Hace mucho, mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana. Así comienza la épica obra de George Lucas, una epopeya de ciencia ficción que no ha hecho más que replicar, en formato cinematográfico y con efectos especiales, el viejo guión del paso de las Repúblicas soberanas, a caer bajo el alero de las tiranías imperiales.
La caída de la República Galáctica no es más que un tributo que George Lucas realiza a la caída de la República de Weimar, intercalando guiños con la antigua República romana. El guión, repito, no es nada nuevo. El canciller Palpatine, por ejemplo, juega el rol de Hitler. Al igual que el alemán, Palpatine se mostrará como un personaje éticamente confuso que busca plantearse como un salvador de la democracia amenazada, de principio a fin, manipulando como un lobo con piel de cordero. Para ello, primero planteará obtener plenos poderes que le permitan actuar contundentemente contra los enemigos de la República Galáctica, los “separatistas marxistas comunistas”. Algo que finalmente logrará con el cándido apoyo de la senadora Amidala quien, a través del insoportable Jar Jar Binks, propondrá al parlamento galáctico entregarle amplios poderes especiales al canciller.
No obstante, para que ello prosperase, al igual que en el caso alemán, la inestabilidad política, la confusión, la noción de que hay un enemigo que precariza y oprime, resultó ser una condición sine qua non. Así como no se puede entender la autoproclamación de Guaydó sin un caos “humanitario” que lo justificase, no se puede entender el alzamiento de los nazis en el poder sin la violencia desatada durante el Periodo de Entreguerras, una que ellos mismos alentaron, el odio al extranjero, el traslado de la culpa de la crisis económica al comerciante judío, el sentido de Unidad Nacional contra las medidas (bastante leoninas) impuestas tras la derrota en la Primera Guerra. El descrédito del sistema servirá siempre de excusa para alzarse como salvadores. Es el recurso de la desconfianza ese “son todos los políticos corruptos”, o en el caso del joven Padawan Skywalker cuando plantea que “el sistema no funciona”, y que a los políticos “habría que obligarlos a ponerse de acuerdo”.
En las denominadas Guerras de los Clones, la Federación de Comercio lideraba una coalición de sistemas planetarios que se oponían a la democracia republicana. Esta amenaza sirvió para que el maestro jedi Sifo-Dyas encargara la formación de un ejército que defendiera los intereses de la República.
Si vamos más cerca, Nicolás Maduro y su continuidad como heredero del bolivarianismo que “mata de hambre” y destruye la economía de Venezuela con una doctrina anti establishment, sería el arquetipo perfecto de enemigo a la manera de la Confederación de Comercio de Star Wars.
El maestro acabó siendo asesinado por los sith como parte del plan. De esa manera, Palpatine accedió al poder con un ejército poderoso capaz de imponer el supuesto orden que necesitaba la República frente a los separatistas. La Orden Jedi (protectores de la República), incapaz de ver el engaño, colaboró en la represión de los diferentes sistemas galácticos, tal y como gran parte de los partidos de izquierda tradicionales han condenado a Maduro calificándolo de “dictador” y “violador de los DDHH”, abriendo el paso para una necesaria “intervención humanitaria”. Como no quiera el destino ocurra con la izquierda latinoamericana, ninguno de los Jedi cayeron en la cuenta que, al tiempo, serían victimas de su particular Noche de los cuchillos largos, (la serie de asesinatos políticos que realizó el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán para apoderarse de todas las estructuras del Estado alemán, conocida como “Operación Kolibri”), mediante la escalofriante y previamente programada Orden 66, con la que Palpatine logró acabar con casi todos los jedis, salvo algunas excepciones como Obi-Wan y Yoda. Esta purga fue representada por Palpatine como un golpe de estado de la Orden Jedi contra la República, logrando el apoyo del Senado para proclamar el Imperio Galáctico y decretar la muerte de la democracia republicana.
El lado oscuro todo lo había nublado y solo se vendrá a descubrir al Lord Sith y sus maniobras cuando ya se hizo demasiado tarde.
