics. Cuando fue a mi casa a buscarme para la ronda misional, se dio cuenta de que tenía algunas historietas junto al "Libro del Buen Mormón", y tras observarlas, al gringo de inmediato se le iluminó el rostro. - oh hermano Púrpura, te gustan los comic books de Batman!!- me dijo con la alegría de un gringo que afortunadamente se encuentra, como caído del cielo con un tema en común para conversar con el chico de doce años al que debe entretener por varias horas al día. ¿Se han dado cuenta que, en general, cuando los gringos están fuera de su país, mantienen ese extraño optimismo donde todo les parece novedoso y perfecto? Si es que llegan a un Hostel y ven un camarote en la habitación dicen "estupendo, tienen camarotes, i like it", o si les ofreces un pan con palta ellos dicen "Wow!! pan con palta, so fine, I love it!!" - Sí - le respondí yo- sin verdadero interés, puesto que muchas veces los élderes que llegaban a nuestra casa se hacían los simpáticos con la misma expresión, sin nada nuevo que aportar, o peor aún, decían que les gustaba más Superman, lo que para mí era una cuestión imperdonable. - Es mi héroe favorito de la DC cómics - me dijo Jim, y ahí entonces comprendí que estaba en presencia de alguien que sabía de lo que estaba hablando. La distinción utilizada al decir "mi favorito de la DC cómics", presagiaba que el sujeto tenía plena conciencia de que existían dos editoriales que no compartían el mismo universo de personajes, que por un lado estaba la Marvel, y por otra la DC Cómics. Jim sabía que el hombre araña era de Marvel, vivía en Nueva York, trabajaba en el Daily Bugle, mientras que Superman vivía en Metrópolis, trabajaba en el Daily Planet, y que ambos, a menos que fuera por un Crossover entre las editoriales, nunca compartían viñetas. Yo no sabía eso de los Crossovers aun. El gringo me lo explicó y me dijo que existían historietas de Hulk contra Superman, o de Batman y el Hombre Araña, algo que me dejaba en verdadero estupor pues no lo sabía. En suma, nos llevamos la mar de bien. Además le gustaba escuchar Guns and Roses, Poyson y Skid Row, que eran las bandas que más me gustaban en esos momentos. Claro que de eso último, me pidió no contárselo a nadie pues les estaba prohibido escuchar cualquier música que no fuera “edificante” mientras estaban misionando. Eso sí, que por mucho que insistí en que me explicara que significaba “unskinny bop”, sólo se sonrojó y no me dio mayores explicaciones. El compañero de Jim, era el élder Masbernat, un sano producto nacional que había terminado contagiado del buen humor gringo y estaba tan mimetizado, que hasta su español ya sonaba como el de un gringo tratando de hablar español, una cosa no tan extraña dada la falta de identidad nacional tan propia y floclórica de los chilenos que ni bien cruzamos la cordillera ya empezamos a hablar en “che”. Masbernat se fue a recorrer las calles y a golpear las puertas con el futuro “elder Wakefeel”, y yo me fui junto a “Elder Jim”, hablando de la muerte de Robin. Yo sabía que el Guasón había matado a Robin gracias a unas historietas portuguesas que había cambiado por un video VHS de los Guns Live in Tokio, al hijo de un retornado político que fuera exiliado a Brasil por Pinochet y les habían permitido el reingreso. Gracias al golpe militar, y la imperiosa necesidad de leer las historietas, es que aprendí a leer portugués, mientras “O Coringa” asesinaba a Jason Todd con un gancho de metal y dejaba paralítica a batichica tras abusar de ella en “A piada Mortal” de Alan Moore y Brian Bolland. Mientras ascendíamos rumbo a las poblaciones para entregar la palabra de Yahvé, y las revelaciones modernas del Libro del buen Mormón, élder Jim me explicaba cómo se había fraguado la muerte de Robin. “Fue una decisión democrática”, me dijo, los lectores a través de una votación telefónica debían decidir si salvarlo o que finalmente muriera en la explosión, y los fans optaron por la muerte. Yo escuchaba atento y pensaba en qué habría votado yo, después