martes, 30 de septiembre de 2014

Chilean Fiction. Un Tributo a la Imaginería Nacional.

Chilean Fiction
Un tributo a la imaginería nacional

Piloto

La noche anterior a que comenzaran los eventos, que me llevarían camino a un trágico final, fue aquella en que celebré mi cumpleaños número cincuenta junto a Layla, quien oficiaba como mi compañera de vida por esos días. Celebramos en mi departamento en el centro de Santiago de Chile. No era un departamento muy grande, ni muy nuevo, y para nada estiloso, pero era todo lo que me había dejado la vida en mis largos años como detective estatal, y por lo tanto para mí, era un pequeño lujo ganado con esfuerzo, en tiempos de polución y sobrepoblación humana, tiempos sin amor, ni cólera. Dado que la media de vida nacional bordeaba los ciento cincuenta años, yo ingresaba, orgullosamente aquella noche, al segundo tercio de mi existencia, y sin embargo ya me encontraba cansado, me sentía vejado por el mundo, y crónicamente derrotado por la vida. Pese a ello, y para colmo, mantenía la irremediable sensación de seguir siendo un pendejo, uno que quizás había corrido muy deprisa y al que finalmente la vida llevaba directamente y de manera violenta, a estrellarse de frente contra una pared, una y otra vez.

Al llegar a la cama me pregunté si Layla, imaginaba o al menos se percataba,  de lo anterior. Quizá sólo se trataba de disquisiciones inútiles y medio erráticas de mi lado consciente y pajero por el cambio de folio. El problema con ella, es que esos ojos siempre me entregan muy poca información y esa noche la cosa no fue diferente. Me explicó lo mucho que me quiere, y me lo demostró efectivamente con la atención que dispuso en preparar una pequeña recepción para celebrar mi cumpleaños. Invitó a mis más cercanos colaboradores del cuartel de detectives y fue tal su preocupación e inteligencia, que llegó a reparar en que no me interesaba compartir con mis superiores, que a los cincuenta, la última cosa que te puede resultar atractiva es tener que seguir agradando a un montón de pendejos hijos de puta que te han colocado por encima tuyo, por la sencilla razón de no haber sido lo suficientemente hijo de puta, para ponerles la bota encima, cagarte en ellos o bien por haberte negado a practicar felaciones morales a las porongas de mayor rango. Pero esta información, que recojo de sus actos y delicadezas, no la obtengo de sus ojos, es imposible, de modo que no alcanzo a saber qué es lo que ella está pensando, ni cuáles son sus emociones, si es que las tiene. En este momento puede estar sonriéndome, mientras apoya su cabeza en la almohada, pensando en el último modelo de extensores capilares, en el desenlace de la película que vimos ayer, o en lo repulsivo que le resulta tener relaciones sexuales con un tipo como yo, con las canas amarillas, medio viejo, medio cerdo, con la panza cocida por las estrías, un ombligo de profundidades insospechadas, los ojos sombríos de licor y la piel seca y gris por el tabaco barato en que termina convirtiéndose la vida. La otra posibilidad es que ella no esté pensando en nada, siempre sonriente, sexy, simple, dejando sus campos eléctricos en libres sinapsis hasta instalarse en fase de sueño rem. Pese a los milenios de evolución humana, aun nos aferramos a la complaciente virtud, de mantener encerrados los pensamientos en las oscuras fauces de nuestras bocas que escupen en conveniente amaño las palabras, palomas mensajeras de cualquier cosa menos la verdad. Será esa sonrisa acaso, una manifestación de compasión pasmada y cobarde, o es solo una sonrisa. Es frustrante si lo piensas bien, no saber en qué está pensando el objeto de tu amor. Lo puedes intuir, intentar adivinar, con mayor o menor éxito, crear fábulas en torno a ello, pero nunca podrás tener una certeza. Reflexiono un poco más y pienso en que quizás estoy exagerando; un poco de crisis del segundo tercio tal vez, me digo tratando de dormir, son ansiedades de la edad. En fin, le doy un beso a Layla, le doy las buenas noches y me doy vuelta hacia mi lado de la cama para descansar. Mañana será otro día, me digo, del eterno spleen, de mantener mi culo en el sillón de la oficina bebiendo bourbon y, mirando el culo de las practicantes que se pasean por fuera.
