jueves, 9 de julio de 2015

Éramos felices

Vivíamos en el segundo piso de una botillería.
Sólo había que bajar la escalera
para comprar 
de esa líquida y espumosa felicidad.

No era mucho lo que teníamos.
Un televisor plomo y antiguo,
grueso y grande,
un dvd player chino con micrófono 
que servía para cantar karaokes,
y con eso nos bastaba.
Sólo con eso nos bastaba.

Cantábamos felices los viernes por la noche,
picando trozos de carne asada
y vinos exquisitos 
alejados de nuestro presupuesto.

Era frío el departamento,
como el aliento de un soviético.
Dos piezas, un baño, 
cómodo y barato -nos vendió el corredor de propiedades, 
un chico pelirrojo que fue novio de mi hermana-
La cocina separada por un biombo y un gomero
orgulloso levantaba en el medio
el refrigerador con las cervezas, 
tus dulces helados de piña,
y una guarnición de vegetales mentirosos,
que le sobrevivían siempre a todos los embutidos.

Bailábamos en invierno 
Cantábamos sobre la alfombra
Nos apretábamos de la risa
sobre la cama y el sillón.
Nos calentaba el alma
una estufa eléctrica barata
que más iluminaba 
de lo que abrigaba,
y lo juro
parecíamos felices.
Si,
Cómo éramos de felices!!
Unos tarros de mariscos en conserva,
Una serie de televisión gringa.
Sencillo y precioso.
Cómo éramos felices
comiendo espaguetis del cinco
con mucha salsa,
y una Coca Cola en recompensa.

Y luego llegaron las nubes.

Compramos muebles de madera fina
Ropas con nombres de príncipe inglés, 
zapatitos de charol 
productos Gourmet
gatos sin pelo y hasta
cremas para el cabello.

Luego llegaron las casas
Los departamentos
Los trabajos
Los viajes
Los gatos
Los abortos
Las mufas  
Las enfermedades
Los familiares visitantes crónicos,
cargosos de tanto pegarse en la pera.

Llegaron con virulencia
Las cuentas,
Las cuentas corrientes,
Los vehículos,
Las campañas políticas,
La vida por el jefe,
La gula por el trabajo,
La gula,
Los papeles,
Los expedientes,
Los créditos,
Las hipotecas,
Las cabezas de chancho,
Las piscinas,
Los gimnasios,
Las borracheras, los amigotes,
Los silencios, largos silencios.

Los segundos lugares de la católica 
Las golondrinas sin flores
Los derrapes por la tumba
La gambeta a la Parca
Tu cabeza sin pelos 
Tu rostro inflado 
como el fin del mundo
en el Apocalipsis de mis brazos
y mis últimos abrazos,
recogiendo tus vómitos negros,
desconsolados de terror,
con la última pizca de mis pasiones sanas,
de mi lealtad fraterna.

Por niños,
nos conformamos.
Le abrimos la puerta a los mormones
Le dimos el biberón a un gato
Ordeñamos al perro!!
Nos compramos un payaso de bolsillo
Y hasta cobijamos una y otra y otra,
las necedades del tonto de mi suegro el Picapiedra.

El dinero corría frenético,
caía ruidoso
como jalado entre cuentas bipersonales.
Pero aún así:
No congelamos los ovulos,
No compramos la máquina del tiempo
Ni parchamos la teta destrozada!!

Fondos mutuos, inversiones
Ambiciones, ansiedades y tribunales.
Nos llevaron por delante hacia el hastío camuflado
de un barranco anunciado por las malas lenguas.

Nada pudo 
contra
los besos sin lengua 
y
las lenguas sin boca.

Los viajes criminales
Los viajes de reconciliación 
en vuelo charter y estrellas confitadas.
Los viajes a ninguna parte.

Llegaron las mentiras
Los bloqueos
Las claves
Las amantes
Las liberaciones impropias
Los insultos
Las guitarras rompiendo los colchones
Y los notarios estafándome con todo.

Y entonces ya no estábamos más 
Sólo dos sombras odiosas quedaban 
de nuestra felicidad 
por los cuartos vacíos 
cargando con culpas
con la negrura del dolor
con el resentimiento arrojado sobre mis trajes
sobre las corbatas con las que no lograste ahorcarme
con varios kilos y sonrisas de menos.

Y todo quedaba lejos, 
tan tan lejos,
de ese segundo piso de la botillería,
donde quedó en silencio,
bailando nuestro amor.









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