domingo, 21 de junio de 2015

Últimas lecturas: Sumisión, colección & Mujeres

En materia de libros y mujeres, confieso tener un comportamiento similar. Me gusta la variedad, leo varios libros a la vez y tengo serios problemas para dejar de leerlos aun cuando realmente no me gusten. Sigo esperando que ocurra algo extraordinario, un vuelco en la historia o por último un desenlace brutal. Como en los libros y la vida, a veces llega ese buen desenlace, y en otras no, y me doy cuenta tardíamente que todo ha sido una gran perdida de tiempo. Pero qué puedo hacer, soy un coleccionista de todo. He coleccionado desde gatos, hasta enfermedades venéreas (curables gracias a Alá), pasando por colecciones de viejos VHS, concurrí feliz al timo de los discos láser, llegué a los DVDs de El Padrino, Tarantino, Star Wars, Scorsese, Clint, y llegaron los Blue Ray sucumbiendo una vez más, tal y como me ocurre con los cómics de todo el mundo y diferentes épocas, muchos de los cuales aun no termino de leer. 
Colecciono también proyectos e ideas que no llego a concretar, y así es que he ejercido distintas ocupaciones, desde bombero chico bueno hasta sucio y obscuro abogado de Compañía de Seguros,  he tirado pala como obrero de la construcción en la piscina de un ingeniero químico que se hizo millonario vendiendo ácido sulfúrico a México, una década antes de Breaking Bad!, y hasta he trabajado de cajero en un Outlet de ropa para mujeres gordas. He sido profesor universitario con el récord moral de no haberme follado a ninguna alumna. He sido administrador de un municipio, guardia de seguridad en un concierto de los A77aque, sereno en un complejo turístico, mozo en una schopería y hasta fui misionero religioso golpeando puertas acompañando a un elder gringo. En suma, me gustan las colecciones de todo tipo, es la única manera de mantener mi atención en la vida y en cada cosa que hago.
Ya que partí hablando de mi conducta frente a los libros y las mujeres, quiero hace reflexiones sobre esta materia a la luz de mis últimas lecturas. Leí "Sumisión" de Michelle Houllebecq, uno de mis escritores favoritos, quien nos presenta una sociedad supuestamente distópica, donde el Islam con su doctrina se ha apoderado de la tierra de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Digo "supuestamente" distópica, porque confío en el buen humor de Houllebecq, y difícilmente intentaría hacer una denuncia de los males del Islam en Occidente, que nunca ha sido un tipo de brindar lecciones morales, es más, así como en "Plataforma" nos entregó una obscura, realista y tentadora visión del turismo sexual, creo que en esta pasada, como suele ocurrir con los genios, una vez más nos ha metido el pico en el ojo, y no vende el mismo producto reciclado. Así como Andrés Calamaro constantemente se viene plagiando a sí mismo en cada disco nuevo, el franchute nos entrega, a los hombres (exclusivamente), bajo una mascarada de satírica y distópica deconstrucción de la sociedad occidental, una visión bien tentadora de cómo podrían ser las cosas, si los pelo en pecho nos pusiéramos los pantalones y estuviésemos una vez más al mando.
La explicación científica de que la poligamia es fruto de un orden natural y evolutivo (los designios del Creador se manifestaban a través de la selección natural: gracias a esta, las criaturas animadas alcanzaban su máxima belleza, vitalidad y fuerza. Y entre todas las especies animales, de las que el hombre formaba parte, la ley era la misma: solo algunos individuos estaban llamados a transmitir su esperma y a engendrar la generación futura),  sumado a la perfecta sumisión de las múltiples esposas a sus maridos, hombres que en Occidente difícilmente llegarían a encontrar una mujer con quien casarse y que viven condenados irreversiblemente a llegar al fin de sus días esperando morir como perros abandonados en un asilo, tienta.
Por qué una vida de abandono, si puedes tener una familia de muchas esposas e hijos que te honrarán? Y eso además te lo proporcionará la propia sociedad, de manera justa y retributiva con tus capacidades intelectuales!! 
Es esa una sociedad realmente distópica o se trata más bien de una propaganda burlona sobre el paraíso perdido, un discurso de tentaciones fácilmente asimilable por ese que añora una vuelta a las tradiciones familiares? 
No por nada Vladimir Putin observa con espanto que Rusia pueda permearse con las ideas del mundo Musulmán, no porque sean nefastas, sino porque son fácilmente digeribles para el hombre ruso promedio, alcoholizado y abandonado de si. Una tentadora puerta de bienvenida a un nuevo orden social.
Y qué pueden decir las mujeres al respecto? Habrá que esperar. Llegará el día en que tal vez pagar la cuenta en el restaurante no les parezca tan emocionante después de todo.
Estoy consciente de que puede sonar machista todo lo que he dicho. Me importa poco, ciertamente, tengo muy clara mi sensibilidad y aunque el resto de los hombres quiera negarlo frente a su mujer, es una verdad, a todos nos encantaría tener un Harém. Por eso he preferido sincerar las cosas desde las primeras líneas de esta nota y reconocer que es una necesidad biológica de mi parte, para mantener mi concentración, para preservar la especie, leer varios libros a la vez. Capicci?
