A la muerte no le tengo tanto miedo. He estado al borde de la misma en varias ocasiones. Un casi atropello, tres golpizas en masa, un par de accidentes automovilísticos, un balazo del fusil de la suegra perforándome el pulmón, un paracaídas roto y una turbina mala camino de Madrid, me han llevado a sonreírle a la parca y despedirme de las hipotecas con una sonrisa resignada. No es que no le tema, tal vez siento una gélida curiosidad por descubrir qué vendrá después, que me ocasiona ciertas ansiedades muy naturales.
A lo que sí le temo es a la vejez y la enfermedad. Si me diagnosticaran una enfermedad mortal, lo primero que le preguntaría al médico sería las probabilidades del tratamiento. Cualquier respuesta inferior a un 50/50 me hace renunciar al tratamiento y comprar boletos para un viaje final por el mundo y entregarme en una lucha cuerpo a cuerpo a un tigre en la tierra de los ancestros. No quiero morir en un hospital, perdiendo la dignidad, la fortuna y endeudando a los vivos que observarán el lento proceso del apagado de la humanidad para dar paso al cadáver con tubos.
La vejez también me espanta, no debiera ser así. Creo que envejecer dignamente es un proceso maravilloso, reuniendo experiencias, historias, amigos, mujeres, hijos, nietos y libros. Pero me aterra, ciertamente. No por las arrugas ni por las consabidas molestias en la cadera, que la medicina avanza bien mejorando las condiciones de vida del anciano, al punto que a los noventa años aun se puede conseguir una erección respetable, según mi abuelo.
No, el problema, es que me aterra la seguridad social de mi país, el sistema de pensiones y jubilaciones. La Gran Estafa para el periodo más crítico de quienes trabajaron toda su vida.
En el país de los jaguares, a los civiles se les obligó a punta de pistola a incorporarse al sistema de capitalización, administrado por las Afp , mientras que los militares se mantuvieron en un sistema de reparto. Los resultados, el promedio de las pensiones que reciben oficiales de FFAA promedia $1.500.000.- (2100 dólares mensuales), y los suboficiales perciben una pensión promedio de $ 627.000.- .(878 dólares), mientras que el promedio de las jubilaciones de AFP entregan apenas $ 173.000.- (242 dólares), para el millón de personas actualmente jubiladas.
Las razones de esto, se explican por quienes avalan este sistema de AFP, que sólo existe en 10 países, Chile incluido, que agrega como guinda de la torta contar con el único régimen que excluye el derecho individual a escoger entre ahorrar con el Estado o con una empresa privada y no contar con el aporte del empleador, la experiencia de la Alemania de Bismarck donde se creó el sistema de seguridad social que luego sería emulado en el resto de Europa y gradualmente en el resto del mundo, entrando en crisis producto de que cuando se ideó el sistema de protección, la expectativa de vida apenas superaba la edad de jubilación a los 60 o 65 años y en ese contexto, cualquier contribución a la seguridad social durante la vida activa era capaz de financiar una pensión, lo que era, en su oportunidad, aplicable a Chile.
Sin embargo, los ideólogos del sistema, se afirmaron en la posterior caída en las tasas de natalidad y el envejecimiento de la población en los países desarrollados, por lo que han pregonado la crisis del sistema de reparto, y así se afirmaron, como buenos sacerdotes de la economía, en las cifras.
En 1982 había 3,6 personas de menos de 30 años por persona mayor de 60. Dicho número hoy llega a 2,3. Con menos jóvenes que cotizar, menos ancianos pueden depender de ellos salvo que a los jóvenes se les cobre tasas muy elevadas de cotización.
De ahí entonces, de esa aparente e "irremediable" crisis del sistema de repartos, nos llegó este caballo de Troya que es el actual sistema de Capitalización, que significa en buenas cuentas, que usted está obligado a pasar cerca del 13% de su renta a un tercero para que lo administre, le cobre una comisión a todo evento, esto es, aun cuando administre como un inepto y pierda parte de su dinero, y su jubilación se exponga a serios riesgos, la comisión la ganará de todas formas, a cuenta de su bolsillo.
