A mí la UDI me da miedo. En serio. Cuando alguien de la UDI aparece con la más absoluta certeza alegando inocencias, reivindicando su honor y planteando dudas sobre lo que todos pensamos es una certeza, entonces hay algo que no logra encajar del todo. Especialmente cuando quien emite esa defensa, lo manifiesta desde una altura casi profética. Especialmente cuando esa persona es alguien como Pablo Longueira.
Cuando escuché a Pablo Longueira vociferando sus apologéticas delictivas, convencido, tranquilo, sobreseguro de cada una de sus palabras, no pensé lo mismo que buena parte del público ha llegado a pensar: "que este tipo es un cara dura de primera"; "este Longueira es un chanta de marca mayor". Yo pensé en que sólo quedaban dos opciones: el tipo era realmente inocente o bien, lo que realmente pensé con escalofríos; este tipo tiene un plan para parecer inocente y reivindicar, en definitiva, su posición, su ego gigante, y de paso arrastrar desde el infierno al simple purgatorio, (que es figurativamente el lugar al que pertenecen después de todos los escándalos), a todos los impenitentes de la clase política chilena, salvándolos a todos, como ya lo ha hecho en el pasado en varias ocasiones.
Lo hizo antes, ¿por qué podría no repetir la epopeya? Longueira es mucho más hábil de lo que el común cree.
La caricatura del laico fanatizado que se masturba pensando en Jaime Guzmán, no me cuadra para nada con el sujeto que, con una muñeca y un tino Milimétrico, salvó a Lagos y CIA del Mopgate, y más tarde, logró rescatar desde las sábanas de Gemita Bueno al mismísimo Jovino Novoa, el Godfather de la derecha. El propio Longueira se ha encargado de alimentar esa figura casi mística. Le resulta cómoda, a riesgo de parecer un orate, se arriesga a exponer públicamente que los muertos le hablan en sueño, y piénselo bien, alguien que es capaz de hacer eso, es porque busca y consigue recubrirse de un manto de autoridad inusitado.
¿Alguien se atrevería a tildar de maléfica o deshonesta a la síquica de Chimbarongo?
Lo que hace Longueira es algo similar, claro que la síquica no lucra. Pablo Longueira se instala siempre en una conveniente posición beatífica, es un redentor crónicamente dispuesto a inmolarse por "los suyos", porque sabe, que mal que mal la historia nos ha enseñado, que los mesías sacrificados terminan resucitando siempre, al tercer día. Así lo hizo en el MOP Gate, y cual Jesús con la Magdalena se instaló en la plaza pública a decirle a todos sus pares políticos, que el que estuviera libre de pecado, arrojara la primera piedra a Lagos, y desde ahí Lagos se convertirá en su prostituta favorita.
Luego fue el turno de Jovino y de quizás cuantos más, que fueron salvados con la intervención del más allá. Una llamada del teléfono de los espíritus ancestrales, guardianes de la UDI de ultratumba, que por revelación esotérica confirmaron un complot organizado por la pura maldad del cura Jolo y Gemita Bueno. Hasta el día de hoy, esa ha sido la única explicación del caso Spiniak y la eventual, y nunca confirmada, presencia de Jovino Novoa en las partusas con menores de edad. La única explicación para involucrarlo fue el "porque sí", que se decidieron a inventar ese cuento. De a poco la inocencia de Jovino fue acreditada,y desacreditados sus persecutores. Al fiscal Calvo tuvieron que inhabilitarlo sacando a relucir su homosexualidad en formato televisivo de ignominia (como si pedofilia y homosexualidad fueran sinónimos y sin que ningún grupo de defensa de los derechos de las minorías dijera ni pío); al abogado Montealegre, que con especial detalle explicaba la fisonomía testicular de Jovino según el testimonio de Gemita Bueno, lo vimos obsolecer de golpe tras ese caso; la diputada de derechas que acusaba a Jovino fue castigada en bloque por sus aliados y nunca más pudo postularse a nada, ni a dirigente de junta de vecinos; y el periódico "progre" The Clinic, contribuyó a dar el golpe de gracia con la entrevista final a Gemita Bueno y el titular: "Gemita Malo: me pasé a todo Chile por la raja".
Las profecías de Pablo Longueira se cumplieron en su totalidad.
No me extrañaría que un adolescente Pablo Longueira haya tenido que ver en las más hábiles y artificiosas creaciones del pinochetismo, como las visiones de Miguel Ángel o el secuestro extraterrestre del cabo Valdés.
Si el hombre ya ha profetizado su propia inocencia en los casos de leyes corruptas, como la ley de pesca o el royalty minero, en que se le acusa derechamente de recibir los textos de los proyectos de ley directamente de sus amigos empresarios, introducirlos de forma espúrea y trabajar para convertirlos en ley de la República, o de lo que queda de ella, habrá que estar atento al desenlace del caso judicial, pues la inocencia ya fue anunciada.
La pregunta es, cómo lo hará ahora.
¿Será que acaso logrará demostrar que los artículos que introdujo a petición de sus amigos empresarios, eran artículos que coincidían con el pensamiento político del gobierno, el bien común, y por ello se introdujeron sin reparos?
Tal vez tiene absoluta certeza de que los 730 millones de pesos que le pagaron a su entorno, resultan imposibles de vincular directamente con la fórmula del cohecho.
Sin embargo, no creo que la fórmula vaya por ahí. La jugada que se está preparando es una jugada mayor, una jugada maestra, sin lugar a dudas.
Es que debe ser una jugada bien hecha. Debe ser una jugada que reivindique su honor y el de toda la clase política para que el juego cambie a su favor.
Tal vez, y esto es pura especulación, esa cercanía del fiscal del caso, el señor Gómez con su sector político y con la élite en general (es marido de la ex Ministra de Justicia de Piñera), le de suficiente juego de piernas para involucrarse en la investigación y demostrar cualquier cosa: un uso malicioso de correos electrónicos, un complot, hasta la "demostración" de una investigación negligente que los libre a todos de polvo y paja (aunque los polvos ya se los hayan pegado), aun a riesgo de sacrificar a un peón como el fiscal del caso (que sin trabajo no quedará de todos modos).
Será una jugada maestra, sin lugar a dudas, de esas que ingresan en los libros de historia, que hablan de caudillos, de visionarios que hablaban con los muertos, de héroes que saltan a su muerte en un barco y que resucitan una y otra vez.
Nuestros hijos tendrán que leer esos libros.
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