de todo Jason Todd me parecía mejor Robin que Dick Grayson, tenía más furia, era mucho menos afeminado y simpatiquillo, es más Todd había sido un chico problema que Batman descubrió tratando de robarle las ruedas al batimóvil, pues había quedado huérfano por el abandono de su madre y porque a su padre se lo había cargado Dos Caras. Tenía motivos para actuar de manera irascible y violenta. Pero bueno, a los gringos no les gustaba ese Robin, ni aun cuando en un último acto de valentía, casi moribundo, se levantara para rescatar a su madre biológica que era quien lo traicionó y entregó al Guasón. Definitivamente yo habría votado por salvarlo. Le pregunté a “élder Jim” cómo había votado él. “Voté por matarlo, a pesar de que la historia era muy triste, por eso de la traición de su madre, pero quería ver si eran capaces de matar a Robin, y bueno, ellos lo hicieron”. Me respondió con un vergonzoso reconocimiento de su morbo. - Cuando sea adulto me gustaría trabajar en DC cómics – dije yo. - ¿Dibujante o guionista?- me preguntó James con verdadera atención. - Ambos, aunque más guionista que dibujante- respondí, aun con dudas sobre mi respuesta. - Pues bien, si tú eres el guionista, yo seré el dibujante – me dijo, y sacó una pequeña libreta de papel y un lápiz en la que rápidamente dibujó una especie de “cartoon” de mi persona, en la que aparecía sonriente con mis caninos destacados, cargando una mochila y el Libro del buen Mormón en la mano, con la leyenda: “las aventuras del Elder Púrpura”. Este sería un buen cómic me dijo cuando me lo entregó. Sí, “elder Jim” era dibujante y caricaturista. Tenía un trazo limpio y rápido. Guardé la caricatura en el capitulo tres de Nefi del libro religioso. Seguimos nuestro ascenso a las poblaciones y me contó que Jim Starlin, el guionista de “Una muerte en la Familia”, la historia donde mataron a Robin, no era la primera vez que mataba a un superhéroe. Ya en la editorial Marvel se había anotado antes otro tanto pues se había encargado de matar a Capitán Marvel de cáncer. “Otra gran historia, Marvel siempre ha estado más avanzada en cuanto a buenas historias, siempre es más moderna que DC Cómics”. A mí eso me daba igual, los personajes de la DC eran mis favoritos, con la excepción de Spider Man, que era mi favorito también pese a que era de Marvel. El sol ya podía sentirse más fuerte golpeando nuestros rostros, y la subida por los cerros nos traía secos. Elder Jim ingresó a una botillería en busca de algo para beber e hidratarnos. Al ingresar saludó a todo el mundo con su optimismo habitual y unos sujetos que bebían cerveza se acercaron con expresión jocosa; “oye élder, tomate una heladita con nosotros que hace mucho calor, venga que invitamos nosotros”, y se reían como unos piratas ebrios de un mar muy rancio. Sin ocasionar problemas de ningún tipo, “élder James” les agradeció la invitación, les entregó un folleto sobre “La palabra de Sabíduría y el cuerpo humano como templo de Dios”, en que se relataban los males del consumo de alcohol, café, té, tábaco, y su debida exhortación a que poca carne comerás, excepto en días de frío y hambre extremas, que sin dudas debió causar la hilaridad de los borrachines. Tras ello, pagó nuestras dos aguas minerales y se retiró despidiéndose cortésmente del conjunto de ebrios de mediodía para continuar con nuestro ascenso por las poblaciones. En este país generalmente las ciudades se dividen por mitades e hitos que separan a los dos polos de ciudadanos. Así como Santiago se divide entre “de Plaza Italia para arriba y de Plaza Italia hacia abajo”, para referirse a la división entre ricos y pobres, decentes y mutantes, sirvientes y servidos, humildes asumidos y aspiracionales que se aferran a una realeza inexistente. Lo mismo ocurría en Atacama, pero la divisoria la formaba la línea férrea; “de la línea del tren hacia arriba”, los más pobres y sus delincuentes; “de la línea del tren hacia abajo”, la gente normal, que de ricos no había muchos más que algunos