Cuando siento que apenas he cerrado los párpados, el teléfono de línea directa con la Comisaría comienza a pulsar. Observo la hora, me levanto y enciendo el sonovisor de la sala del departamento, a fin de no perturbar el sueño de Layla. Sin embargo es inútil, ella ya se ha despertado, con su sonrisa inalterable se dirige a la cocina a preparar café, como si se tratase de una pitonisa abnegada que presiente lo que está por venir.
La imagen que proyecta el aparato es la del teniente Merino. Tiene el rostro visiblemente alterado por el trasnoche y su aroma prehistórico a alcohol logra transponer la imagen de fotones.
- Lamento despertarlo Capitán Nerobro, sin embargo, yo también fui interrumpido y debí salir de una fiesta en la que terminé después de irme de su casa,  bueno, aun estoy medio bombeado, pero las circunstancias lo ameritan.
- ¿Cuáles son esas circunstancias, Merino?- le pregunto solemne para evitar su trato coloquial.
- Un homicidio, Capitán, y no uno cualquiera. Se trata de un pez gordo, nada confirmado, pero definitivamente es algo grande. Lo esperan en la calle Copiapó a la altura del 1869.- finalizó Merino con evidente dificultad etílica.
- ¿Quién es la víctima?- pregunté mientras bostezaba, más por ansiedad que por sueño.
- No lo sé, no me quisieron informar nada, Capitán. Al menos no a mí. La UCT, está en el lugar, así que no hablamos de cualquier pobre diablo. Esta vez se han cepillado a un peso pesado. Dieron el aviso de comunicarse sólo con usted, que la víctima era alguien muy importante y que por un asunto de competencia y jurisdicción, o algo por el estilo, sólo podían tratar el asunto con el Capitán Nerobro, que debía partir de inmediato al Sitio del Suceso.
- Voy para allá, despierta a Romo y a Meri, que me esperen en la oficina y preparen café. Tu Merino, se acabó la fiesta, vete a tu casa, toma una aspirina y tírate a dormir. Sin tragos del estribo. Nos vemos temprano en la mañana, ¿entiendes cuando digo temprano?
-          Sí, señor.
Salí pronto de mi apartamento, y corrí a toda velocidad rumbo al 1869 de la calle Copiapó. Cuando llegué al lugar, me encontré con la parafernalia de los de la Unidad de Crímenes Trascendentales, haciendo como si quisieran manejar el asunto con discreción. Por supuesto que no lo habían logrado. Toda la prensa se encontraba atestada en el lugar, tomando fotografías, fastidiando a los oficiales, y por supuesto, alterando la escena del crimen. Sólo les faltó firmar autógrafos. Apenas me bajé del vehículo apareció Vallejos, el inspector en jefe de la UCT, el zoquete más grande y farandulero de la historia policiaca nacional.
- Es algo grande Capitán, no sabemos por qué, pero no quieren que lo manejemos nosotros. Órdenes de muy arriba, quieren que la policía local se haga cargo. Por lo visto tenemos un nuevo caso para el viejo y mítico Capitán Gabriel Nerobro. Eso significa que el problema es ahora suyo. 
- ¿Y cuál es el problema?- pregunto yo, con desdén y un tono odioso, casi mostrándole los dientes. 
- Su problema está muerto Capitán, muerto y encerrado dentro de ese contenedor de basura. Sinceramente amigo, no me gustaría estar en sus pantalones.-
 Lo escucho y lo observo fijamente, para que se percate que no somos amigos y que es tiempo de que desaparezca de mi vista.
Camino y me acerco al depósito de basura municipal. Se trata de un contenedor grande, color verde musgo, oxidado y fétido. Abro la tapa esperando encontrar, a algún político, a un multimillonario truculento y monopólico, a algún siniestro personaje dueño de acciones en madereras, napas subterráneas, derechos de captación solar, concesionario de atmosferas o un empresario del rubro del genoma humano. En definitiva, algún hombre importante, que valiera todo este misterioso movimiento de tropas.
