Voy volando en una avioneta de "Yeti Airlines" desde Katmandu a Pokhara. Se observa majestuoso el Himalaya y desde la ventanilla el contraste se observa y se siente potente, va del cielo a la tierra, recordando la ciudad de Katmandú con toda su locura vial y su desorden estructural.
Partí el viaje en las antípodas de Nepal, estuve esperando en el lujoso aeropuerto de Doha por casi 5 horas. El techo del aeropuerto de Doha posee una estructura sospechosamente similar a la del pequeño aeropuerto "desierto de Atacama" en Chile, a ver qué tan originales fueron nuestros arquitectos nacionales.
Entre tanto lujo no pude evitar la tentación consumista y le di un gusto a mi paladar y mis tripas, pese a que mi viaje busca lo contrario, un reposo, una reflexión y un reencuentro conmigo, consciente de que se viene una nueva etapa tras cerrar un largo círculo en mi vida. Pero qué carajo: Caviar, ostras y tártaro de Salmón sin antibióticos vengan a mí, ya se encargará el Señor MasterCard Black de hacérmelos recordar, en cómodas cuotas mensuales.
Entre tiendas muy chic, jeques árabes y gentes de todas las razas esperé mi vuelo a Katmandú. Durante el vuelo, entre Sao Paulo y Doha vi los dos primeros episodios de Mr Robot. Se trata de una serie gringa sobre el encuentro de un oficinista inadaptado y brillante con un mugroso hacker que se propone hacer colapsar la economía global borrando las deudas de todos los consumidores del mundo, cosa que me vendría bastante bien tras revisar la cuenta por mi cena de caviar en Doha.
El resto del vuelo se me pasó absorto en la lectura sobre Nepal y Tibet en una crónica de un naturalista niuyorquino que partió en un viaje en 1976 tras perder a su mujer, acompañando a un célebre zoólogo en la búsqueda del leopardo de nieve, en lo que se convierte en una experiencia sobrecogedora, mística y sublime.
El libro se llama así "El Leopardo de las Nieves" escrito como una bitácora de viajes por Peter Matthiessen. Katmandú estaba muy distinto a lo descrito en la crónica y aún más de lo que yo imaginaba tras ver la vieja película del tren nocturno que se dirige rumbo a la ciudad. Nada de pacífica. Es la "modernidad", como dice mi guía. Una infraestructura vial casi inexistente pero no por eso menos sobrepoblada de vehículos y motocicletas ruidosas que no logro explicar como es posible que no colisionen a cada segundo. No obstante el caos, observar esa explosión de colores que se mueven como un dragón de metal, es fantástico.
La gente es generalmente amable, los vendedores sobreabundan, entre tiendas de trekking, north face y "north fake", todo formará parte del espectáculo visual y ruidoso, pero los comerciantes no alcanzarán molestos niveles de impertinencia, como si ocurre en cambio con la insistencia de los chicos que manejan esos taxis a tracción humana.
Se observa una agradable multiculturalidad, fuera de los turistas chinos, japoneses, americanos y europeos, la población mantiene rasgos mongoles y se nota un cierto mestizaje con los chinos y los indios que le otorga al nepalés una belleza particular y que los asemeja bastante a nuestra propia población mestiza latinoamericana.
Por eso no me extraña que los locales cuando se acercan me hablen en nepali. Cuando les digo "sorry i dont speak, nepali" me miran asombrados y preguntan "where you from"; "Chile, southamerica"; "Chili, oh, you looks like nepali" y se quedan mirándome con una muy asombrada sonrisa, inciertos de creer que en América exista gente con la piel tan bronceada como ellos y con rasgos similares. Cuando reiteradamente me preguntan por mi presidente Donald Trump me doy cuenta que en general para ellos América es USA y que como bien dijo Jorge Gonzalez, Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos.