comerciantes inmigrantes europeos o productores de pisco y uva de exportación, pero nada muy aristocrático. Cuando llegamos a una de las poblaciones que tenía agendadas élder Jim, partimos por visitar a miembros de la iglesia “inactivos” o “muy poco activos”, muchos de los cuales nos recibieron muy contentos en algunos casos, y en otros con cara de fastidio. Almorzamos en la casa de una familia muy pobre y numerosa: cuatro hijos, padres y abuela, lo que no fue impedimento para compartir con nosotros una sopa de pollo con verduras, bien aguada. Me pidieron bendecir los escuálidos alimentos, lo que hice sonrojado porque la hija mayor, una lida pelirroja que era de mi edad, me miraba con curiosidad, como quien no termina de creer que existieran elderes en formato bonsai. Tras el almuerzo, élder Jim se despidió de todos, con su mano dando chasquidos de pulgar, y empezamos la jornada de la tarde que consistía en reclutar nuevos miembros a través del puerta a puerta. Todo está muy bien planificado, desde el primer saludo hasta su vestimenta. Se les recomienda que sean limpios y ordenados: “Mantenga su ropa limpia y remendada. No use ropa que es casual, arrugada o descuidada. Báñese, aféitese y lávese los dientes todos los días. Mantenga siempre un peinado conservador, su pelo relativamente corto y en forma pareja cónica en la parte superior, la espalda y los lados. Peinados inaceptables incluyen mohawks, salmonetes y estilos que son puntiagudas, sucios, o con permanente. El vestuario de la misión consistirá en trajes de estilo de negocios, camisas de vestir blancas, corbatas, pantalones, zapatos, calcetines y cinturones. Usted no está obligado a usar un traje durante las actividades proselitistas diarias regulares. En estas ocasiones, llevar una camisa blanca, corbata, zapatos de vestir durables y cómodos, y pantalones de vestir profesionales. Lleve trajes de estilo de negocios en colores conservadores. Si usted usa trajes de color más claro, elija tonos de gris o marrón. Trajes con telas a rayas o patrones deben ser simples y sutiles en el diseño. No lleve chaquetas deportivas o trajes de estilo delgado. Las camisas deben ser blancas de vestir de estilo conservador. Las corbatas deben ser simples en color y diseño. Los zapatos deben ser cómodos, resistentes, transpirables y pulibles para que estén siempre limpios. No use zapatos o calzado casual o de moda hechos de gamuza, tela u otros materiales blandos. No use botas de vaquero o botas de montaña. Los accesorios deben ser simples y conservadoras, no deben llamar la atención. Usted puede usar un anillo simple y un reloj barato, de estilo conservador. Los cinturones deben ser simples y deben coincidir con el color de sus zapatos. No lleve grandes hebillas de cinturón o hebillas con logotipos o caricaturas”. El discurso de entrada debe ser potente: “Hola, somos los misioneros, y nuestro hermano mayor nos pidió que lo visitáramos hoy para hablar de algunas cosas que le harán bien a su vida. Sabe usted que Jesucristo nos ha enviado “hoy aquí”, porque tiene preparada grandes bendiciones para usted y su familia?” De diez puertas, sólo una nos escuchaba y nos invitaba a pasar. Las respuestas eran de lo más variadas, desde “soy católica apostólica y romana”, “dios?, quién es dios, muéstrame a dios”, hasta un sincero “sorry amigo, otro día, estoy con la mansa caña”. “Oh, oh, the hangover, comperendou”- decía un indulgente Jim. Cuando estábamos por terminar nuestra jornada, una mujer nos dejó entrar a la casa. Dado que estaba sola, James insistió en conversar en la entrada hasta que llegara alguien más, pero ella insistió en hacernos pasar, pues nadie llegaría. Era una mujer sola, aseveró. Pese a su complicación inicial, élder Jim me hizo un gesto para ingresar. Algo en mí me decía que no era una buena idea. Había algo en el olor que había en esa casa y en la mirada torva de la mujer que me erizaba los pelos de la nuca. Era una casa pequeña de esas que se adquieren con el subsidio estatal, de dos pisos, angosta y pareada. A diferencia de las casas vecinas, se encontraba en muy mal estado de conservación, sin rejas ni el humilde y digno jardín que el resto de los vecinos se preocupaba de colocar en sus moradas. El interior olía a cocimiento de algún guiso grasiento, era oscuro y húmedo, muy frío. Se notaba desprolijidad, una pequeña mesa para cuatro personas, con una bolsa con mendrugos de pan añejo, un sillón con ropa interior desparramada y un refrigerador con un gato esmirriado durmiendo encima, por toda decoración. - Oh un gato!! Genial!!.