Ahora, como lector y proyecto de narrador, y por muy marica que me arriesgue a parecer, estoy constantemente en la búsqueda de "mi lado femenino", y por ello es que trato de mantener lecturas de voces femeninas. No son mis favoritas, creo que el mercado literario femenino se ha sobresaturado de novelas rosa quejumbrosas donde los hombres somos retratados como bestias a las que se nos levanta el pene, la metemos con fuerza, eyaculamos de manera precoz y luego nos emborrachamos y las golpeamos o las engañamos. La exitosa 50 sombras vuelve sobre lo mismo, sólo que el degenerado héroe es encantador porque es millonario, apuesto y pichulón. Pero bueno, coincidamos en que es literatura rápida como la comida del Mac Donalds con un toque de yohimbina que ha permitido que millones de mujeres se mojen fantaseando un rato, y les den ganas de coger duro con su marido barrigón, y dejen de pensar en la pendejada de "hacer el amor". Es un avance. Lo agradezco más que una llorosa Marcela Serrano, evidentemente. 
En mi búsqueda del yo femenino literario me he bancado el "Nosotras que nos queremos tanto" y pese a que soy reacio a dejar los libros sin terminar, este es uno de esos (2666 de Bolaño no cuenta por otras razones), y asumo que me ocurre esto principalmente con libros escritos por mujeres, desde El Diario de Ana Frank, La elegancia del Erizo de Muriel Barbery, los textos de Ángeles Mastretta y los entretenidos Best Sellers de Isabel Allende que siempre me parecen sospechosamente tributarios de la moda literaria del momento (desde el realismo mágico, hasta El Niño Mago Mapuche, en pleno climax de los libros de Harry Potter).
Estoy leyendo en estos momentos, el último premio Alfaguara de Novela, como aquel tipo que vuelve a arriesgar su dinero en el Pepito paga doble a sabiendas de que es un fraude. Con la sola excepción de El vuelo de la Reina de Tomas Eloy Martinez, Alfaguara me ha vacunado crónicamente con sus premios y lo que ha ocurrido con la última novela de Alejandra Costamagna (primera y última para mi), no ha sido la excepción. 
"Contigo en la distancia", título arriesgado y profundamente comercial, es sin lugar a dudas, una narración empalagosa, de redacción muy correcta. Lenta como un bolero, con una trama ingenua y la vacuidad de quien vive en un mundo muy, pero MUY aburrido y trata de narrarlo para deleite de si mismo. Además, ha cometido la arrogancia de narrar en primera persona masculina a uno de sus personajes, sin lograrlo de manera vistosa, pues lo ha hecho hablar de una forma tan ingenua que llega a ser ridícula:
"Después de conocerla, me fue difícil sacármela de la cabeza, y en los meses siguientes sería su imagen la que me acompañaría en mis masturbaciones. Tenía la ilusión de que ella se pondría en contacto conmigo, de que ese encuentro hubiera significado algo también para ella. Pero no lo hizo ni yo tampoco lo intenté. Cuando cursaba mi cuarto año de arquitectura, nos encontramos en una exposición y esa misma noche terminamos haciendo el amor en el departamento que ella compartía con un par de amigas.”
Como consejo considere la autora, que cuando un hombre se masturba no piensa en que hace el amor, simplemente nos corremos la paja pensando en una o varias  minas, conocidas o no, a las que en nuestro imaginario animal, les queremos dar como caja, okey? No crea si un hombre le dice lo contrario, seguramente esos mismos también le dirán que las películas porno le parecen aburridas, decadentes y que no lo excitan, que prefieren algo menos explícito. Lo dejo a su criterio, pero pregúntese por qué la industria del porno es una de las más prolíficas del mundo.
Gracias a Alá, también han llegado a mi sucias manoplas, narraciones estupendas de escritoras.
De las sumisas de las 50 sombras, pasamos por Sumisión y desembarqué en el feminismo islámico de Brigitte Vasallo y su "PornoBurka". El texto es gracioso y nos abre las puertas a la discusión sobre si el feminismo islámico es o no un oximoron, y si el Burka es un símbolo religioso a respetar dentro del pluralismo, especialmente por quienes abrazan las libertades, o si es un símbolo extra- religioso de pura y simple dominación masculina que es aprovechado y desvirtuado por el Islam. Por qué los paladines del progresismo se santiguan y escandalizan ante una mujer con burka, y sin embargo respetan con total convencimiento, la libertad sexual en todas sus especies, llegando aun a respetar prácticas de sumisión como el "bondage". La multiculturalidad y la tolerancia amenazadas en sus propias leyes es lo que propone el texto, en una visión delirante de una Barcelona decadente que navega en bordes muy difusos. Entretiene. Se puede encontrar en la página de la autora, vía descarga gratuita, por si les interesa.
Siguiendo con las narradoras, que no digan no que no les doy oportunidad. Jean Rhys, del "Ancho Mar de los Sargazos", es una de mis lecturas esenciales. En el pasado disfruté a concho con "El Daño" de Andrea Maturana, la adelantada "Ley del Amor" de Laura Esquivel (flagrantemente plagiada por el gringo David Mitchell el 2004 en Cloud Atlas) y "A Tango Abierto" de Ana María Del Río. Recomendables las tres.
Finalizo con Selva Almada, no es ningún descubrimiento, "El Viento que arrasa" es sólida, en argumento, ambiente, personajes y golpes en el cuero. Si te gusta Soriano, Almada te va a dejar satisfecho y sin quejas de ningún tipo. Como un buen asado ancho a punto. Recomendable al cien por cien, y leerlo escuchando The American Volumen III de Cash, es el extasis del ocio.
Cuando termine con "Verano Robado" de María José Viera-Gallo, les cuento que tal. Me costó nueve lukas en una librería en Iquique y espero no arrepentirme. De momento va muy bien. Al menos, aun no me dan ganas de abandonarlo. No creo. Algo me dice que Matías Vicuña, ya no está más de guardia entre el centeno.




