domingo, 30 de octubre de 2016

La materia de los sueños preadolescentes

Esta fue una semana extraña, mi agenda personal traía marcadas dos jornadas de vital importancia. La Filsa 2016 (Feria Internacional del Libro de Santiago), en que por primera vez en mi vida podría ingresar gratis y en calidad de autor; la segunda, el regreso de los Guns and Roses a Chile pese a que Axl anunciara alguna vez que reunir a la banda original sería algo que ocurriría not in this life time, baby. Se trataba por tanto de una semana interesante.

Lo interesante radicaba en que se conjugaron dos eventos que formaron parte importante de mi vida como pubescente. Cuando era niño y me preguntaron alguna vez qué quería ser cuando grande, pregunta aparentemente ineludible y que comienza a forjar el destino de las personas, yo respondí que quería ser bombero, y todos se rieron, pues los bomberos no ganan dinero, me explicaron, entonces dije que para ganar dinero quería ser guionista para la DC Comics en gringolandia y escribir las mejores historias de Batman y Superman que nunca jamás se hayan escrito. Otra vez  se rieron de mi. Fue mi hermano mayor, ese individuo tan brillante en el virulento arte de la provocación y el denuesto, el que auguró que por mi genio solo me daría para atender un kiosco de revistas porno en la plaza. A mi no me hizo gracia. Yo sabía que lo mío era escribir y esa semana, amparado por una amigdalitis purulenta, entre fiebres y hojas de periódicos con cerote de vela aplastando mi pecho, dibujé una historieta donde dos hermanos se enfrentaban en una galaxia muy muy lejana, y en que tras derrotar el más pequeño y bondadoso al hermano mayor, malvado y brutal, en un acto de heroica misericordia lo rescata de caer a un foso de gusanos espaciales carnívoros y le perdona sus fechorías para traerlo de vuelta al lado luminoso y ponerlo a trabajar como su fiel escudero.
Cuando llegaba la época de la Feria del Libro de Santiago, mi tía favorita que vivía en la capital, se las arreglaba para concertarme alguna hora médica por cualquier dolencia hipocondriaca que yo manifestara a fin de que la visitara y fueramos juntos a la feria. Para mi era una maravilla absoluta. Yo que disfrutaba de las silenciosas bibliotecas, me encontraba ahora en un ambiente festivo que le rendía un verdadero culto al libro y sus autores. Habian historietas importadas, libros de autores desconocidos y gente que parecía muy cool haciendo de clientes en cada stand, cosa impensada en provincia, donde las ferias de libros se nutrían de textos escolares, novelas de lectura obligatoria en los colegios, enciclopedias Salvat y cuentos infantiles archirrepetidos.
Yo alucinaba con cada portada de libro y mi tía, por su parte, gastaba orgullosa por tener un sobrino tan letrado. Ella no sabía que yo leía como un acto de preparación para un fin más ambicioso: escribir y algún dia aparecer en los escaparates de la Filsa y las librerías.

Lamentablemente, casi al llegar a la adolescencia, la escuela me hizo tragar textos obligatorios, y así, entre Pericos trepando por Chile y diarios de Ana Frank mediante, dejé los libros de lado hasta que varios años después la maestra de castellano a quien apodabamos cariñosamente como Jurel, me reencantó con Huidobro y con El socio de Jenaro Prieto.
Por suerte, en mi época sin lectura, en el radar de mi vida apareció el rock and roll. Por el rock and roll me refiero a los Guns and Roses con su Paradise City y la pinta estrafalaria de sus integrantes. Fue un golpe de adrenalina, rebeldía y desparpajo para mí y para los de mi generación, una que parecía condenada a soportar el canto nuevo remasterizado para la democracia de los acuerdos, el rock (?) latino, al dulce Bon Jovi, el empalagoso Rick Astley, el monstruoso Michael Jackson y la sucia Madonna. No es que fueran malos, pero al final del día eran pop, y esa era una época de crecimiento personal y de entender lo que ocurría en esa sociedad extraña del fracaso de los "ismos". Para mi generación parecía necesario desconectarse de los vagos ideales y comprender finalmente que ese mundo que no lograron armar nuestros padres, no iba a existir jamás. Nada de sociedad colectiva y solidaria, nada de emprendimiento personal, honesto y meritocrático. Entendíamos que en la selva de cemento, comenzaba a ganar el egoísmo, la astucia y los placeres como motores del desarrollo. You are in the jungle baby, you're gonna die!!!!
Y así fue que anoche nos reencontramos miles de almas en el Estadio Nacional, con nuestro ídolo Axl Rose, más entrado en carnes, como mis amigos Cris y Pablo a quienes me encontré en la tienda de Merchandising, más pelados que saludables, pero felices del reencuentro.