Sorpresa no sería la expresión adecuada, esto era demasiado para definirlo con palabras. Sentí un escalofrío recorrer mi espina dorsal cuando observé lo que el contenedor me ofrecía.
Con la panza rajada y con las tripas colgando, se encontraba inerte una figura que nunca imaginé podía llegar a encontrar en ese estado. Se trataba del cuerpo destrozado del personaje de caricaturas más popular del país. A algún idiota se le había ocurrido asesinar a Condorito. Justo en mi territorio.

Cerré la tapa del contenedor con determinación, y entonces observé a mi alrededor. Las cámaras de la prensa, a través del zoom, hacían sus mejores esfuerzos por captar las expresiones de mi rostro y obtener algún antecedente jugoso que reportar. No les di en el gusto, me mantuve inalterable y me dirigí Vallejos.
 - ¿Existe algún testigo, algún detenido, alguien a quien consultar algún antecedente?
- Teníamos a dos, el primero era un amigo de Condorito, un borrachín apodado Garganta de Lata que fue a dejar los documentos del occiso a una comisaría, pero lo soltamos pues había pasado las últimas horas ebrio en el bar “El Pollo Farsante”, con muchos testigos, tan ebrios como el mismo, pero testigos al fin y al cabo.
- ¿El otro?
- El otro es un vago melenudo que estaba en las inmediaciones cuando iniciamos el operativo.
- Y se le detuvo por…?
- Bueno, era un vago melenudo, estaba cerca del lugar del crimen…
- y…?
- … aplicamos la Ley Cristi de detención por sospecha.
- Llévenlo a la Comisaría, léanle sus derechos y explíquenle que queda citado en calidad de testigo para mañana temprano con los oficiales Meri y Romo, nada de detenciones por sospecha en mi caso. Apenas terminen con eso, pueden volver a sus oficinas a trabajar en sus propios asuntos. ¿A alguien se le ocurrió llamar a Forenses?- no hubo respuesta.- ¿al Fiscal de turno?- idéntico silencio. Activé el celular de la solapa del abrigo policial y contacté al Dr. Mortis de Forenses y acto seguido desperté al fiscal de turno, el gordo y pajero Fiscal Santibañez.
 Este último tendría que hacerse cargo de los periodistas, yo en tanto, debía dar aviso a los familiares y amigos de Condorito. Había que entregar las malas noticias antes de que se enteraran a través de la prensa de farándula. No era algo que me entusiasmara particularmente, no lo hacía por evitarles el mal trago de enterarse de la noticia a través de la red cargada de sensacionalismos, sino por la sencilla razón de que me resultaba más útil conseguir sus declaraciones sin que los contaminaran los medios y observar sus reacciones más relevantes para formar mis juicios.
Me despedí y enfilé al sector rural de la ciudad en busca de Pelotillehue. Eran cerca de las cinco AM cuando llegué a la casa donde vivía Yayita junto a sus padres: don Cuasimodo y Tremebunda Vinagre; los suegros más celebérrimos de la Nación.
Al llegar  a su casa me percaté que el inmueble no era el mismo que aparecía en la historieta. Se trataba, en cambio, de una casa que distaba mucho de ser la típica de una familia de clase media como en los cómics. Se trataba de una enorme casa de campo, digna de una familia bien acomodada, probablemente, beneficio de ser parte de la ficción más famosa y continua de la historia criolla.
Toqué el timbre, me disculpé por molestar a esas horas, me identifiqué como el Capitán Gabriel Nerobro de la Policía Civil de Crímenes del área Metropolitana y pregunté por Yayita.
- ¿ha pasado algo malo?- preguntó Tremebunda presintiendo la tragedia- ¿ha hecho algo malo ella?
- ella no ha hecho nada malo, algo malo ha pasado y debo darle malas noticias.- tras haber dicho eso, las rejas se abrieron y desde el interior Tremebunda asomó su inmensa humanidad, y pese a la oscuridad, pude apreciar que era en verdad más fea en persona y recién levantada, de lo que se veía en el papel.