jueves, 18 de junio de 2015

Recetas Calavera: Ceviche de Cochayuyos con mango

Tras algunas temporadas sórdidas y excesivas, el cuerpo me pasó la cuenta y me exigió un respiro. Estoy hablando de lo que ocurre después de esas jornadas que los rusos llaman "zapoi", es decir, no una simple resaca o una caña moral. Me refiero a que iniciaste la tarde jugando al ajedrez con los viejos del club y una semana después apareciste en un puente en el sur del país amarrado a una cuerda de Benji en la cintura sin saber por qué, en el mejor de los casos, o bien despertaste abrazado al water en el departamento de una mujer pintarrajeada que te triplica la edad.
Cuando estas cosas ocurren, porque ocurren, el cuerpo te va a pedir un reposo. Ha sido ya  demasiada juerga,  semanas que no distinguen entre días laborales y festivos. Asados y garrafas nocturnas, mesas de dominó, costillares de puerco, vino, morcillas, levantadas temprano, aguante diario a base de café, y más noches, insomnio, encuentros sexuales en lugares insospechados, y una mala alimentación crónica. El resultado es evidente. Un cuerpo ácido, deshidratado, piel seca, barriga de Barney de los Simpsons, piel amarillenta que parece con ictericia, el hígado hecho mierda y el páncreas en serio riesgo de generar resistencia a la insulina.
Consciente de mi inconsciencia e irresponsabilidad, me aboqué a las búsqueda de alimentos que permitiesen reconstruirme, y así inicié la preparación del plato que hoy les presento. 
Pretencioso como soy, primero busqué la forma de deshacerme de la barriga y el exceso de grasas polinsaturadas que me tenían convertido en un puerco de criadero. 
Por años he buscado el camino fácil así que en principio pensé que existía alguna pildorita mágica, un reduce fat fast, no more pig, flacolax, esbeltiya!, y etcétera. En esa búsqueda, me di cuenta que gran cantidad de las pastillas para adelgazar, "naturales", contenían extracto de Durvilaea antarctica, que no es más que el humilde cochayuyo chileno.

El cochayuyo, cuyo nombre científico es Durvillaea antarctica (esta información la he pirateado de páginas web que a su vez las han pirateado de algún libro de biología marina sin citas), es una alga comestible de la familia de las Phaeophytas o algas pardas, alimento tradicional de las comidas chilenas, que la gente de mi generación detesta porque sus padres los obligaron a comer en la infancia. Fuera de esa tragedia, el alga posee un alto contenido en fibra y un casi nulo aporte de grasas. Su papel en la alimentación es muy valioso debido al aporte de ácido algínico, minerales y oligoelementos. El ácido algínico es un tipo de fibra soluble formada por polisacáridosque forma un gel en contacto con el agua, por lo que estimula la saciedad. Esa fibra se llama mucílago, y captura los jugos gástricos confiriéndole al alga propiedades antiácidas, por lo que puede ayudar a mejorar la gastritis y el estreñimiento, por su característica diurética y al mismo tiempo, esa fibra se convierte en un gel que evita la reabsorción del colesterol biliar. Debido a que el 50% de este alga es fibra, y a que contiene muy poca grasa (0,27g por cada 100g de alga), es imposible obviar los beneficios que nos puede aportar en dietas de adelgazamiento.
La fibra que contiene el cochayuyo, junto con su riqueza en minerales, resultan beneficiosos para la salud cardiovascular, en enfermedades como hipertensión, colesterolemia, etc., patologías normalmente asociadas a personas con sobrepeso u obesidad. Además el cochayuyo es un alga rica en  magnesio y calcio, minerales involucrados en la contracción muscular de las venas; y oligoelementos, micronutrientes importantes para la mineralización del organismo.

Yo recordaba que el cochayuyo en mi infancia era un asco, una cosa obscura y viscosa que me era semejante a comer la mierda del Alien de Giger, así que probé distintas fórmulas hasta que me dí cuenta que el gran problema es la cocción. Cocerlo desprende ese olor nauseabundo, lo deja viscoso y pierde buena parte de sus nutrientes. Así que bastaba con hidratarlo con un poco de agua tibia y evitamos esos inconvenientes. 

Qué preparación puede servir, pues un ceviche, pensé, y meme aboqué a buscar otros ingredientes, igualmente saludables. Lo típico de un ceviche para su sabor, y así me decidí por la cebolla morada (la cebolla tiene efectos desintoxicantes y diuréticos), ajo (excelente bactericida y limpiador del hígado, además de espantar a los vampiros), limón (evidente ingediente, que combate la acidez del PH en la sangre, responsable de tumores y enfermedades surtidas), ají rocoto (para el picor, alargar el pene y acelerar el metabolismo), choclo peruano o maiz cancha y mango para contrarrestar la acidez, bajar el gusto del cochayuyo y dar un toque suavemente dulce al paladar, junto con darle sofisticación al plato.

Incorporé el MANGO, no sólo por su potente capacidad científicamente comprobada de potenciar los efectos del THC de la mariguana, sino también por otras propiedades menos lúdicas. Se trata de una fruta tropical originaria de Asia. Entre sus componentes, es rica en azúcares naturales, fibra, vitamina C y es una de las frutas más ricas en betacarotenos para mantenerse joven.

Entre las propiedades del mango para la salud destacan: 

- Es una de las frutas más antioxidantes, por su riqueza en ácidos (málico, palmítico, p-cumárico y mirístico), vitamina C y, especialmente, por su alto contenido en vitamina A, es capaz de aumentar las defensas  del organismo y neutralizar los radicales libres formados por la oxidación, el humo o la contaminación. Los mangos ejercen una función anticancerígena muy efectiva otorgada tanto por estas vitaminas como por su riqueza en flavonoides, entre los que destaca la quercetina y el camferol

Para el jugo de limón recomiendo el Limón de Pica. Conocido bajo el nombre científico de Citrus aurantifolia (Christm.) Swing, el limón de Pica corresponde a un fruto esferoidal y elíptico, de 3 a 4 centímetros de diámetro, con pulpa uniformemente verde y tierna, así como pequeñas y finas vesículas. Su abundante jugo de color amarillo-verdoso es de sabor ácido y presenta un fuerte aroma, mientras que su piel posee glándulas de aceite inconspicuas. Las principales diferencias con otras limas ácidas -como el limón Sutil de Ovalle o el de Piura, en Perú- son su alto volumen de jugo, presentar un mayor peso total y más alto contenido de aceites esenciales, como Cumarinas y Terpenos, siendo estos últimos los que le otorgan su aroma particular y único.