El economista Manuel Riesco, publicó el estudio Resultados para sus Afiliados, de las AFP y Compañías de Seguros Relacionadas con la Previsión:1982-2012, en que apretadamente podemos resumir que demuestra que de cada tres pesos que recauda el sistema, tanto por la vía de la cotización de los afiliados como de subsidios del Estado, dos se quedan enredados entre los administradores y los grandes grupos financieros, que en la práctica son los mismos, precisamente el principal de los motivos por los cuales el sistema paga pensiones tan bajas. (Se convierten en títulos de la deuda de los conglomerados que a cambio de dinero entregan "papeles". El caso más dramático, La Polar, todos les prestamos de nuestro dinero para que ellos entregaran letras de cambio sin respaldo alguno, o en el mejor de los casos, acciones de La Polar, que hoy no valen un solo peso. Esa pérdida sólo la asumen los cotizantes, nosotros, la Afp igual se lleva su comisión, y los ejecutivos de La Polar se van a clases de ética con los bolsillos repletos con nuestro dinero).
Enseguida, el estudio comprueba que en 2012, las cotizaciones más que duplicaron el monto de las pensiones pagadas por las AFP y compañías de seguros, y el Estado aportó adicionalmente, subsidios equivalentes a dos tercios de éstas. A pesar de ello, o más bien por lo mismo, los montos de las pensiones son inciertos, pues dependen de las veleidades de los mercados financieros, que en los últimos seis años han generado más pérdidas que ganancias al fondo de pensiones. Además, éste se reduce en razón inversamente proporcional al aumento de la expectativa de vida de la población.
En tercer lugar, el estudio traza una síntesis magistral de la naturaleza y la lógica interna del sistema privado de pensiones: un sistema de ahorro forzoso concebido para extraer recursos del factor trabajo, y transferirlos directamente a los propietarios del capital.
La conclusión más importante del estudio consiste en que si se devuelve el sistema de previsión a la administración del Estado, no sólo se podría duplicar el monto de las pensiones, hasta igualar las pensiones que actualmente paga el sistema público, sino que incluso en ese caso, habría un considerable ahorro en el gasto fiscal.
Con este panorama, y esta desidia, y esta clara depredación y expoliación de los trabajadores (nosotros), evidentemente que la muerte es mucho menos preocupante que llegar a la vejez. Más me preocupa la enfermedad, porque en ese rincón del cuadrilatero, las Isapres nos follan siempre que pueden, o sea siempre, y nos encarecen los planes o nos eliminan de su cobertura cuando más lo necesitamos, cuando estamos enfermos, viejos y necesitados, o todo junto.
Por su parte, el Estado y sus gobernantes, de cualquier color político, nos invitan a "vivir sano", a no fumar, a cuidarnos del colesterol, a revisarnos ciertos líquidos, controlarnos las bolas y las trompas de falopio.
El Estado es un panal de contradicciones, mientras te vende alcohol, establece penas draconianas en caso de excesos y accidentes ocasionados por su consumo abusivo. pero recauda impuestos con ellos, para pagarle a tu Senador.
El alcohol es la droga lícita, que más problemas ocasiona en nuestra sociedad, es la que nos mantiene atontados y la que menos fastidio recibe de parte del Estado históricamente, pues este es un país de orgullosos latifundistas vineros y gañanes borrachos.
Los fumadores, en cambio, están recibiendo un maltrato crónico últimamente. Además de que el hocico les apeste horriblemente por culpa de su vicio, ahora deben soportar la ignominia de tener espacios cada vez más reducidos, espacios separados en locales públicos y soportar que en la cajetilla del producto, otrora augurio de glamour y estilo, les pongan la cara de un sujeto canceroso, impotente y moribundo.
Piénsenlo de esta manera, y noten lo irritante que es el circuito completo.
El Estado te obliga a nacer, pues el aborto está penado por ley. Si naces pobre, mala suerte, si tus padres son unos adictos a la pasta base, pues peor suerte. Te toca estudiar en un colegio de pobres. Luego trabajar en un empleo de pobres. El fin de semana es tu única distracción. Quieres fumarte un cigarrillo en la barra del bar, y no puedes. Puedes embriagarte hasta la tapilla, eso sí, subirte a tu Suzuki charada y ocasionar un accidente ebrio e irte preso largo rato, porque el Estado se encarga de castigarte de manera draconiana, si no eres hijo de un político, después de que te fomentó el consumo y te permitió embriagarte hasta la quilla. Si no cometiste errores, excelente, sólo quedará la resaca y la invitación a vivir sano del gobierno. Pero las bebidas azucaradas y toda la mierda barata siguen ahí esperando por tu páncreas. Ah, y no puedes cultivar una planta de canabis, para cocinar un queque, ni fumarte un pito de marihuana, sin irte preso.