- ¿malas noticias?- preguntó Treme con impaciencia.
- de todas maneras se va a enterar por la prensa, Sra. Tremebunda - le anuncié - prefiero que lo sepa por nosotros antes que por los tabloides. Se trata de Condorito… ha muerto. Lo encontraron muerto esta madrugada, asesinado.
Pensé que la noticia la impactaría por lo duro que es enterarse de un asesinato, como a cualquiera otra persona de ficción que exhibiría una mueca caricaturesca, ya que todo el mundo sabía y conocía la mala relación existente entre ella y su yerno, sin embargo mi sorpresa fue mayor al ver su reacción. La gorda con bigotes, estaba verdaderamente afectada, como si el mundo se le viniese encima, realmente sentía afecto por aquel pajarraco, y de pronto comenzó a llorar diciendo “no puede ser, no puede ser”.
- lo siento- agregué - necesito encontrar a Yayita.
- el ha sido una de las cosas más importantes que nos han pasado. Siempre al lado de nosotros, apoyándonos, qué haremos sin él ahora - me preguntó, como si yo tuviese alguna respuesta a sus temores.
- lo siento Sra. Tremebunda, pero necesito saber dónde está Yayita- esta vez no fue una consulta sino más bien un imperativo que la trajo de vuelta a la tierra, incomodándola, tal vez demasiado.
- es complicado Capitán, no sé si decirle esto.
- debe decírmelo- le dije con tono seco.
- prométame que lo tratará con discreción.- me imploró con ojos desorbitados y llorosos.
- Señora, mi interés al estar aquí no ha sido otro más que el ser discreto y evitarles un mal mayor, pues en pocas horas más tendrán a toda la prensa rosa merodeando por su casa y no es mi intención que ello suceda antes de que ustedes sepan lo que ha ocurrido y puedan estar preparados para afrontar todos sus temas personales, porque después de esto, todos sus problemas familiares y personales se harán públicos y nada volverá a ser lo que fue.- Pasaron unos segundo eternos y finalmente ella cobró valor;
- muy bien- dijo y se rascó la cabeza, demostrando mi acierto en escoger las palabras y las amenazas- Ella salió a eso de las diez de la noche, con alguien … que no era Condorito.
- un hombre- expresé, y a los pocos segundos me percaté de lo pueril de mi aseveración.
- sí, otro hombre, uno con el que se ve desde hace ya bastante tiempo, sin que Condorito lo supiera. No se adonde fueron, siempre que sale con él, ella se queda afuera y regresa al día siguiente.
- ¿se queda en la casa de él?
- no lo creo. Una vez que discutieron, ella me llamó para que la fuera a buscar a un lugar, un motel de esos que hay en las afueras, supongo que pasan la noche ahí para evitar las sospechas.
- ¿Quién es el hombre?- pregunto tanto por morbo, como por afán investigativo.
- ¿no lo adivina Capitán?
- no estoy para adivinanzas, Señora.
- el hombre, Capitán, es José Cortisona, Pepe Cortisona.
- estaremos en contacto – finalizo.      
Regreso al móvil y enfilo rumbo al motel de las afueras de la ciudad donde debía encontrar a la pareja de tortolitos. El camino estaba bordeado de pinos centenarios gigantes que lograban filtrar las primeras luces del amanecer. Le pido a la computadora que me prepare un espresso y que sintonice la radio de noticias policiales, mientras yo enciendo un habano apestoso. Hasta el momento las emisoras sólo habían logrado informar respecto de un crimen que generó un gran movimiento policial, sin que se conociera hasta el momento la identidad de la víctima. Luego pasé a las radios de farándula para saber si alguien había filtrado la información, considerando que este último medio pagaba muy bien por cualquier trozo de información que mis famélicos policías podían aportar. Sólo trataban el caso de Pirulete: “el futbolista del cómic Barrabases, creado por Guido Vallejos, historietista nacional tristemente célebre por compartir las mismas aficiones sexuales que se dice padecían otros genios de la literatura infantil, tal como Lewis Carrol, C.S. Lewis o J.M. Barrie., fue transferido al fútbol paquistaní en una de las transacciones más millonarias que recuerde nuestro fútbol. Pirulete, que con esto cobró notoriedad de escala mundial, se rumoreaba estaba saliendo con la modelo transexual argentina Valeria Porongazza, pero esta semana la Fifa prohibió la participación de jugadores de ficción en los torneos profesionales, con lo que transferencia quedó nula y el futbolista ha regresado al país, cesante y sin novia”. La noticia siguió alentando rumores y recién al llegar a la zona del motel, informaron que “existen versiones no confirmadas aún, acerca de que un importante personaje de la farándula, se habría suicidado producto de una desilusión amorosa. En pocos minutos tendremos noticias “in situ”, acerca de la identidad de la víctima”.