El público en general, pajero, escaso de brincos, exceptuando algunos pendejos ebrios o fumados que movían sus brazos como reggaetoneros observando a nuestra banda como si se tratara de un museo vivo.

Tocaron sin grandes aspavientos los guns, nada de excesos ni efectismos en el escenario. Solo los Guns y algunos fuegos artificiales discretos. Cada canción nos trajo recuerdos. Abrieron con Its so easy, con el bajo potente de Duff y de inmediato me transporté a la casa del Calipe, amigo de infancia y barrio, eximio guitarrista con quien nos juntabamos a tocar y hacer grabaciones en un casette, yo con una caja y un plato, el junto a su poderosa Fender y toda una colección de discos, donde los Guns eran sus ídolos. El hacía de Slash, yo de Axl. 
Con Sweet Child o'mine, recordé mi primera vez cantando con la banda del colegio compuesta por el Tuno, el Blanché y el Soto (quien finalmente fue el único que se hizo músico profesional en un célebre grupo de cumbia Sound Sound Sound). 
Fue para el aniversario del colegio, que alentado por una petaca de Ron Silver, moviendo mis flacas caderas liceanas, debuté como flamante frontman tras quitarle el puesto al guatón Correa, pues su falsete a lo Axl era demasiado afeminado, en comparación al que yo lograba hacer, que era afilado, eléctrico y casi idéntico al de William Stephen Bailey.

Fue la gloria. November Rain me trajo a la memoria una presentación en el colegio ETP, en que llevamos al Martillo Grau a tocar el órgano. Recuerdo que en la introducción entré mal las tres veces, causando el malestar del pianista. Knockin  on Heaven's doors me llevó a esa mañana aciaga en que me hicieron cantar por primera vez a Metallica con For whom the bell tols, logrando mi desafinación, que el público asistente al Salón La Merced, esto es, todo el colegio, optara por retirarse horrorizados y fastidiados por mi versión Axelística y tercer mundista del clásico del metal. Con tristeza observé entre los desertores del respetable, hasta a mi propia hermana, cual Pedro negando a Jesucristo. Solo quedaron los más fieles a la banda, los más fanáticos GN'Rs: el Oso Barra; el chino Lay; el guatón LLópez; Pete el Petete, Pedro Pesenti, el chino Cerda, el huaso Fredes y mi partner don Franklin Carreño. Aguantaron estoicos lis muchachos, el abrumador tema de Metallica y nos acompañaron luego cantando Patience. Fue esa la mañana en que salí del Rock. Me cambiaron luego por el Popeye, un chico vulgar que podía cantar con falsete de monstruo obscuro y dead metal, para interpretar el nuevo repertorio de la banda que anunciaba girar ahora hacia temas de Metallica y que luego irían por el grunge de Nirvana que era lo que la llevaba. Al poco andar la banda dejaría de existir y cuando me ungieron como Presidente del Centro de Alumnos, cumplí con mi promesa de que volvería el Rock, y al Tuno, el guitarrista de la banda, a quien le reprochaban ser muy chamullento en los solos de Slash, le encargué que sacara un punteo estruendoso con el himno del colegio para recobrar el orgullo liceano que tras varias generaciones de apatía, ahora todos corearon con la mano en el corazón cantando brillando está en el horizonte el sol.