Ahora, hay que seguir trabajando, las afpes se roban el 13% de tu sueldo y cobran una linda comisión. Mientras tanto, si estudiaste en la educación superior, seguro estás endeudado y no tienes casa. Entonces le pides a un banco, que te presta el dinero al 10% y ellos se lo pidieron a tu AFP que les prestó esa misma plata pero a un 0.25%. En definitiva, te prestas plata a ti mismo, pero MAS CARO!!!
A esas alturas, a tu mujer ya se la folla el jefe, porque digámoslo, eres un perdedor más dentro del sistema, carne de cañón, y él, un winner.
Mientras tanto, el gobierno te invita a vivir sano. Y para qué? qué sacas con vivir sano? Por qué alguien querría llegar a los 100 años ganando $ 100.000.- de jubilación que no le alcanzarán ni para los pañales? Para eso hay que vivir sano? Si la salud es una mierda en el sistema público y de la Isapre me va a echar apenas huelan que tengo demasiadas morcillas en las arterias o que me duelen las rodillas.
Una mierda. Es mejor vivir enviciado!! alcohólico, drogado, parrillado y reventado. Estrellar el auto a 300 kilómetros por hora contra la casa del gerente de tu AFP. No se llevarán mi dignidad: CABRONES!!!!
Debemos llegar a esto? Yo creo que sí, pero como dijo Jhon Lennon, démosle una oportunidad a la paz y busquemos alternativas racionales para evitar el desmadre.
Actualmente la reforma tributaria impulsada por el tibio y desordenado gobierno de Michelle Bachelet, ha efectuado algunas propuestas en materias sensibles y que ya hemos tocado en este corto espacio, que sin implementarse aún, ya han devenido en llantos e histerias matonescas de los empresarios al pedo de este país.
La iniciativa presentada inicialmente consignaba un aumento del impuesto específico a las bebidas alcohólicas, y que afectaba a la Cerveza (20,5%), Vino (24,0%), Pisco (35,5%) y Otros (38%). Sin embargo, finalmente se estableció una tasa común de impuesto a vinos y cervezas de 20,5%, y respecto de los restantes licores (entre estos pisco, whisky y ron) se aplicará una tasa de 31,5%.
En el caso del Impuesto de bebidas azucaradas, tras el protocolo de acuerdo se fijó que todas las bebidas analcohólicas tendrán un impuesto base de 10%, el que aumentará a 18% en el caso de las con alto contenido de azúcar. Hasta ahora, todas las bebidas analcohólicas pagan una tasa del 13%, y en un comienzo el proyecto sólo planteaba elevar la tasa de las con azúcar a 18%.
En medio de la discusión en la comisión de Hacienda, el Ejecutivo introdujo un aumento del impuesto al tabaco como medida compensatoria. Con esto, se propuso que el guarismo de 0,000128803 UTM –que corresponde al impuesto específico de los paquetes, cajas o envoltorios de cigarrillo– pasará a 0,000143959 UTM por cada cigarrillo que contengan. Después de las indicaciones, se acordó subir el impuesto al tabaco a través de un aumento de 8 veces del impuesto específico (de $108 a $861 por cajetilla) y la disminución de 60,5% a 30% del impuesto ad-valorem.
El tratamiento especial al copete es algo histórico, como les dije antes. En el concurso que el Ministerio de Hacienda convocó en 1897 para la elaboración de una legislación concerniente a las bebidas alcohólicas en Chile, se definieron dos objetivos centrales: el diseño de medidas tendientes a combatir el alcoholismo y la adquisición de una renta fiscal para el Estado. Está claro que la primera ha sido un crónico fracaso.
La vinculación entre ambos fines fue, desde un inicio, fuertemente criticada, en tanto que la obtención de recursos de parte del Estado a partir de la industria, el comercio y el consumo de bebidas alcohólicas implicaba -a juicio de las organizaciones temperantes- lucrar con los vicios del pueblo, y peor aún, asegurar la existencia de los embriagantes antes que eliminarlos de una vez. Por otro lado, la vinculación legislativa entre cargas impositivas y medidas de combate directo al alcoholismo provocó que los debates se alargasen, no tanto por la discusión de las medidas destinadas a combatir el consumo inmoderado de embriagantes, sino por las posiciones difíciles de conciliar que existían sobre el impuesto, sus fuentes, montos y destino. Con habilidad, las distintas administraciones relacionaron explícitamente la imposición de tributos específicos al alcohol con medidas generales de prevención y represión del beber inmoderado, así como de protección a la vitivinicultura y fomento de la exportación, constituyendo cuerpos legales que más que leyes eran verdaderos códigos; el articulado impositivo se ligaba a medidas de corte policial, educativo y terapéutico.