- Dijo élder James optimista.- A usted le gustan los animales hermana…? Preguntó para conocer su nombre, pero la mujer no pareció comprender que se le preguntaba su nombre y sólo respondió que el gato le pertenecía a su marido y que él ya no estaba con nosotros y todo lo que le había dejado era ese gato. - Yo soy élder Biser y me acompaña el hermano púrpura, El hermano púrpura está preparando su misión y queremos compartir con usted un poco del evangelio de la Iglesia Restaurada de nuestro hermano mayor Jesucristo. Cuál es su nombre, hermana? - Este “cabrito” sería como un monaguillo? - ¿cabrito? ¿Por qué cabrito?-preguntó extrañado Biser. - Así se le dice a los mocosos aquí, cabrito. Cabro chico. - Ah sí, entonces sí, el sería como un ayudante mío- contestó élder Jim sin comprender muy bien lo que ella quería comparar. Sin revelarnos su nombre la mujer, se dispuso a escucharnos. Yo pregunté por el baño y la mujer me indicó que al fondo a mano derecha, como siempre. Atravesé el breve pasillo e ingresé al baño. Estaba inmundo, con toallas y ropas mojadas acumuladas en la ducha, productos de aseo repartidos por el piso, un jabón Lesancy en el lavamanos, una pasta de dientes pepsodent estrujada al máximo y dos cepillos de dientes con las cerdas muy gastadas. Oriné rápidamente evitando observar el feo sarro acumulado en la taza del water, y salí de vuelta. Cuando volví a atravesar el pasillo, vi de regreso que la cocina tenía la puerta abierta, y en el fuego la mujer tenía hirviendo una marmita grande de aluminio, de esas más largas que anchas que suelen usarse para grandes campamentos. Olía horrendo, de ahí el ambiente asqueroso de la casa. ¿Qué podía estar cocinando una mujer sola en una olla tan grande? Por el olor parecía comida para perros, aunque sólo había un gato flaco y deprimido, pero quien sabe, quizás era de esas mujeres que les gustaba alimentar perros vagos en la calle antes que limpiar su casa. James se encontraba fastidiado, pero se esforzaba por ocultarlo entre sonrisas y chistes gringos, pero se notaba que quería salir rápido de allí, de modo que pasó, saltándose la oración inicial, para contar rápidamente la teoría del evangelio restaurado por el profeta Jhon Smith en busca de la iglesia verdadera, la aparición de dios padre y dios hijo más brillantes que el sol, la entrega de las planchas de oro con el evangelio restaurado y la historia precolombina de los primeros creyentes. Finalizó su alocución planteando que para saber si todo eso que había dicho era cierto, había que seguir la exhortación del profeta Moroni, a fin de que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo. Finalizó “élder Jim”: - Bueno hermana, le dejamos el Libro del Buen Mormón para que lo lea y reflexione y nosotros ya nos vamos, por lo que la invitamos a hacer una oración final a nuestro Padre Celestial. - Espera un momento gringuito y déjame ver si entendí bien todo lo que me contaste.