Si, anoche en el Nacional junto a Axl, Duff, Slash, mi hijo, mi compañera de colegio y toda esa generación que no tuvo educación gratuita, esa generación que paga el crédito universitario y el hipotecario al mismo tiempo, que se la afilaron las Afpes y las Isapres, que paga global complementario, que le retienen la devolución de impuestos por cualquier pavada, esa generación vacunada por seguros, tag, masterplop y cuanta cosa nos regaló la democracia, fuimos otra vez esos chicos, los del desparpajo del chino Ríos, los que soñaban con ser rockeros o escritores bebiendo bourbon, sin ansias totalitarias ni candidamente megalómanas por cambiar el mundo, esa generación de desencantados y cínicos por el fracaso de sus mayores, pues ya lo sabiamos, Axl hizo bien en advertírnoslo, estás en la jungla, Baby, y vas a morir.

jueves, 27 de octubre de 2016

Izquierda 3.0

A mi 
no me apetece
sumarme
a esa Nueva Izquierda Pro 
Tres punto cero
Ultra y pos moderna.
Fanática del consecuente más indolente.
Más Chavista que Fidel.
Más Pendeja que Maduro.

Esa Izquierda amante
de cualquier App 
que les oriente 
sobre la corriente 
políticamente correcta 
que se ponga de pompa, ladrido y moda.

Esa Izquierda a la pinta,
que no se mira el ombligo
ni comete pecados.
Que pontifica sin mas fe
que admirar al Dalai Lama.

Esa izquierda novedosa
que no come ganado tierno, 
jugoso y suculento, 
a la parrilla,
ni les gustan las noches de boda.

Esa izquierda apestosa, 
que no conoce pecado, 
tan ávida por arruinar los placeres mundanos ajenos; 
ansiosa por quitarnos la sal de la mesa, cerrarnos el bar de la esquina, liberar a las putas de la poronga machista, a la monja del cirio y a la musulmana del burka, proscribiendo al mismo tiempo las minifaldas, los escotes, los toros, el tabaco, las peleas de gallos, las apuestas, las muñecas barbie, y hasta las testosteronas de los huevos y los estrógenos de las dulces tetas.

Esa izquierda mojigata, recalcitrante vecina inquisidora
con su moralina intolerante 
que no tolera intolerantes,
ni productos transgénicos, 
y que se aplaude a si misma
cuando no vota en las urnas
pero que si gana ... celebra.

Esa Izquierda Pendeja, Evangélica, santurrona, extrema, doctrinaria de video tutorial y wikipedia.

Esa Izquierda Vegana, antipagana, pacifista, anti vacuna, anti yankee, castradora, afeminada y de pito corto.

Esa Izquierda solapada, de marcha, que no garcha en la escarcha, que no regala flores, que no abre la puerta del auto, ni cede el asiento machista.
Esa izquierda tan artista, que grita por redes sociales,
de la Sociedad tantos males!!
Ay!!
Esa Izquierda sí, 
tan a la izquierda del mundo, 
y tan por encima de la Humanidad,
que no repara en que por virtud
de la innata redondez de la tierra,
termina al lado derecho,
haciendo el juego a fascistas,
que hace rato y con descaro,
les vendieron su mercado, 
su estilo de vida, su moda, sus gafas.
Venga usted, dele click, me gusta y comparta,
a ver si en esta ocasión le resulta
y salva por fin a las ballenas,
desde su confortable posición horizontal,
en su amigable red social.

jueves, 13 de octubre de 2016

Lima Rocks!!