La historia nos enseña lo mismo, a través de las operaciones de falsa bandera, de la amenaza terrorista, del polvo de Antrax que alguna vez exhibió Powell ante la Onu para justificar la invasión a Irak; la matanza de Bolonia en Italia para impedir la llegada de los comunistas al poder durante la guerra fría; o la recientemente recordada por Roger Waters “Explosión del Maine” en Cuba, entre tantas otras, torres gemelas y Bin Laden incluidas.
Un claro ejemplo de lo anterior lo hayamos en la alemania Nazi, la noche del 27 de febrero de 1933, se produjo un incendio en el edificio del Reichstag, sede del Parlamento alemán. Al llegar al lugar, la policía arrestó a un joven comunista desempleado de origen holandés, Marinus van der Lubbe.
Al día siguiente, bajo presión del Partido Nazi del recién designado canciller Adolf Hitler, se aprobó el Decreto del incendio del Reichstag, que dejaba sin efecto diversas libertades y derechos civiles que estaban consagrados en la Constitución del país. Por toda Alemania se iniciará una verdadera cacería de comunistas y sus simpatizantes.
Tras poner a todos los diputados del Partido Comunista de Alemania entre rejas, el Parlamento del país queda en manos de los nazis. Estos aprueban la Ley habilitante de 1933, que otorgaba al canciller y su gabinete el derecho de aprobar leyes sin la participación del Parlamento, lo que supuso el fin de la democracia en Alemania y el inicio de la dictadura de Adolf Hitler.
El 24 de marzo de 1933 los miembros del Reichstag certificaron, por mayoría absoluta, la muerte de la democracia alemana. Su final no fue abrupto ni ocurrió por la voluntad de la fortuna, sino que fue un proceso previamente planificado. La Ley Habilitante otorgaba plenos poderes al gobierno, sobreponiéndose a la ya nula soberanía del parlamento alemán. De esta manera, se culminaba la conjuración de los nazis contra la República de Weimar, la cual pasaba a convertirse en el latifundio personal de Adolf Hitler y sus seguidores.
Luego, para iniciar la Segunda Guerra Mundial, bastaría una vez más que el genio de la propaganda nazi, Joseph Göebbels, ideara una estrategia que justificase la invasión a Polonia. Meses antes de la invasión que dio inicio a la Segunda Guerra Mundial, la prensa y clase política alemana, incluido Adolf Hitler, acusaron a las autoridades polacas de organizar o tolerar campañas de limpieza étnica contra alemanes residentes en Polonia. La cereza del pastel sería el incidente de Gliwice, otra operación de bandera falsa que implicaba aparentar un atentado polaco contra la estación radiofónica Sender Gleiwitz, efectuado realmente por miembros de las SS de Himmler para difundir un mensaje en que se animaba a la minoría polaca de Silesia a tomar las armas contra Adolf Hitler. Como "prueba" del ataque, los nazis asesinaron y vistieron con uniformes polacos a algunos prisioneros del campo de concentración de Dachau.
Este pretexto de la propaganda nazi fue inútil, ya que ni Francia ni el Reino Unido lo aceptaron como válido, declarando la guerra a Alemania tras la invasión de Polonia de 1939, dando así comienzo a la Segunda Guerra Mundial.
A Hitler no le importó lo poco creíble de su puesta en escena, así como a Trump no le importa que su “ayuda humanitaria” después de bloquear económicamente a Venezuela, pueda parecer como ridícula, artificiosa e hipócrita. Una semana antes, el Führer había adelantado a sus generales, la que será una de las máximas del totalitarismo fachista y un adelanto de lo que hoy conocemos como “fake news”:
“Proporcionaré un motivo de guerra propagandístico. La credibilidad no tiene importancia. Al vencedor no se le cuestiona la verdad.”
Con Venezuela, la historia de esa galaxia muy muy lejana se repite una vez más, como ya ocurrió en Chile, en lo que Naomi Klein ha designado como la “doctrina del schock” para imponer un nuevo orden Neo Liberal y privatizar los recursos naturales de un país que perderá su soberanía en base a engaños que permitirán a los intereses privados del invasor para saquear a ese Estado.