Tal vez este parecido físico no sea algo fortuito. En el libro que voy leyendo junto al viaje, se plantea que “asombra el parecido entre nuestros indígenas americanos y estos pueblos mongoles. La mayoría de los tibetanos de Dhorpatan tiene la misma corta estatura, manos, pies y narices pequeñas de los esquimales, así como el pliegue mongólico, la piel de color cobrizo oscuro y el cabello negro como ala de cuervo, incluso las botas bajas de piel y lana con adornos rojos son muy semejantes en apariencia y diseño a las botas de piel de foca (mukluks) que usan los esquimales. Por otra parte, sus adornos de turquesa y plata hacen pensar en los indios pueblo y en los navajos, mientras que cuentas, trenzas y mantas a rayas echadas sobre hombros desnudos evocan, sobre todo, viejas fotografías de las tribus de la llanura, una impresión reforzada por la mugre de sus campamentos y sus perros pendencieros. Cuando viajan, estas gentes utilizan tiendas de cuero, llevan los bebés a la espalda y la base de su dieta es una harina de cebada o de maíz, conocida como tsampa; no se ha demostrado ningún parentesco real entre las lenguas indígenas americanas y asiáticas, pero una harina similar de las tribus algonquinas de mi región recibe el nombre de samp, sumado a las muchas semejanzas culturales entre los drávidas prearianos y los mayas, al igual que los relatos sobre cómo, al parecer, misioneros budistas llegaron a las islas Aleutianas y siguieron por el sur hasta California en el siglo XIV.
Además se cree que en tiempos prehistóricos los nómadas mongoles, antecesores de los tibetanos y de los indígenas americanos procedían de la misma región de Asia septentrional, me pregunto si este sentido de la vida no es una herencia común que llega de un pasado remoto.”
Antes de que se me olvide, llegado a este punto debo agradecer mi inglés básico a mi buen profesor del Liceo, Herman Vergara, a quien con cariño llamabamos "Herr Diktadorr"; "Pajerman"; o "Her Haragán".
Recuerdo que en primero medio nos amenazó "bien clarito", como era su clásica muletilla, con que al salir de cuarto medio saldríamos hablando un perfecto inglés, y no cualquier inglés, sino que un verdadero inglés "británico". La promesa evidentemente no la cumplió y del inglés británico a lo más aprendimos a hacer morisquetas como Mr Bean. No obstante lo anterior, las cervezas que bebí con mi viejo amigo el profesor, las notas que me regalaba y muchas, muchas, pero muchas horas de cine norteamericano subtitulado, me han permitido entablar algunas conversaciones y entender las explicaciones de mis guías y de la gente.
Afortunadamente mi guía en KTM, Dinesh, hablaba un excelente español que me permitió conocer de mejor forma de la vida en la capital de Nepal.
Muchas visitas a "Stupas" o templos y Palacios ameritan una buena explicación.
Partimos por el Templo de los Monos, donde el propio Buda tras subir los 330 escalones habría predicado entre monos y pinos (conocido así para los turistas porque junto a la pileta hay unos monos conocidos como langur, sagrados por representar al dios Mono Hanuman).
El templo es llamado Swayambhunath y se encuentra en lo alto de un cerro desde el cual ya puede apreciarse a lo lejos el Himalaya. Me explica que existen distintas stupas, o templos, hay personas que viajan allí para realizar rituales pidiendo salud para sus hijos al respectivo Dios del respectivo panteón hindú. Inclusive hay una donde solo se fuma mariguana ritual. La mariguana no es legal, pero se acepta su consumo ritual y no existe una verdadera persecución a los marihuaneros recreativos. Quedamos en practicar un poco de ese ritual en algún momento. Más tarde visitamos Durbar Square con un conjunto de los palacios reales, muchos en ruinas por causa del terremoto de hace un par de años atrás (el propio Himalaya se elevó en el eoceno hace 50 millones de años y sigue su movimiento con terremotos como este último y el del 59 en que se cambió el curso del río Brahmaputra).