Producto de esos adelantos noticiosos, me pareció pertinente verificar las diligencias del traslado del cuerpo de Condorito, por lo que llamé al fiscal. Santibañez me informó que todo se había realizado con discreción y que el cuerpo ya estaba en la morgue para su examen por parte del equipo forense. El gordo fiscal Santibañez, me dijo que realizó las diligencias de levantamiento del cadáver y que había vuelto a su casa a dormir “hasta ahora”, expresiones que remarcó para manifestar su disgusto por mi llamado a esas horas. Corté y giré en la esquina, había llegado finalmente al nidito de amor de Yayita y su amante.
Hablé con el encargado del motel, me identifiqué y sin necesidad de apretarlo demasiado, me dijo que los tortolitos se encontraban en la habitación “6” desde hacía varias horas. Toqué la puerta reiteradamente hasta que una curvilínea figura femenina se asomó y cruzó como una sombra frente a la ventana junto a la puerta. Me llamó la atención que se levantara sin despertar a su acompañante, lo que sería la reacción más propia de una mujer, que  duerme acompañada por un hombre, y escucha que golpean la puerta de su habitación. No obstante eso, fue ella quien se acercó a la puerta y preguntó:
 - Pepe, ¿eres tú?
- No señorita, no es Pepe, es la Policía, el Capitán Nerobro de la Metropolitana, necesito hablar con usted. – se produjo un silencio por unos instantes.
- Un momento por favor- y dejó entrever un instante de vacilación – debo colocarme la ropa y le atenderé- finalizó.
Pude escuchar desde afuera como caminaba apresuradamente al interior de la habitación, recogiendo algunas cosas, papeles y botellas, para finalmente tirar de la cadena del wáter. No había que ser muy listo para comprender que había tenido una pequeña fiesta al interior y no deseaba que se le escrutase sobre ello. De cualquier modo, no era mi intención.
Mientras ella había tenido su pequeña fiesta particular, su novio, el popular Condorito, había sido brutalmente asesinado, destripado y arrojado a un tacho de basura. Esta no sería la mejor resaca de su vida y yo no era precisamente el analgésico, yo era apenas el inicio de una resaca moral apocalíptica.
Ella finalmente abrió la puerta. Estaba cubierta sólo por una bata verde agua que resaltaba el tono de su piel, y traslucía el contorno de sus pezones como suele ocurrir con todas las heroínas de los cómics. Llevaba el pelo desordenado y tenía los ojos color miel cansados y alterados, seguramente por la mezcla de sexo, alcohol y drogas vivida horas antes. Su característico lunar parecía tener vida propia. 
- ¿Me permite pasar?- pregunté mientras le mostraba mi identificación.
- Eso depende, ¿busca algo? ¿Alguien se quejó?- preguntó ella, en una actitud defensiva, pese a que no se encontraba en sus cinco sentidos.
- No estoy aquí en busca de drogas, ni me interesa lo que hace usted en su tiempo libre señorita, vengo a traerle noticias, muy malas noticias.
- ¿malas…?
- Se trata de su novio o amigo, o lo que sea que haya sido de usted. Se trata de Condorito. Le han asesinado… esta noche. Apareció muerto en la calle Copiapó a la altura del 1869, dentro de un contenedor de basura.- Yayita quedó rígida, en schock, como si el mundo se hubiese congelado unos instantes - lo siento- agregué al darme cuenta que no le había ofrecido aún mis sobradas condolencias.