Me fui con la familia, esto es, con la italiana y tierno bebito. Llegamos a Lima un día después de la aplastante derrota de Chile ante Ecuador. El taxista que nos recogió, un limeño de bigote, gafitas y sonrisa amable nos puso al día sobre el empate con sabor a triunfo  de la peruana bicolor ante Argentina y me extendió un periódico que era la versión peruviana de La Cuarta el diario popular, en que festinaban con un simpático "Rotos en Quito", que no escatimé leer en voz alta y que ruborizó con una sonrisa nerviosa a mi conductor. Gente amable y educada en general los limeños, a pesar de que manejan como el orto y sin ningún respeto por los peatones. "Los rotos"; "Los Mapochos", eso somos en el fondo de su pensamiento popular. 

Hace una temperatura agradable, con la humedad exacta para un paseo largo pasando por la Costa Verde (muy bella), observando a la distancia el promontorio de "Chorillos": "hasta ahí llegaron los chilenos", nos apunta el taxista; "largo viaje", le respondo yo, y el sonríe. No habrá discusión sobre la Guerra del Pacífico, afortunadamente, hablar de guerras añejas es lo que menos me interesa. Especialmente guerras donde los ricos de uno y otro lado mandaban a sus pobres. Los nuestros, los de siempre, que llegaron con andrajos hasta Lima, en nombre de "la patria", recobrando salitreras para Mr Smith y sus socios. De ahí lo de rotos, y acá todos somos rotos, en Chile, los de siempre, el perraje sl que le roban sus cotizaciones y sus sueños. No, no me interesa en lo absoluto la patria y sus guerras con sus héroes mitológicos. Me interesa el cebiche, me interesa conocer narrativa peruana desconocida y asistir al evento Ciudad Rock el sábado por la noche junto a la italiana y tierno bebito. Llegamos finalmente al Hotel, un Ibis, siempre lento en el check inn, aquí y en la quebrá del ají (pero barato)
Tras dejar los bolsos y cambiar de pañales a tierno bebito, salimos a patiperrear por las calles de Miraflores, lindo y limpio distrito. Perú es un Estado Unitario fuertemente descentralizado con municipios con real autonomía que cuentan con un alcalde mayor como en Lima y alcaldes de distrito. Todo eso me lo informó el taxista, algo dice del nivel cultural de los peruanos. 
Estamos con suerte, justo este fin de semana tenemos las Librerías de Miraflores con descuentos. Me compro las sexografias de Gabriela Wiener, me recomiendan "los inocentes" de un perdido Oswaldo Reynoso recobrado por los chicos de Estruendo Mudo en una sencilla pero agradable edición. 

Me agradan los libreros de aquí, son atentos y han leído lo que recomiendan. Me recomiendan también El Sexto de JM Arguedas y Necrofucker de Richard Parra, todo un acierto este último, dos magníficas historias. Por mi parte echo al carro Los Niños Góticos y Bienvenido a Incaland, que es de un barcelonés (recomendado por Iwasaki).
 
. Coffe time por ahí junto a un sujeto que parece el clon peruano de Charly Garcia que se bebe una cusqueña a las 10 am leyendo el periodico. Ese es estilo. 
 
Por la tarde almuerzo en el shopping Larcomar con vistas al hermoso Malecón. Lima es desbordada en parque automotriz y sus calles no dan abasto. Existe un subdesarrollo notable en infraestructura, pero me impresiona que en general la gente es delgada y no se ven tantas farmacias como en Chile donde insisten en enfermarnos a todos. Buena gastronomía, buenos productos que respetan su identidad dan como resultado buena salud. Hay más librerías que farmacias, al menos a primera vista y mucho pescado crudo delicioso en sus restoranes. Mucha población oriental, chinos y japoneses, contrastan suavemente con los rasgos andinos de los peruanos de a pie. Ojos delgados, pómulos altos, piel morena, pelo chuzo, barbilla afilada, generalmente esbeltos. Las mujeres cuando son guapas se parecen a Pocahontas, cuando son feas, a una pesadilla. Charly M. podría vivir perfectamente en Lima por un buen tiempo.
 