La fórmula sigue el mismo guión de George Lucas. Primero creas un caos y confusión social, aplicas bloqueos económicos que asfixian la economía local en áreas sensibles como el abastecimiento de alimentos y medicinas.
Un interesante artículo de Celag expone de manera clara este escándalo del que poco se habla:
“Al igual que ha ocurrido por décadas con Cuba, se juzga y critica el proceso político y la situación venezolana como si no existiera esa tremenda variable. No es novedad que un país cuyo Gobierno intenta hacer una política interior y exterior de manera independiente y que, además, plantea una crítica al sistema capitalista sea bloqueado brutalmente. Le ocurre a Cuba desde hace mas de 50 años. Le ocurrió al Gobierno de Salvador Allende quien, desde el inicio de su mandato, tuvo que lidiar con un bloqueo económico internacional que impulsó el congelamiento de las ventas del cobre en el exterior. De hecho, en su discurso de diciembre de 1972 ante las Naciones Unidas, Allende denunció “el bloqueo financiero y económico ejercido por los Estados Unidos”. Lo mismo hizo este año el presidente Maduro en las 73a Asamblea General de las Naciones Unidas.
La estrategia es la misma: bloquear política y económicamente a los países disidentes (o sea, soberanos) y ocultar mediáticamente el bloqueo, así como sus consecuencias, ante la opinión publica mundial. Le ha pasado a Cuba, le ocurrió a Chile y le sucede a Venezuela.
Sin embargo, en cada caso el bloqueo adquiere expresiones y modalidades particulares. Para el caso de Venezuela podemos distinguir cuatro: 1) bloqueo a través de decretos extraterritoriales, 2) bloqueo a través de intermediarios, 3) bloqueo mediante agencias de calificación de riesgo y, 4) bloqueo informativo impulsado por las corporaciones mediáticas.
La primera modalidad se formalizó el 9 de marzo de 2015, cuando Barack Obama firmó un decreto ejecutivo que declaró a Venezuela como una “amenaza inusual y extraordinaria”. Literalmente, este decreto dice: “Por medio de la presente, informo que he emitido una Orden Ejecutiva declarando una emergencia nacional con respecto a la amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos representada por la situación en Venezuela”. Esa orden ejecutiva se ha ido extendiendo en el tiempo y ampliando en sus efectos. En mayo de 2018, Donald Trump, en respuesta a la insolencia chavista de convocar (una vez más) a elecciones, decretó sanciones del Departamento del Tesoro para prohibir la compra, por parte de ciudadanos estadounidenses, de cualquier deuda del Gobierno de Venezuela, incluidas las cuentas por cobrar. Estas sanciones incluyen al Banco Central y a la estatal petrolera PDVSA. Al día de hoy, Venezuela no puede hacer uso del Dólar como moneda internacional, ni puede negociar ninguna transacción internacional a través de dicha divisa. Esto implica la imposibilidad de negociar la deuda externa, ya que la mayoría de los contratos de deuda pertenecen a jurisdicción estadounidense.
En esa línea, gran parte del sistema financiero internacional ha venido propiciando, en los últimos años, un esquema de bloqueo hacia las operaciones financieras de Venezuela. Se han sucedido cancelaciones unilaterales de contratos de corresponsalía bancaria del Citibank, Comerzbank, Deutsche Bank, etc. Desde julio de 2017, el agente de pago de los bonos emitidos por PDVSA, Delaware, informó que su banco corresponsal (PNC Bank) en Estados Unidos se negaba a recibir fondos provenientes de la estatal petrolera.
La segunda forma, el bloqueo mediante intermediarios, es una expresión propia de estos tiempos. El objetivo es evitar que cualquier intermediario que realiza transacciones con Venezuela las lleve a cabo, impidiendo toda interacción y relacionamiento de Venezuela con empresas de los Estados Unidos. Y no sólo de allí: el Novo Banco (Portugal) notificó en agosto de 2017 la imposibilidad de realizar operaciones en dólares con instituciones públicas venezolanas por bloqueo de intermediarios. Se impide, así, que los intermediarios de pago actúen, bloqueando cualquier acción de pago. Esta modalidad ha tenido consecuencias humanitarias en tanto se han visto afectadas, por ejemplo, las compras de medicamentos y de alimentos.