Ello no impidió, sin embargo, que al interior del Parlamento se diesen largas batallas a favor o en contra de las propuestas de tributación, quedando de manifiesto el fuerte apoyo con que contaban las organizaciones de productores de vinos al interior de la corporación legislativa. Este apoyo se tradujo en que el impuesto a los vinos fuese aplicado de forma progresiva y tardía en relación a aquel que afectaba a los alcoholes destilados.
A estas alturas ya todos comprendemos que pese a que el alcohol, en cualquiera de sus vertientes, ocasiona problemas sociales, externa líderes negativas, no goza por parte del Estado del mismo trato que otros vicios, como las prostitutas, el tabaco y las drogas blandas no legales. El alcohol vive sus días pacíficamente como el más inocente de los vicios, pese a ser uno más de los bienes que ocasionan una deseconomía externa, por lo cual se considerado esencial utilizar un impuesto específico por sobre uno ad valorem para regularla. Lo anterior responde a la necesidad de que el daño generado sobre la sociedad producto del consumo de este bien, nace de las unidades consumidas y no de su precio.
Para simplificar la comprensión de lo anterior, basta con analizar el caso del consumo de alcohol. Este caso responde a uno donde los beneficios marginales (sociales y privados) son desiguales producto de la deseconomía, pero el costo marginal es el mismo para ambos. La función de demanda privada responde al bienestar que le significa al consumidor de alcohol cada gota adicional de alcohol. A partir de cierto nivel de consumo excesivo este beodo genera una deseconomía externa sobre la sociedad, ya sea por ejemplo, sobre sus familiares o vecinos (agresividad) o sociedad en general (accidentes producto de conducción en estado de ebriedad). La explicación para el gravamen reside entonces en que esta deseconomía se genera producto de la cantidad ingerida de gramos de alcohol puro o etanol por parte del consumidor. Justificando entonces como impuesto regulador, uno por cantidades específicas consumidas por sobre uno ad valorem. Para el caso del alcohol, por ejemplo, se grava los gramos de alcohol puro contenido en la bebida.
Así, si vamos al caso de los cigarrillos, la base debiera ser la cajetilla perfectamente definida en términos de unidades de cigarrillos, y en el contenido en tabaco. Cada cigarrillo fumado afecta por igual a los fumadores pasivos, por lo que debiera pagar también una tasa de impuesto independiente del valor del producto. La razón que justifica lo anterior es que la externalidad producida por los cigarrillos proviene de la cantidad consumida de tabaco, independiente del precio, con lo que prima un impuesto específico sobre el bien con externalidad, por sobre uno ad valorem. Más adelante realizaremos un análisis con mayor detalle para justificar esta clase de impuesto.
Es imperante destacar la presencia de enfermedades gravísimas para la salud de las personas, las cuales son producto del consumo del tabaco. Además del alto peligro de cáncer, tenemos apoplejías, psoriasis, ceguera, sorderas. El daño al cuerpo humano es integral. Esto afecta también la expectativa de vida.
Pero con la calidad de vida que tenemos, realmente s preocupante un acortamiento en la expectativa de vida? Estamos seguros que quieren aumentar un par de años nuestra existencia llevando una vida sana, sin fumar, beber ni parrillar, para encontrarnos largamente con una vida en la que nos espera una mierda de jubilación?!!!!!!
Otra cosa es el gasto público en tratamientos de enfermedades relacionadas al vicio. En el caso del tabaquismo, que es el que se lleva la peor publicidad, nos basaremos en el trabajo Carga Atribuible al Tabaquismo en Chile (Ministerio de Salud de Chile, 2014). En este se hace una simulación probabilística para cada individuo, en base a información obtenida de diversas bases de datos nacionales, que incorpora variables sobre las principales enfermedades relacionadas con el tabaquismo: enfermedades cardiacas, cerebrovasculares, entre otras. Los individuos son seguidos en cohortes hipotéticas, donde cada año del seguimiento se estima el riesgo de ocurrencia de cada enfermedad, de que se agrave la enfermedad, o bien de que muera, todo en base a sus circunstancias individuales. Un supuesto clave, es que los individuos que se han visto afectados por una enfermedad y han sobrevivido diez años a esta, se les asume el mismo riesgo de muerte al respecto que a quienes no. En base a lo anterior, se estima el costo que ofrece cada enfermedad para el sistema de salud público, y agregando cada caso, obtenemos la carga total para el Estado. De acuerdo a este trabajo, la suma asciende a $1.081.898.801.395 pesos chilenos del febrero del 2014. El mismo estudio muestra que tal suma representa un 75% de los costos públicos en salud asociados al tabaco. Este costo en salud es bastante alto, pues representa un 0,74% del PIB del año 2013 ajustado a los precios de febrero del 2014.