Aquí mi guía me explica brevemente la historia de la monarquía tibetana hasta llegar a la masacre de 2001 en que la familia real fue asesinada bajo extrañas circunstancias. Se trataba del asesinato del rey Birendra, que era muy querido por el pueblo, su mujer y su hijo quien quedó en coma y fue coronado en ese estado, alcanzando a reinar solo por un par de días. Ahondé un poco más comprando una novela (un thriller político) sobre la masacre de la familia real titulada "Good Bye Katmandú". En ella se cuentan algunos detalles más espinosos. Que durante las primeras horas tras la masacre no se sabía nada acerca de los acontecimientos. La radio y la televisión se apagaron y solo lograban enterarse a través de los reportes de la BBC que daban cuenta que durante una cena, tras una discusión respecto a los deseos de casarse del príncipe, este se habría ofuscado y asesinado a toda la familia real para luego dispararse el mismo. El hermano del rey, fue quien asumió tras la muerte del príncipe que alcanzó a ser rey mientras estaba en coma. La población no podía creer en esa historia, les resultaba inverosímil, especialmente cuando se informó que las causas de muerte de la familia real eran por causa natural. Todos responsabilizaron al hermano del rey y a su sobrino. El nuevo rey no era un tipo muy querido por la población dado que era bastante antidemocrático, y poseía un largo historial de excesos, al igual que su hijo, quien fuera acusado de asesinar en un atropello a un popular cantante y terminar escudado en su fuero e inmunidad real. No se por qué me recuerda a nuestro Martincito Larraín. Esa parte de la familia real, definitivamente, no gozaba del cariño de la población. Nepal ya contaba con una democracia incipiente con un primer ministro elegido en las urnas tras una revolución tranquila y auspiciada por la propia monarquía, pero el 2006 el nuevo rey habría asumido completamente los poderes dando lugar a una verdadera revolución que acabó con su reinado. No lo asesinaron, pero ahora vive como un ciudadano cualquiera, en palabras de Dinesh, mi guía. Al menos no quedó como Senador Vitalicio como nuestro tirano particular.
En la plaza de Durbar de Hanuman Dhoka, visitaremos el templo de la unica diosa viviente del mundo. Si, de una diosa. Se trata de la Kumari: la reencarnación de la diosa Taleju, la más importante del país. Una Virgen es siempre kumari, pero cuando se expresa en mayúsculas Kumari es celestial. Es apenas una niñita a quien aun no le llega su menstruación. Cuando eso ocurra, se elegirá a su sucesora en la encarnación y la niña podrá volver con su familia. No es fácil convertirse en Kumari. La niña debe cumplir 32 condiciones físicas que los textos tradicionales describen a su manera. Dicen, por ejemplo, que debe tener las pestañas de una vaca, el cuello de una concha marina, los muslos de un ciervo, el pecho de un león, la voz de un pato, cabellos y ojos oscuros, manos y pies pequeños, todos sus dientes de leche. Tampoco puede tener marca alguna sobre la piel.
El cumplimiento de cada requisito es certificado por un grupo de sacerdotes en un templo. Luego, un astrólogo estudia la carta astral de la seleccionada. El último paso es la aprobación de los padres para que su hija sea Kumari. Siempre aceptan: en Nepal, esto es el máximo honor.
Este debe ser uno de los pocos casos de veneración a las mujeres en estas tierras. Me cuenta mi amigo Dinesh durante el almuerzo que su mujer está embarazada. Le pregunto por el sexo de la criatura, me informa que eso es algo que solo sabrán el día del parto. Existe una ley en Nepal que impide conocer el sexo de los bebes, pues algunas mujeres al enterarse de que nacería una niña, se golpeaban el vientre hasta abortar. Para Dinesh da igual si es niño o niña, y me explica que en la práctica, si el médico confía en la familia y tiene certeza de que no intentarán abortar a la niña, les anunciará el sexo que arroja el ultrasonido.
Nos desplazamos más tarde hacia Patán, una hermosa y antigua ciudad ubicada junto a Katmandú donde visitamos diversas casas de arte y aprovecho de recibir un poco de terapia de cuencos tibetanos con su sonido del OM en mi cabeza y espalda.
Almorzamos en un restorán típico a ruego mío y Dinesh se alegra de que quiera comer comida nepali y pide "sukuti", que es un mix de vegetales, especias y ajíes, con carne de yak secada al sol (como nuestro charqui). El yak es un animal que se ha domesticado a partir de rebaños salvajes que todavía perduran en rincones remotos del Tíbet. A la hembra del yak se le llama bri, y sus crías de cola peluda y hocico breve parecen gigantescos juguetes. Realmente una delicia. Picante, muy muy picante, pero delicioso. Una de las cosas más ricas que he probado en mi vida, le digo a mi guía y el me dice: tú eres un nepali. Pareces un nepali, tu piel es del color de un nepali, comes y bebes como un nepali, hasta te vistes con la ropa de los nepalis, se ríe, haciendo alusión a mi tenida compuesta íntegramente por ropa de trekking "North Fake", que compré apenas llegando, en las tiendas cercanas a mi hotel por menos de 14 dólares el pantalón.
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