Ella se sentó en un borde de la cama y sacó un paquete de cigarrillos de un bolsillo de la bata; “¿puedo?”, preguntó suplicante, exhibiéndome un tabaco orgánico que había sido declarado de consumo ilegal por salubridad pública hacía 120 años atrás. Asentí, mientras evitaba mirar la perfección de sus pezones de historieta, hasta que ella encendió el cigarrillo y su olor a tabaco sin alteraciones genéticas se esparció por el pequeño cuarto del motel. Se levantó de la cama y el movimiento que hizo corrió la bata al levantarse y reveló que no llevaba puesta ropa interior en la parte baja. Abrió el frigobar y cogió un botellín de ron dándose un gran sorbo para coger valor.
- Estábamos un tanto alejados- dijo finalmente- Claro que eso, él no lo sabía. El creía inocentemente que seguíamos siendo los Condorito y Yayita de siempre. La popularidad es algo difícil, ¿sabe?, no sólo para él, también nos llegó a nosotros, al resto del elenco. Las fotos como modelo, las invitaciones, las amistades. El no soportó tantos ojos pendientes de mí, estaba obsesionado- manifestaba fumando al borde de la histeria- estaba celoso todo el tiempo, se volvió insoportable - y en ese momento me miró a los ojos con firmeza y sequedad - llegué a odiarlo, llegué a odiarlo como se odia a un Dios. A un dios que te prohíbe la manzana que te coloca en frente cuando tienes tantos deseos de morderla. El no era lo que se dice precisamente un santo. No era el simpático pajarito de la historieta todo el tiempo, a veces era violento. Cuando se emborrachaba, cosa frecuente, terminaba llevando de esas putas mecánicas a la casa para hacer toda clase de marranadas en las que me incluía. Después terminaba por horas abrazado al wáter vomitando las tripas. Claro, más tarde aparecía muy campante en la editorial para generar la revista, donde no se mostraba más que el lado simpático del pajarito y la incondicionalidad de su amor por mí. Maldito imbécil.
- José Cortisona, ¿hasta qué hora estuvo aquí?- pregunto tratando de sorprenderla, pero ella no se sorprendió.
- Hasta hace poco menos de media hora.
- ¿A dónde se fue?
- A donde más… a su casa, con sus hijos y su mujer, antes de que ella despierte y no lo encuentre durmiendo a su lado.
- ¿Desde qué hora estuvo aquí?
- Desde que llegamos juntos a eso de las doce.
- ¿Alguien puede confirmar que estuvieron aquí desde esa hora?- pregunté aun sabiendo que para conocer la respuesta, bastaba con chequear el registro de video del motel.
- La gente que llegó con nosotros, la modelo y productora porno conocida como Barbie Superstar, junto al actor Víctor Campofrío,- este último era un actor porno que se hizo famoso por ser el supuesto hibrido creado en base al ADN de la Quintrala con Víctor Jara. -  Se fueron hace dos horas – prosiguió Yayita - deben estar en la casa de la actriz. Queda junto a su productora Multiplexxx en la Avenida Longueira, en el barrio rojo de la ciudad, ellos pueden confirmar la historia, si es lo que busca. 
 En ese momento comenzamos a escuchar, como el estruendo de muchos vehículos, se agolpaba en las inmediaciones del motel y nos percatamos entonces, del movimiento de tropas periodísticas instalándose en las afueras de la habitación. Había que reconocerles mérito a los periodistas de farándula, lo habían descifrado antes que los policiales. Corrí un poco la cortina y pude observarlos preparándose para su festín. Alguien se había ido de boca. Era martes, pudo ser Merino. Observé a Yayita, me despedí con un movimiento de cabeza y le dije que la citaría cuando fuera necesario contar con su declaración oficial. Salí de la pieza, y micrófono en mano, se acercaron corriendo un grupo de entusiasmados periodistas de no más de quince años de edad.
 - No habrá declaraciones muchachos, vayan a dormir, son casi las siete y estoy agotado.
Esto recién comenzaba, y aun cuando no era mi intención, terminé esbozando una sonrisa. La primera en años. Yo volvía al ruedo, por última vez.


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