En 2017, 300 mil dosis de insulina pagadas por el Estado venezolano no llegaron al país porque el Citibank boicoteó la compra de este insumo. El banco estadounidense se negó a recibir los fondos que Venezuela estaba depositando para pagar la importación de este inmenso cargamento, necesario para los pacientes con diabetes. En consecuencia, la insulina quedó paralizada en un puerto internacional, a pesar de que existían los recursos para adquirir el medicamento. A eso se suma que el laboratorio colombiano BSN Medical impidió la llegada de un cargamento de Primaquina, medicina usada para tratar la malaria. Un total de 23 operaciones en el sistema financiero internacional fueron devueltas (entre ellas 39 millones de dólares para alimentos, insumos básicos y medicamentos). Finalmente, desde noviembre del año pasado, 1.650 millones de dólares de Venezuela destinados a la compra de alimentos y medicinas están secuestrados por parte de la empresa de servicios financieros Euroclear, en cumplimiento de las sanciones del Departamento del Tesoro de EE. UU.
El bloqueo de intermediarios no sólo apunta a las operaciones financieras. También afecta la movilidad de los venezolanos en los más diversos ámbitos. Desde 2014 se han ido de Venezuela Air Canada, Tiara Air, Alitalia, Gol, Lufthansa, Latam Airlines Aero México, United Airlines, Avianca, Delta Airlines, Aerolíneas Argentinas, etc. Es cada vez mas difícil llegar por aire a Venezuela.
También las agencias de viaje se unen al cerco.
También se bloquea las expresiones culturales: a principios de año, el banco italiano Intensa Sanpaolo bloqueó los recursos para la participación del pabellón de Venezuela en la XVI Bienal de Arquitectura de Venecia.
Y no sólo vemos trabas para que manifestaciones culturales y deportivas venezolanas salgan al exterior y representen a sus país, puesto que el boicot también opera a la inversa: artistas y deportistas de otros países se niegan a ir a Venezuela y, con desparpajo, hablan acerca del Gobierno venezolano y del chavismo. Tal vez Miguel Bosé y Jaime Bayly son los ejemplos más esperpénticos en ese sentido.
La tercera modalidad se expresa a través de la arbitraria e injusta calificación de riesgo que hacen las agencias. El riesgo país (RP) otorgado por las agencias de calificación es improcedente si observamos el cumplimiento de Venezuela con el pago de la deuda externa. En los últimos 4 años la República ha honrado sus compromisos de pago por un total de 73.359 millones de dólares. No obstante, el RP ha seguido subiendo. Como denuncia el economista Alfredo Serrano, “van 32 meses en los últimos 14 años en los que el RP contra Venezuela ha subido, a pesar del incremento del precio del petróleo. En la actualidad, el RP, dado por JP Morgan (EMBI +), se encuentra en 4.820 puntos, es decir, 38 veces más de lo que le asignan a Chile, aun cuando este país tiene una ratio de deuda/PIB similar al venezolano. Todo esto encarece y prácticamente impide cualquier posibilidad de obtención de créditos.
Como segundo paso siembras el terror creando artificialmente un estado de colapso y temor ciudadano, (como el Plan Zeta en Chile, o las masivas violaciones a DDHH que se informan durante meses se supone ocurren y ocurrirían en Venezuela), y finalmente tienes el camino pavimentado para justificar una intervención militar en nombre de la democracia, los derechos humanos, la paz o lo que sea.
Después de eso, el imperio colocará a sus títeres al mando, Pinochet en Chile, Guaidó en Venezuela, al-Sisi en Egipto, ninguno a la altura poética del manipulado Anakyn Skywalker que se convertirá en ese conflictuado Lord Vader, pero que tributarán al imperio con idéntica genuflexión para entregar la soberanía de los pueblos y especialmente sus recursos naturales. Finalmente, “poderoso caballero don dinero es”, nos diría el maestro Yoda, quien nos advirtió que el lado oscuro no es más fuerte, pero es el camino rápido, el camino más fácil y el más seductor. Sino pregúntenle a Piñera.
Que la fuerza nos acompañe.
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