La preparación es la siguiente: 

Humedezca con agua tibia por media hora las varas de cochayuyo para que se hidraten, cuélelas, y córtelas en cubos (igual que un ceviche de pescado).

Aplique el jugo de limón. Recomiendo para el limon de pica, exprimir a mano para que no se ponga amargo (apretujar con la mano con fuerza, sin poner en aparatos exprimidores que lo oxidan muy rápido). Aplique el ajo, la cebolla morada ya cortada fina, al igual que el mango cortado en julianas con piel. Aplique también choclo peruano cocido y una vez mezclado, deje macerar en el refrigerador enfriando.

Sirva con un buen chardonnay bien helado, pero cuidado con el exceso, no vaya a partir con la copa y despertar en Siberia producto de Zapoi, que la idea es mejorar la condición física de los calaveras.
 Un vaso de agua también le sienta bastante bien.

La borrachera de los Legisladores. Reflexiones en torno al Ferrari deVidal y la Ley Emilia.

Veo el Ferrari de Vidal y reflexiono. Hablo desde la reincidencia, lo confieso. Pese a que tengo estudios superiores, posgrados y supongo, un coeficiente intelectual normal, hablo desde la reincidencia, como el burro más porfiado de todos, desde la trinchera de los que se equivocan no una sino que mil veces, lamentablemente. Pero ojo, soy uno de esos que procura dar la cara y que  siempre paga por sus pecados. Al mal paso darle prisa.
El súper futbolista chileno Arturo Vidal, tuvo que pegarse un cagazo para que buena parte del pueblo chileno empatizara, sólo ahora, con el revés de la moneda en los accidentes de tránsito causados por el consumo de alcohol. Pasión futbolera aparte, apenas unos días antes, se anunciaba con orgullo en las noticias, que caía la primera condena por la aplicación de la Ley Emilia sobre un joven de menos de treinta años, que ocasionó un accidente con resultado muerte, por conducir en estado de ebriedad. 
Le cayeron NUEVE años de cárcel. Su madre gritaba desconsolada en el Tribunal, y los padres de la víctima expresaban su comprensible satisfacción. Hay que estar en los pantalones de uno y otro para comprender esos dolores tan distintos y a la vez tan similares.
A mi me pareció una condena brutal, draconiana, sin sentido para un hombre tan joven, por demás. Un castigo si, claro. Mató a alguien, debía pagar. Pero ese chico pagará una condena tan fuerte o peor, que aquella que le corresponde a un homicida, a un tipo que dolosamente, con intención de matar a otro, sea de una cuchillada, estrangulándolo o por un cobarde balazo, toma la vida de otro, y que sólo recibirá penalidades que van de entre 5 a 15 años, y que además tendrá posibilidades de acceder a beneficios penales, en tanto que el tipo ebrio que mata a otro manejando un vehículo en un accidente que probablemente ni recordará, arriesga desde tres y hasta diez años, sin derecho a beneficio de ningún tipo.
El primero quería matar a su víctima, el segundo no tiene idea de lo que hizo, jamás lo buscó, su "dolo" consiste únicamente en ser tan borracho, que fue incapaz de representarse el daño que podía causar a otro inocente con su conducta.
Sin embargo, la condena fue aplaudida, y muchos recordaron la impunidad del hijo de un Senador que mató a un gañán, escapó, ocultó pruebas y quedó libre. Ah, ojalá le hubiera caído la Ley Emilia a ese maldito, pero lo cierto es que no fue la falta de la Ley Emilia lo que facilitó que Martín Larraín librará impunemente su asesinato, sino la pusilanimidad del Poder Judicial chileno.
Cuando murió la bebita Emilia por culpa de un conductor ebrio, y pese al dolor que nos causó como sociedad, los accidentes de tránsito causados por ebrios siguieron, y ello ha persistido aun cuando se hayan recrudecido las penas. Aun cuando exista la fundación Emilia, seguirán ocurriendo, y saben por qué, porque el Estado pretende actuar con la hipocresía sin sentido de esos bares que tienen un letrero que dice "en este bar no se admiten ebrios", en circunstancias de que su negocio es precisamente emborrachar a la gente. 
La solución al problema no es el recrudecimiento de las penas, la solución es evidente. Por ejemplo, nos dimos cuenta que es necesario que los niños vayan en asientos especiales no sólo siendo bebes sino que durante toda la infancia, y entonces se exige que los vehículos incorporen y adapten sus asientos de niños. En ningún caso se ha planteado meter presos a los padres cuyos hijos mueran en accidentes de tránsito causados por una inadecuada tecnología de seguridad vehicular, seria absurdo, sino que se exige la incorporación de esos dispositivos, porque esa es la verdadera solución al problema, con ello evitamos las muertes efectivamente, porque eso es lo que se busca evitar, porque meter gente presa no solucionaría nada.
Si fuéramos menos hipócritas, podríamos reconocernos como un país enfermo de tristeza crónica, pletórico de hombres impotentes y alcohólicos, amén de mujeres solitarias, exitistas, ravotrilizadas, y promiscuas cargadas al pisco sour. En suma, una masa crítica de engendros nostálgicos que buscan la euforia y la paz. Sólo así, comprenderíamos que los borrachos van a seguir siendo unos borrachos y como tales, sin razón ni voluntad, seguirán manejando tan borrachos como siempre, con o sin castigos ejemplares, con o sin licencia de conducir. A no ser que les quitemos la ecuación botella-vehículo, todo seguirá siendo igual, porque no conozco a ningún borracho que se abstenga de manejar, sólo porque no porta su licencia de conducir, es decir, el tipo está borracho, no le importa manejar borracho, por qué podría importarle no llevar licencia, permiso de circulación, anteojos, luces en buen estado, neumáticos con aire o el miembro afuera. Un borracho no teme irse preso, arrojarse contra la casa de su ex mujer, no teme morir o matar. El tipo está borracho, no razona, ni aunque la ley le ofrezca una lapidación, una violación masiva, tres cadenas perpetuas o la pena de muerte. No piensa en nada, está borracho. 