- nos sorprendió la mujer, evitando la despedida, con una voz aguardentosa y extraña. Entonces comenzó a blasfemar y a poner en entredicho todas las enseñanzas de Yahvé: “Yo creo que todos son patrañas de ese que se decía vuestro profeta para dedicarse a la poligamia y darle por el culo a todas sus benditas esposas. ¿Existe alguna evidencia histórica de este nuevo evangelio? No!! Ninguna y no me vengan con la tontería de la fe. Insisto, no existe ninguna evidencia arqueológica que valide la información hecha en el Libro de Mormón de que existían Nefitas en el Nuevo Mundo, la existencia de los Israelitas en Tierra Santa, en cambio, ha sido verificada por una enorme cantidad de evidencia. La más antigua evidencia arqueológica con referencia al pueblo de Israel” es una “estela” del gobernante egipcio Merneptah, que data de alrededor del año 1220 A.C. Se han descubierto muchas inscripciones antiguas que mencionan a los Israelitas y algunas inscripciones llegan hasta a dar los nombres de reyes o de otros personajes mencionados en la Biblia. El Nuevo Testamento menciona varios gobernantes que se sabe vivían en el tiempo de Jesucristo. El hecho de que los Judíos vivían en Palestina durante los tiempos Bíblicos ha sido probado por cientos de antiguas inscripciones Hebreas. Porciones de todos los libros del Antiguo Testamento, con excepción del Libro de Ester, también han sido halladas en los manuscritos conocidos como los Rollos del Mar Muerto. Sin embargo, por contraste, en el caso del Libro de Mormón no podemos encontrar, en lo absoluto, evidencia alguna de que los Nefitos o como sea que los llamen, existieron en realidad alguna vez”. Elder Jim se sintió afectado, ante tamaña e inesperada argumentación proveniente de una mujer sencilla de población. Se sintió empequeñecido y no quería pasar zozobras frente a su pequeño compañero de fe. - Es que esto no tiene un contexto histórico, es precisamente una cuestión de fe, como Cristo decía, el que crea en mi vivirá, y eso lo dice la Biblia, ni siquiera lo dice el Libro del Buen Mormón. - Patrañas ¡! Patrañas!!!.- gritó la mujer y se arrojó con furia asesina a agarrar del cuello a élder Jim, quien sintió las manotas de la mujer presionando su tráquea, mientras seguía gritando: “Podéis contar lo que queráis. Las obras de la luz no tienen miedo de la luz, las obras de las tinieblas buscan las tinieblas”. Luego, como si nada, la mujer lo soltó y regresó tranquila a su asiento y comenzó a gemir y llorar. James aun estaba sobándose el cuello, atónito y no comprendía lo que estaba ocurriendo, pero presiente algo extraño, algo malévolo que está afectando a la mujer. - Quién eres?- le preguntó con autoridad el gringo. - Soy Zabulón, y ustedes son los que no debieran estar acá- continuó ella. - Sal de ese cuerpo de inmediato – le ordenó élder James, y entonces me percato que estoy presenciando un combate épico entre el bien y el mal, un demonio enfrentado a un sacerdote, como en el Armagedón. -¡No! - responde la voz de ultratumba que sale del cuerpo de la mujer. No es la voz de ella, es una voz ronca, fuerte y cargada de odio. Hay odio en todas las respuestas de Zabulón. Hasta un simple sí o un no, se pronuncia envuelto en odio. Te eriza los pelos. -"Por mi poder sacerdotal, te ordeno Zabulón, que salgas de esa mujer", prosigue elder James. Esto no es como en la película del exorcista con “Vade Retro Satanás” ni palabras en latín, crucifijos o agua bendita, todo es un encuentro entre dos seres que quieren imponer su voluntad sobre el otro. -¡Aggghh! -responde Zabulón, en medio de espasmos, convulsiones y gritos. La mujer se retuerce y cae al suelo. Desde su posición yacente, rebota con una elasticidad extraña. El élder, que oficia ahora de exorcista, ordena a Zabulón, una y otra vez, que abandone ese cuerpo, pero el demonio se resiste. Para presionar al demonio, le recordaba a Zabulón que estaba haciendo mucho bien, porque, a través de él, muchos creerían en la real existencia de Satanás, y el gran triunfo de su patrón Lucifer era precisamente ese, haber hecho que los hombres se olvidaran de su existencia. - En nombre de nuestro hermano mayor, Jesucristo, te lo ordeno, deja a esa mujer -insistía el élder. -¡No quiero! -respondía Zabulón, entre espasmos, gritos y convulsiones del cuerpo de Marta – Jesucristo maldito traidor, traicionaste a tu hermano. No le temo a tu Jesucristo -Sabes que lo tendrás que hacer tarde o temprano. Te lo ordeno: ¡sal! -Noggghhh! -respondía Zabulón. -Muy bien, tú