Llama la atención que todos los locales indican el aforo e invocan una ley antidiscriminación en letreros bien visibles. Existe un culto a la identidad, no hay rubor alguno en denominarse cholos, o festinar y reirse de sí mismos mezclando ideas de occidente tipo Star Wars o los Beatles con alpacas y otras caricaturas propias de la mas altiplanica de la peruanidad. El nacionalismo aflora y late con potencia, un síntoma de control elitario que no me gusta cuando aparece rebasando los limites puros del folclor. Celebran por estos días el combate de Angamos (la captura del Huascar), una derrota, así como nosotros celebramos el salto mortal de Pratt. Ellos-nosotros, qué tontería más grande. 
Tras hartarnos de cebiche y chicha morada descansamos. También pisco sour y saben una cosa, el pisco es peruano. 
 
Al día siguiente más comida cerca del malecón, más librerías, un salto en parapente por los acantilados con una vista fenomenal de toda la ciudad. 
Acantilados verdes frente al mar donde los chicos surfean. Tierno bebito ruge de alegría persiguiendo a una limeñita varios años mayor, cual Gavilán Pollero, en la plaza del amor junto a una escultura que muestra a una pareja de obesos enrojecidos a besos.

 
Por la noche nos vamos al Ciudad Rock 2 en el estadio Monumental de Universitario de Lima. El estadio queda bastante retirado y el perímetro está custodiado excesivamente por grises policías con escudos. Its only Rock and Roll, Baby. Más que un evento musical esto se parece a un preparativo para marcha de estudiantes en Chile, así de Brígido. El ingreso es tranquilo, sin delincuentes ni cholos asesinos de los que me advirtió mamá, esperando por nosotros, pese a la escasa (muy escasa) iluminación de los ingresos al estadio. Me siento en las inmediaciones del Estadio Nacional de Chile a principios de los noventas, es de una precariedad fuera de lugar.
Venden cerveza y choripanes adentro del estadio, pese a ello no hay ebrios jugosos por ningún lado y eso que el concierto lleva varias horas ya. 
 
Llegamos cuando toca Orishas. Correcto desempeño, muy mala la técnica de sonido, más que discreta...pobre. Las pantallas gigantes son dos, pero no merecen llamarse gigantes a menos que estemos en Lilliput. Al parecer se gastaron todo el dinero en artistas y olvidaron armar un buen rider técnico o por ahi mejoraron las utilidades. Mal audio y muy pobre juego de luces. Después tocó un grupo que se llama Magic, una especie de Reggae de despedida de soltera donde el vocalista le mueve el paquete a las cholas de la primera fila. Un asco de banda. Después vino Capital Cities y el audio mejoró.
 
 Tras ello, el viejo Iggy Pop que a cuero pelado como siempre desbordó tanta energía desde el inicio de su presentación con The Passenger hasta que se despidió con un simpático "Chao Perruanos". Se puso la camiseta de la selección que días mas tarde perdería por 2 a 1 en el Nacional de Chile. A esas alturas tierno bebito ya dormía. Entró el Salmón a escena. Costó un par de canciones que cuajara el audio, pero eso no fue impedimento para que el Estadio estallara cantando el himno de la Generación Calamaro, miles de salmones cantando a voz en cuello: "me parece que soy de la quinta que vio el Mundial 78, me tocó crecer viendo a mi alrededor paranoia y dolor". 
 
Media hora más tarde nos vamos sin terminar con Calamaro y sin ver a los pinche cabrones de Molotov. Tierno bebito merecía descansar. Había sido demasiado Rock. 
Día siguiente shopping en los Polvos Azules, la mayor tienda de piratería de marcas en algodón peruano del mundo. Una vuelta por Barrancas, almuerzo en el insalubre  y sobrevalorado "Canta Rana" y al día siguiente paseos y sanguches de chicharrón crujiente.
Lindo Lima. Cuiden Lima, cuidense Peruanos, vi muchas tiendas Ripley, Faladeuda y demás chilenidades que han destruido a más chilenos que cualquier guerra. Viva Perú.