La solución está en comprender, que éste es un país de tristes borrachos sin más talento, que el de hacerse trampa a sí mismos. La única solución posible, es dejarlos sin la posibilidad “real” de que manejen su automóvil. Existe un dispositivo de alcohotest que sirve para eso, permite inhibir el funcionamiento del motor si el conductor sopla el aparato y ha bebido, bloqueando el motor y evitando que arranque. ¿Alguna persona sobria sería tan estúpida como para soplar el dispositivo por un ebrio y permitir que este se vaya conduciendo? No, a menos que sea alguien que quiera dañar al borrachín. Es caro de implementar, claro que sí, pero debiéramos partir con obligar a los reincidentes; darles tratamiento Ludovico por la adicción o el abuso, meterles un pellet por el culo o que se yo, obligarlos a instalar el dispositivo alcohotest en el motor de sus vehículos. No sabemos si el tipo habrá dejado la botella, pero podemos evitar que conduzca su auto cuando salga de farra. No es popular. Claro está, todos prefieren una pena draconiana e inútil, y nadie aun ve el negocio en dispositivos para ebrios. Habrá que esperar hasta que algún amigo de una autoridad inicie el negocio de importaciones del aparato, y se termine convirtiendo en una política pública. Mientras tanto, la política pública seguirá siendo levantar a las ovejas a las cinco de la mañana, meterlas apiñadas en el Tran-Santiago, encerrarlas en su cubículo a producir dinero para algún sujeto anónimo que aun no se levanta, y no devolverlos sino hasta la noche a su casa en que los espera una familia agotada, una mujer a la que se la folló el jefe en el recreo, una hija casquivana que se la folló la selección de fracasados del liceo municipal, un hijo medio autista de los video juegos, y un fin de semana rebosante de alcohol y grasas saturadas, mientras que por la televisión el gobierno pone a una rubia importada que se come una manzana verde y te invita a “vivir sano".
Hace algunos años una compañía chilena puso a la venta un dispositivo llamado Alcostop, que instalado costaba algo así como unos 200 mil pesos chilenos. Cuantos accidentes, muertes, y condenados nos habríamos evitado si ello hubiese sido una política pública como uso del cinturón de seguridad, el doble airbag o las sillas de niños, en vez de andar recrudeciendo penas de manera irresponsable y populista?
Esa empresa ya no existe, no le fue bien, porque nadie va a colocar con dinero de su bolsillo un dispositivo responsablemente, si algunos aun creen que "curao manejo mejor". 
Nuestros patéticos parlamentarios debieron legislar en este sentido, antes de escuchar a las asociaciones de víctimas y darles la razón en su dolor infinito. No se puede legislar en base al dolor infinito, porque ello no es racional, pero nuestros legisladores, bueno, son lo que son.
Qué harán cuando los familiares de las víctimas de los accidentes de tránsito por culpa del uso del celular exijan el recrudecimiento de penas? También enviarán diez años presos a esos estúpidos conductores?
Porque fíjense ustedes que las compañías de seguros en California no cubren daños a terceros si estos van texteando y ello porque escribir mensajes de texto al conducir en carreteras causa hasta 4 veces más accidentes vehiculares que manejar alcoholizados, según reveló un estudio que divulgó la Universidad de California en San Diego (UCSD).
Cual es la diferencia entre un sujeto que maneja ebrio y mata a alguien y otro que estando sobrio lo hace por ir preocupado del teléfono? El resultado es el mismo. Y por qué el primero, que probablemente es un enfermo alcohólico que no controla la bebida ni su razón, puede ir preso 10 años sin beneficios por matar a alguien, mientras que el estúpido sobrio que conduce texteando, sólo será castigado como autor de un cuasidelito con un máximo de hasta 540 días, que podrá cumplir en libertad con pena remitida firmando en gendarmería. Y no, no estoy pidiendo recrudecer las penas para los tontones del celular.
La diferencia entre uno y otro caso es que los papás de la bebita Emilia, hicieron la pega que corresponde a las víctimas desde su dolor y su sentido de justicia, en tanto que los Legisladores, sucumbieron al populismo y dictaron una Ley mala, que se basa en el resultado, que envía presos a personas probablemente enfermas, que castiga al que tiene la mala suerte de ocasionar peores resultados por su borrachera, que castiga al borracho con peor suerte, leí por ahí, porque se va preso si causa lesiones y eso sólo es una cuestión del destino. En suma, que no obstante existir mecanismos técnicos para evitar las desgracias, el Estado se comporta como esos bares hipócritas que no toleran a los borrachos, aun cuando ellos mismos se enriquecen embriagándolos.
Ojalá el Ferrari de Vidal los haga reaccionar de manera competente. Salud.


sábado, 6 de junio de 2015

De por qué amo a los gatos y odio a las suegras.