lo has querido –respondió el gringo - voy a imponerte las manos, las manos de un sacerdote, you fucking demon!!! – amenazó con firmeza élder James que trataba de dominar su miedo. -¡Aggg! -Zabulón se retuerce ante la idea de ser tocado en oración. El cuerpo de la mujer retrocede hacia un rincón mientras el élder avanza invocando al padre celestial y al hermano mayor Jesucristo. Durante todo el tiempo, sólo en una ocasión la mujer giró un poco el cuello como la exorcizada de la película en versión tercermundista, y nos miró de reojo, con sus ojos en blanco. Agradezco que no nos mirara de frente. Parecía como si hubiera una barrera entre ella y nosotros. Era una barrera muy fina, invisible y frágil, pero yo temía que se pudiera romper en cualquier momento. De pronto, cuando “élder James”, alcanzó una posición más cómoda y logró imponerle manos, ella comenzó a meterse los dedos por los orificios de la nariz y apretarse un ojo, como intentando reventárselo, en una compulsión autoflagelante. -He dicho que no te atrevas a hacer nada a esta criatura de Dios, en el nombre del arcángel San Gabriel, sal del cuerpo de esta mujer Zabulón. - escribiré mi confesión a los hombres!! – gritó la mujer – traedme lápiz y papel!! Elder James se quedó estupefacto pero luego sacó su lapicera y su cuadernillo en el que dibujaba y anotaba direcciones para entregárselo a la poseída. Yo sólo alcancé a escuchar las preguntas que Biser le hacía, pues Zabulón se quedó callado y sólo escribía las respuestas: - ¿qué estás ocultando?; y la mujer se agachaba y escribía en el papel, lanzando pequeñas risitas demoniacas; - ¿por qué te resistes Zabulón?; -¿Qué refuerzos, quién ha venido? –preguntaba élder James; ¿qué hiciste?; ¿dónde está?!!! Entonces elder Biser se giró para buscarme asustado, y desesperado me gritó: “No te acerques a la cocina, no abras la Olla!!!” Ya era demasiado tarde. Yo estaba en la cocina, había abierto la olla de aluminio y observaba la cabeza del marido de la mujer cocinándose a fuego lento. Zabulón reía a carcajadas, hasta que finalmente la mujer cayó rendida y se quedó dormida. Las horas siguientes pasaron de forma extraña. Se llevaron a la mujer detenida, nos tomaron declaraciones y mis viejos llegaron a buscarme al cuartel de policía. Fue noticia nacional: “Mormones descubren a mujer cocinando a su marido”. “La mujer que se entregó a carabineros producto de la denuncia efectuada por una pareja de misioneros mormones, donde la mujer les habría confesado por escrito que había asesinado a su conviviente y que luego, con la intención de ocultar el crimen, cortó el cuerpo de su pareja y lo puso a hervir en una olla de 50 litros, escuchó la lectura de sentencia con atención y tranquilidad. El hecho ocurrió tras una discusión motivada por la apropiación de un dinero por parte de la víctima, que había sido obtenido por su mujer gracias a la venta de su casa. El disparo produjo una laceración cardiaca, pulmonar y gástrica, provocando la muerte del cónyuge, lo que configura el delito de parricidio. El posterior cercenamiento del cuerpo, cuando la víctima ya estaba fallecida, no es considerado por la actual legislación como una agravante, por lo tanto no fue tomado en cuenta. La fiscalía solicitó una pena de 15 años de presidio, sin beneficios, y reconoció las atenuantes de irreprochable conducta anterior de la imputada y haber confesado el hecho”. Tras tamaña historia, a Jim lo trasladaron a otra ciudad a continuar con su misión, con pergaminos más que suficientes para llegar la Vida Eterna y le regalen un planeta que gobernar. Se sentía orgulloso de haber derrotado a Zabulón, aunque sentía pena por la mujer, pues al final nadie iba a creer que estaba poseída por un demonio. Se despidió con un abrazo y el clásico chasquido de dedos al dar la mano. Me dejó un Libro del buen mormón con una caricatura del profeta, sus casettes de los Guns and Roses, Poyson y Skid Row. Quedó de enviarme unos cómic books desde gringolandia. Aun los espero Jim.