sábado, 15 de noviembre de 2014

Un hombre nuevo

Te encantaría el hombre
en que finalmente me he convertido.
Ya no bebo
No fumo
Ni levanto enfermeras en los hospitales.

Ya no voy a putas,
no provoco citas promiscuas por el chat
ni conozco madres solteras en los supermercados.
Últimamente pago mis deudas a tiempo 
y me cansé de auspiciar las rondas de los ebrios en los bares.

Te sentirias orgullosa, Oh Mujer Maravilla
al comprobar en terreno,
que ya no siento en mi regazo a las secretarias
a dictarles instrucciones morbosas
auscultando sus escotes.

Te complacería comprobar,
que ya no visito los moteles con rubias platinadas y sin embargo morochas,
y que descubrí al fin y al cabo
el mecanismo cuántico e intrincado,
de bajar la tapa del water.

Ojalá durmieras a mi lado 
para que notes que ya no ronco por las noches,
que sólo sueño con tus besos, tus caricias, tu piel en exceso.

Llorarías de emoción al percatarte,
que finalmente le encontré el asunto a eso de tener bebés, hacer Familia!!
que no me aguanto las ganas de cambiar pañales y preparar mamaderas.

Verías que ya no escucho Rock Pesado mientras me afeito,
ni canto óperas tristes en la ducha.
Sabrías que abandoné en las alcantarillas 
el clonazepam, la morfina y las farmacias del Mercado Negro,
y que por las mañanas, 
hago cardio 
para luego tomar desayuno con avena y sin pan blanco.

Cuánto he progresado!!
No lo creerías 
Si hasta colgué mi afición por las mentiras impías, los queques de marihuana y las peleas de gallos.

Ya no veo el fútbol los domingos,
y resulta que los reptilianos perdieron su interés por abducirme los fines de semana.

Como estarías de dichosa,
si supieras que cambié a mis amigotes ebrios y haraganes,
por sobrios angelitos laboriosos.

Como celebrarías en silencio,
que se han muerto mi madre y mi hermana,
que me saqué el lunar carnoso,
que regalé mis playboy,
que me corté el pelo como un soldadito de plomo,
que uso talco para pies,
que el vino tinto ya no condecora mis camisas,
que lustro mis zapatos
y que finalmente me rendí a las corbatas.

Demasiado tarde, 
de seguro me dirías -
porque nadie cambia su vida,
si no es por revelación divina, sobredosis fallida, ni resaca moral apocalíptica,
o porque escribe,
solemne y bien peinado,
helado y con maquillajes
enfundado con su último traje,
el de madera
y con los ojos bien cerrados.





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