Quiero dejar muy en claro, que mi malestar respecto de las suegras, guarda relación únicamente con el concepto, la abstracción compleja del término "suegras". Se trata de una lucha con su esencia más intrínseca, una cuestión ontológica, por lo que no busca particularizar la odiosidad con ninguna persona concretamente. Por lo mismo, advierto desde ya, a quienes sufran de la misma odiosidad, que no intenten en sus casas jamás el ejercicio de fastidiar a sus suegras. Es peligroso y nunca, atención, NUNCA, van a ganar, como podrán observar a través de mi triste experiencia. 
Al igual que en los Casinos, siempre gana la casa y en cuestiones de amor, las suegras son lo peor.
Es lo que traté de explicarle a un amigo que solía fastidiar a su suegra los pocos días del año en que ella los visitaba. Para qué hombre, no seas huevón, le advertí, lleva la fiesta en paz, por último hazlo por amor a tu mujer.
Le relaté la historia de un viejo cliente y su tragedia, a fin de persuadirlo a que terminara con su estúpida provocación. Se trataba de un hombre que llegó a mi consulta porque quería divorciarse de su mujer. Ambos eran uniformados y vivían con la suegra metida en la casa. El la detestaba y aun cuando todavía quería a su mujer, no la amaba lo suficiente como para seguir bancandose a la vieja insoportable. El tono de su voz, su aroma, "el sonido que hace al mascar me está volviendo loco!", me decía el hombre. 
El asunto es que la suegra se olió el asunto y preparó un plan para cargarse al sujeto antes de que se divorciara de su hija, pues casados en separación de bienes como estaban, no le convenía el divorcio. Para su princesa, era mejor la herencia. Aprovechando una ocasión en que su hija estaba de guardia, le preparó una cena a mi cliente. Un jugoso filete con papas y un buen vino, sorprendieron al hombre que se los zampó agradecido y asombrado. Eso fue lo último que logró recordar, hasta que despertó desnudo en su cama, con los gritos destemplados de su mujer apuntándole con su arma de servicio, y los gritos mujeriles despavoridos de un travesti que trataba de cubrirse a su lado de la cama. Luego el sonido de los disparos y la voz de la suegra en la obscuridad: "hombre asqueroso".
Según mi cliente, la suegra le puso algo en el vino en la cena, lo durmió, contrató a un puto y llamó a su hija, quien al llegar reaccionó como reaccionaria cualquier mujer con licencia para portar armas frente a esa traumática escena. Lamentablemente para la suegra, mi cliente sobrevivió los disparos, aunque lo dieron de baja del ejército y su historia fue un festín en la prensa pop: "mujer balea a oficial de ejército tras descubrirlo atravesado con el fusil de un travesti".
Mi amigo me mira con cara de no creer lo que acabo de relatar, pero le aseguro que es cierto, que puede buscar en internet la historia si quiere confirmarla. Insisto en recordarle que con las suegras hay que ir con cuidado, que es mejor cultivar la paciencia antes que botarse a cabrón, y eso que yo tengo también mis motivos para detestarlas.
Así como detesto a las suegras, adoro a los gatos, y ojo que no soy homosexual. Baudelaire los amaba y hasta les dedicaba hermosos poemas (ven bello gato a mi amoroso pecho), Joaquín Sabina (más amante de gatas que de perros), Haruki Murakami y Charles Bukowski, también. Las razones, seguro son las mismas para todos. Los gatos no fastidian, son suaves y eléctricos, son tigres en bonsai, ninguno es igual a otro, tienen verdadera personalidad como Charly García y sólo hablan con aquellos que consideran dignos de ese privilegio. Al resto, con quienes no comparten, los consideran seres insignificantes, aburridos elementos de relleno. ¿Cómo no disfrutar de semejante compañía?
La primera chica de la que me enamoré, precisamente tenía cara de gato. Se parecía a "Benito" de la pandilla de don Gato, pues era bajita, de rostro redondo y un culito "perfect". Nos divertíamos en grande bebiendo y follando como conejos pubertosos. Bebíamos ron de marca "ron silver", también  abundante cerveza, nos tocábamos como gatos en celo y ni bien pillábamos una pieza vacía, un baño desocupado o un rincón obscuro, ya estábamos otra vez dándole guaraca. En ocasiones yo me metía por las noches por la ventana de su departamento, que estaba en un primer piso, directamente a su pieza, que quedaba al lado de la pieza de su madre, y en un acto de irracional adolescencia, intentábamos infructuosamente practicar sexo anal. Como todos sabemos es una práctica dificultosa, y así por el ruido que metimos intentando hacer la magia, en una ocasión terminé escondido bajo el catre de su cama, observando los pies de la suegra, como observaba el gato Tom de "Tom y Jerry" los pies de su ama, revisando la habitación aromatizada por nuestros genitales, mientras chica gato se hacia la dormida ronroneando para no levantar sospechas.
La suegra podía olerme, así como yo olía que no le gustaba nada mi presencia  de rockero flacucho para el brillante futuro universitario que tenía trazado para su princesa, quien con los años se convirtió en la versión femenina del Dr. House. Bueno, nunca tanto genio, pero es lo que me digo cuando la veo manejando su Mercedes, al recordar con una sonrisa nostálgica que follábamos sobre el comedor de la casa de mis viejos, cuando Austria le empató a la selección en el último minuto, en Francia 98, y tuve el orgasmo más triste de mi vida.
Con los años, más maduro, volví a enamorarme. Tras perder a chica gato, me dediqué a coleccionar gatos de verdad y logré traspasar esa afición a mi nuevo amor. 
Mi nuevo amor fue una chica flaca y diminuta, con la frente y el cabello de un araucano, ojos de perro con distemper y una linda nariz que parecía tener vida propia. Ella venía a estudiar desde un pueblo rural, desgraciado y sucio que quedaba en las inmediaciones de Santiago, donde su familia vendía verduras en la feria. La llamaremos para estos efectos como "la Flaca Rural". 