Ahora bien, si disminuye el consumo de tabaco, los costos en salud debieran bajar en el mediano plazo. De acuerdo a la iniciativa inglesa Smoke Free, después de 5 años cae a la mitad el riesgo de infartos cardiacos con respecto a un no fumador, y a los 10 años cae a la mitad el riesgo de cáncer con respecto a un no fumador (National Health Service). Los efectos en el corto plazo no guardan relación con las enfermedades identificadas en el informe Carga Atribuible al Tabaquismo en Chile.
Es común escuchar como contra argumento a un alza sobre el impuesto a los cigarrillos que disminuirá la recaudación tributaria. Esta afirmación es errónea entonces dado que el impuesto a los cigarrillos se fundamenta como uno que busca contraer la demanda, regulando el consumo hacia un punto óptimo. El hecho de que se generen ingresos para el Estado, dado que opera como todo impuesto, es un hecho secundario. Por otro lado, los costos asociados al consumo del cigarrillo superan con creces los ingresos que genera, con lo que de ninguna manera debe impedirse un alza tributaria, en caso de ser necesaria, bajo el argumento recaudación.
Nuestra Propuesta: Dejar de ser hipócritas y dejar de ser incautos.
Me parece que en el tipo de sociedad que tenemos, pretender vivir sano, dista mucho de la realidad, es más, si no fuera por el prozac, el ravotril, el alcohol, la cocaína, la marihuana, soportar la realidad sería imposible y nos obligaría a generar la racional y necesaria revuelta para cortarle la cabeza a unos cuantos Señores Feudales y dirigentes Sindicales.
Dejar de ser hipócritas involucra legalizar y recaudar inpuestos por todas las drogas y por todos los vicios y por todos aquellos aspectos del consumo nacional, tales como grasas saturadas, bebidas azucaradas, glutamatos, y procesos productivos contaminantes que acortan las expectativas de vida, conciliando el cuidado del cuerpo a través de impuestos prohibitivos y quitando el velo de la hipocresía legalizando conductas marginales y penalizadas, como ocurre con el el tráfico de drogas y la prostitución.
En el caso de la prostitución, hemos visto recientes artículos en que se plantea como primer escollo el de "definir de qué hablamos cuando hablamos de prostitución o, mejor, de qué no hablamos. No hablamos aquí de trata de personas con fines de explotación sexual, ni de esclavitud, ni de ejercicio forzado, ni de tráfico, o de inmigración. Vamos a hablar de prostitución definida como “prestación voluntaria y negociada de servicios sexuales remunerados” (Maqueda)."
Aunque algunos y algunas quieran creer que las prostitutas son víctimas de un sistema patriarcal, y sexista, ello puede obedecer a la falta de cercanía con esas "victimas". Quizá la victimización sea resultado también de una sociedad que insiste en ocultar un servicio que si estuviera protegido, no tendría víctimas, y pagaría impuestos que nos beneficiarían a todos y aseguraría sus mínimos derechos laborales entre mamada y mamada.
El año pasado en España, los inspectores fiscales levantaron una batahola exponiendo los millones de dólares que recaudaría el Estado si es que se reconociera y legalizaran la prostitución y las drogas blandas, en vex de gastar dinero de todos los contribuyentes en perseguir redes que financian en negro a los políticos y sus empresarios.
Nuestra propuesta finalmente se resume en lo siguiente: legalizarlo todo, establecer impuestos prohibitivos a los vicios, y no coartar sus publicidades ni aumentar el gasto en campañas inquisidoras carísimas y anodinas. Dejar de gastar en lucha contra el narcotrafico y que el Estado monopolice el mercado de las drogas.
En definitiva, que los vicios del calavera financien las jubilaciones a través de un sistema de reparto. Con ello fíjense ustedes quienes ganan. Precisamente los más sanos, los más longevos, los que tendrán la mejor expectativa de vida, y financiados por el resto, nosotros los calaveras, libres, felices, solidarios.