Se trataba de una mujer planita, arrogante y pendenciera, a la vez que divertida, floja como gato de chalet, aunque ambiciosa como judío en novela italiana, lo que puede parecer contradictorio, pero que no lo es realmente. Los flojos son los sujetos más ambiciosos del planeta y prueba de esto, es que han logrado que el resto trabaje para que ellos puedan seguir haraganeando. Si no, es cosa de ver a los dueños de las autopistas concesionadas, que con cada "bip" ya están ganando dinero sin mover un músculo. Pese a esas cualidades, nos llevábamos la mar de bien.
El asunto es que una noche, la que recuerdo con total nitidez, pues había un  eclipse lunar y regresábamos desde la casa de mis padres tras hurtar provisiones, paramos donde nuestra casera de los "hot dogs" a celebrar con unos suculentos cargados a la mayo, pues mi viejo me había dado la mesada que era precisamente lo que permitía tamaño banquete a un par de universitarios y que era el motivo mismo de la celebración. En el local, junto a un perro Gran Danés negro y baboso, se encontraba un tierno gatito pequeño, de color blanco con simpáticos manchoncitos vainilla y una larga y felpuda cola de zorro. Un gatito Somalí. Quedé maravillado a tal punto que la casera notó mi atracción felina y rápidamente se ofreció a regalármelo. Así lo sumamos a nuestra colección de gatos. Lo bautizamos, evidentemente, como "hot dog, el gatito", aunque "eclipse de luna" también era una opción que barajamos y finalmente rechazamos pues nos pareció demasiado cursi.
Hot Dog el gatito, se hizo mi compañero vital. Me acompañaba a todos lados, reconocía su nombre cuando lo llamaba, me despertaba en las mañanas ronroneándome en la oreja y me conversaba sobre extraterrestres cuando me acompañaba por las noches a fumar al patio mirando las estrellas.
¿Qué tienen que ver las suegras en todo  esto? Para allá voy.
Llegaron las vacaciones y como todos los años, yo partía con la flaca rural a su pueblo. La diversión en esa localidad era realmente un asco, pero el amor todo lo puede, así que para no morir del hastío me conformaba con arrendar películas piratas donde un gordo que se parecía a Reptilio (de los Thundercats) quien siempre me ofrecía algunas de sus últimas novedades porno; o con salir a beber whisky con mi cuñado, el profesional de la familia, un tipo bonachón, cornudo y cara de jurel tipo jurel, a un bar pequeñito que pertenecía a un matrimonio de la tercera edad, decadente y mentalmente preadolescente. A veces también salíamos a "un dancing", como ellos le llamaban a la visita a un galpón de cholguán que servía como la "discoteca" del pueblo, en que aún se escuchaba a GIT, los Enanitos Verdes y El Símbolo, local en que yo terminaba generalmente ebrio para poder bailar, pues la flaca rural me había traumatizado riéndose a carcajadas cuando observaba mis tiesos intentos de baile, de manera que la única forma de hacer mover mis pies de forma deshinibida en la pista de baile, era vaciándome gustoso en las tripas una trilogía de rones que al día siguiente maldecía abrazado al water.
Esa era la diversión.
La suegra es material aparte. Una mujer sonrosada con apariencia de abuelita de cuento, pero con ojos atormentados y una crónica postura de amargura, propia de aquellos que sienten que están por encima de sus "mugrosos" vecinos. Además era fanática de Pinochet y mantenía una activa presencia en los partidos de derecha en su pueblo, con lo que postulaba como Concejal vitalicio a uno de mis doce cuñados, al que no terminó el cuarto medio, generándole ingresos con cargo al erario municipal, hasta que se casó con una chica gorda que se lo llevó a vivir a la casa de sus padres, donde montaron un negocio que luego arrendaron, de manera, que el más ignorante y con menos estudios de la familia, terminó con ingresos públicos por su "brillante carrera política", y por las rentas que obtenía arrendando la mitad de la propiedad de sus suegros. Toda una flor de yerno era mi cuñado. Barsa como un buen político.
Quizás la amargura de la suegra era resultado de que hacía ya varios años que su marido había salido a comprar cigarros y aun no regresaba, dejándola con la numerosa prole que habían tenido creyéndose Opus Dei, pero sin los recursos ni la alcurnia. Lo último que se supo de él, fue que se había ido a vivir con una ardiente comunista del pueblo vecino y que era por fin, un hombre feliz.
Respecto a mi relación con la suegra, en un principio las cosas iban bien, todo en un marco de respeto y cordialidad. Ella cocinaba los mejores porotos granados que he comido en mi puta vida, he de reconocer. Los preparaba lo suficientemente mazamorrosos, pero sin que llegaran a quedar tiesos, con ligeros toques de albahaca, junto a una salsa fría de tomates y ajo para derramar sobre los pocillos de greda en que humeantes y orgullosos los servía. Eran tan buenos, que mientras te los comías, podías llegar a soslayar que frente al comedor, en un sitial privilegiado, había un busto de yeso de Augusto Pinochet que observaba todo. No se movía una hoja en ese hogar, sin que el busto del tirano lo supiera.
No todo lo bueno dura para siempre. Con los años comenzamos a caernos mal. A mí porque al poco andar me molestó su fascismo proletario no asumido, su rostro y su risa socarrona, junto a su conducta de percherona sobre actuada que no nos dejaba a sol ni a sombra, como en la canción "por qué no te haces para allá al más allá", de los Molotov, en circunstancias de que era evidente que ya me follaba a su hija hacía rato. Yo de seguro le caía mal por mi suficiencia, mis aires intelectuales, mis madrugadas viendo películas piratas que me traían excesos de sueño matinales y seguramente también le molestaban mis comentarios izquierdosos irrebatibles, como "no creo que las jubilaciones que terminarán pagando las AFpés, justifiquen dos mil muertos, si a ese progreso se refiere, Suegra"; "parece que las joyas de la reconstrucción nacional están en el banco Riggs a buen recaudo", "bueno, hacer una cola para comprar pan, me parece mejor que no tener dinero para hacer una cola para ir al cine" o "No era que Pinochet tenía una amante colombiana?".
El asunto es que para el último verano no teníamos con quien dejar a los gatos, así que viajamos al pueblo de la Flaca Rural, con los tres gatos: la Pantufla, una gata café y con olor a patas; Piñera, un gato de patas cortas y ladrón como gato de campo; y mi amado "Hot Dog, el gatito".
Lamentablemente, Hot Dog estaba justo en su adolescencia y comenzó a marcar su terreno tan pronto llegamos a la casa de la flaca, ocasionando un justo malestar en la Suegra, quien se dedicó todos esos días a trapear el piso con cloro murmurando cosas en una lengua extraña y espantando a los gatitos con un sonoro y molesto "fshhhsshhsh", cuando las inocentes criaturas intentaban ingresar a la casa por las ventanas. 
Lamentablemente tuve que regresar a la Universidad unos días, pues como alumno ayudante y aventajado que era, tenía algunos compromisos con la academia, por lo que me ausente una semana durante el verano.
Al regresar, me encontré con una noticia terrible. Sólo estaban la Pantufla y el Piñera, pero mi tierno felino somalí, el gatito Hot Dog no estaba por ningún lado.
- pasó algo malo, cariñito - me dijo la Flaca Rural.
- qué le pasó a mi gatito? - pregunté con tristeza, presintiendo lo que venía - lo atropellaron?
- No, nada de so. Lo que pasa es que como estaba en celo y estaba marcando territorio por todos lados, mi mamá pensó en que lo mejor era ir a dejarlo a una parcela en las afueras de la ciudad hasta que se le pasara, y así encontrara una gata. Pero lamentablemente cuando fuimos a verlo al día siguiente, ya no estaba. El gatito se perdió.
No quise pelearme con ella. Después de todo, aquella no era mi casa. Triste y solitario final el del gatito Hot Dog, pensé. Por la tarde fui en su búsqueda. Había que cruzar todo el pueblo, la línea férrea y hasta atravesar un riachuelo. La suegra me miraba con cara de que le estaba poniendo mucho color, "al final sólo es un gato", me decía con su mirada abyecta. Los integrantes de la caravana de la Muerte de Arellano Stark, seguro que pensaban lo mismo de los familiares de los detenidos desaparecidos. Mujer malvada.
Pasé todo el día  en el campo, como los huevones preguntando por un gato y haciendo "cuchito, cuchito", sin resultados. Un gañán me dijo que vio al gatito cuando lo trajeron, pero que después no lo vio más: "Se bajó una señora de una camioneta con un saco que se movía y gritaba, patrón. Se escuchaba que traían un gato adentro. Se acercó con el saco al lado del arroyo, y no se si lo abrá abierto o no pero, de ahí se devolvió al vehículo ya sin el saco".
El buen hombre no me podía asegurar que hubiesen tirado al gatito al arroyo dentro del saco, pero tampoco podía descartarlo. Me dijo que cuando se fue la mujer, se acercó al arroyo y vio el saco flotando río abajo, y que tal vez el gato pudo escapar, "aunque tal vez no, patrón".
Indignado tras mis indagaciones, de vuelta en la casa de la flaca rural, le pregunté a la malvada suegra si había ahogado al gato. Lo negó con una sonrisa, como si yo estuviera un poco loco, y durante el resto de la tarde se dedicó a podar el jardín silbando la canción del Señor don Gato intercalándola con marchas militares para pasar desapercibida.
Me deprimí bastante, y me dieron ganas de cobrar revancha, pero qué podía hacer yo que le causara el malestar equitativo? No mucho, lo peor para ella era que su hija estuviera de novia conmigo y no con algún dirigente de la udi o algún ex Colono de Colonia Dignidad. No había nada que hacer ya.
Decidí regresar y continuar mis "vacaciones" en la casa de mis padres, pues ya no me bancaba a la suegra, ni el colaboracionismo de mi novia en el desaparecimiento de mi gatito Hot Dog.
Mientras preparaba mis maletas, sin embargo, un extraño ruido llamó mi atención desde la ventana. Un "miau" tímido aunque familiar, me invocaba desde la obscuridad del jardín. Era Hot Dog, el gatito.
El corazón me dio un respingo y salí corriendo a su encuentro. Entonces salió desde atrás de una maceta el minino con su cola de zorro bien parada. Estaba sucio y flaco como un gatito sin dueño, pero vivo y feliz de verme.
Lo tomé y entré corriendo victorioso con el gatito en brazos, directo donde la suegra que cocinaba una malvada sopa en la cocina.
- Ha vuelto!! - le espeté - atravesó toda la ciudad, cruzó el río, la línea del tren y finalmente me buscó en mi habitación.
La suegra palideció, y sólo atino a decir "qué afortunado, realmente deben tener siete vidas". 
No me importaban sus sarcasmos. Tenía que tomar un bus en un par de horas más, así que debía llevarlo a un veterinario y conseguir una caja de transporte para llevármelo.
Fui al veterinario, quien me recomendó lo dejara para rehidratarlo durante la noche y así pudiese soportar el viaje. La flaca rural se comprometió a cuidarlo hasta que yo volviera por él para el fin de semana siguiente. Ese fue mi peor error, le hice caso a su consejo y me fui creyendo en que lo volvería a encontrar. Nunca más volví a saber de él.
Me dijeron que tras salir del veterinario y al no encontrame, el gatito se había ido con rumbo desconocido. Me re juraron que no hubo participación de terceras personas. Éstos momios eran especialistas en dar excusas por las desapariciones, me dije.
Con los años recobré la sensatez y rompí con la flaca rural. Con ello, pese a no recobrar mis veranos perdidos de juventud, me libré de la suegra para siempre, o quizás ella se libró de mí, que al fin de cuentas viene siendo lo mismo.
Luego tuve otra suegra. No me puedo quejar de ella. Le gustaban los perros, pero fue buena con mi último gato. Cuando también los perdí a todos ellos, decidí que los gatos ya no cabían en mi vida, pero finalmente apareció una nueva gatubela, cuya madre reconoció haber dejado morir a un gato en el entretecho en una ocasión, bajo extrañas circunstancias, pero eso ya es harina de otro costal, y si algo he aprendido de los gatos, es que con los humanos, y especialmente con las suegras, hay que saber llevar la fiesta en paz, dejarse sobar el lomo, y partir con cautela por los tejados, cantándole a la noche.