viernes, 7 de agosto de 2015

Historias para toser en invierno con música para la fiebre.

Estoy de pie, abrigado en un día frío en Santiago de Chile tomando mate frente al Ipad y su teclado. El pecho me arde un poco gracias al virus cincisial que en los adultos es una desagradable influenza. No voy a morir, fuertes dosis de vitamina C y un cúmulo de libros me esperan entre cancionaes de los animales de la granja con Susanita y su ratón. En un rato de lucidez escribo estas líneas para no perder la costumbre y compartir algunas experiencias de consumidor de historias.
Rodrigo Fresán me hizo dos tremendas recomendaciones que valen por tres: leer a Douglas Coupland, y a Mark Olivett Everett con sus "Cosas que los nietos deberían saber", escuchando al mismo tiempo los discos de su banda "Eeels", y resultó. Sus recomendaciones valieron absolutamente la pena. 
De Coupland cuesta encontrar material en español, ya encargué un par de libros a una tienda en España, y tengo otro tanto descargado desde internet, pues "Todas las familias son sicóticas" lo descargué de una red pirata de libros, y bien valió la pena el ciber crímen pues me dio gusto leer algo diferente, comparable a Pahlaniuk, y de momento me atrevo a decir, que superior en narrativa y tensión. La narrativa de Pahlaniuk me parece novedosa, con excelentes ideas, pero con una ejecución insatisfactoria, como un equipo de fútbol con un buen técnico y jugadores mediocres. La última novela de Coupland es de esas que Stanley Kubrick llamaría "optimistas", como lo hizo con "The Shining" de Stephen King, y que nos recuerdan con monstruosa e hilarante´acidez, la realidad de las relaciones paterno filiales en las llamadas familias "disfuncionales". Desde una mujer astronauta manca, hasta un siniestro empresario farmacéutico, se darán cita en estas páginas de moribundos y sidóticos esperpentos humanos, que bien podrían morir devorados por un caimán, como por las balas celosas del pater familia. No digo más para no restarles sorpresa porque hay reseñas que con el tal de enganchar, cuentan los momentos cruciales y matan el relato, como la reseña de la excelente "Prohibido" de Tabitha Suzuma (NO LEAN LA RESEÑA POR FAVOR).
Ya veremos como va la cosa con "Microsiervos" y "La vida después de Dios", ya les cuento de que van, que la vida no es sólo García Márquez y Bukowski.
El libro de Mark Oliver Everett, una autobiografía, por su parte cumple con las expectativas y te deja asombrado con la capacidad de resciliencia humana y la falta de quejas frente a los eventos negativos de su narrador, y es por eso precisamente lo acertado de su título. Al mismo tiempo me lancé a escuchar los discos de Eels, magníficos todos. 
Ya lo advertía Fresán: “música triste pero cálida, historias trágicas cantadas con una triunfante sonrisa vencida, melodías de cajita de música que se abre y se cierra igual que ciertos ataúdes que ya no volverán a abrirse y que, en llamas o bajo tierra, seguirán sonando en nuestra memoria.”
Escuchar esta música comprendiendo los distintos periodos en la vida de un hombre, es realmente una experiencia conmovedora: Electro-Schok Blues, desgarrador, Souljacker, fácilmente uno de los mejores discos de Rock de la Historia, Hombre Lobo, un placer de cabo a rabo y Live at Town, el concierto de cuerdas, reivindica totalmente la convicción del artista de preparar cada concierto de manera especial y apartada del disco original, porque la vida es así, con las mismas sorpresas que trae cada trabajo de Eels, porque en su filosofía, efectivamente la vida es demasiado corta para escuchar un solo tipo de música (“Si sólo te gusta un tipo de música, lo siento, pero la vida es demasiado corta. Cada disco que he sacado ha provocado una avalancha de cartas de fans cabreados porque no era lo que ellos esperaban. Si quieres lo que esperabas, ¿por qué no grabas tu propio disco, eh? Déjame a mí que haga el mío: probablemente no sea lo que esperabas.”)
He tenido suerte en este último periodo, tengo una mujer estupenda a mi lado que me ama y me alegra con solo mirarme con  sus ojazos verdes, un hijo de seis meses sorprendentemente despierto, bello y firme, y de momento una tranquilidad profesional que años atrás me parecía imposible, a ello le sumo que he escuchado buena música, y he escogido buenos libros, es algo que se parece bastante a eso que llaman "felicidad", cuando agrego un berlín frito y una taza de un buen café turco preparado con amor por una italiana.
Terminé de leer la "Historia de un Servidor" de Edward Limónov, y estimados, debo decir que valió la pena cada página y cada centavo del libro del escritor, político, poeta, guerrillero, aventurero, ruso al que le gustan los negrazos, al punto de que no logro comprender por qué, una obra sincera como ésta, no se merece los mismos galardones que la aburrida obra de Patrick Modiano. 
En música latinoamericana, recomiendo dos discos gigantes. Uno es "EnVivo Sala Master" de Los Kuervos del Sur, disco potente que ya refleja la verdadera calidad musical de esta "aún" desconocida  banda, con un rock latinoamericano más duro que el practicado por Los Jaivas, pero que no cae nunca en lo molesto, lo bestial, ni lo reiterativo, por lo que perfectamente puede ponerse de fondo en un viaje con la abuela sin que le de jacqueca. Sus guitarras suenan como verdaderos tributos cordilleranos, la voz es la de un Cacique que se resiste a morir, sin quejas, pero con dolor y perfecta dicción y un color de voz reconocible, único en su especie. La batería y el bajo acompañan esta potencia amerindia y la elevan al cielo ese que espera a clásicos como Deep Purple y  los Iron Buterfly, que es la influencia que se observa junto a los sonidos latinoamericanos, antes que Pearl Jam, como algunos podrían confundirse por la calidez vocal. Un verdadero rock. Con los años la lírica debiera mejorar, que es quizás el punto más flaco, pues la música arrasa con todo. Recomendable cien por cien. Desde hace un tiempo, una de mis bandas favoritas y lamento no ir al concierto de esta noche, pero una bronquitis me tiene con una pierna en la tumba.
En la onda más folclórica, el disco de colaboración entre Inti Illimani Histórico y Eva Ayllón, otro gigante, pero lejos de ser un descubrimiento, una acierto de los productores al juntar estos tremendos portentos de la musica chilena y peruana en una sola voz. Para comprender que somos un mismo pueblo y dejarse de pendejadas.
Entre lo que no recomiendo, ir al cine a ver Terminator Génesis, un asco de película. Parece la parodia de T I y II, con Arnold parafraseando "I´ll be back" entre risas y morisquetas, al punto que no se sabe si en realidad estaremos viendo una nueva versión de "Esto no es otra tonta película de Terminator". Por lejos la peor de todas, peor inclusive que esa con la Terminator rubita, que ahí al menos verle el culo a la mina salvaba la entrada. Esta ni eso. Terminator I era una película notable de ciencia fición y terror, que me hizo ver a mis padres frente al betamax realmente sobresaltados cada vez que el robot resurgía de la muerte cuando ya parecía que los buenos ganaban. La terminator II fue un festín de rock, ciencia ficción y acción, creando al temible T-1000, el que aun no han logrado superar en versatilidad. En serio, fúmese un cuete de marihuana y riegue el pasto de su casa, lo pasará mejor.

Tampoco recomiendo, en general, comprar ningún libro de Alfaguara a menos que alguien te lo deje muy bien recomendado, esto es, algún lector avezado, pues parece que ciertos talleres de producción literaria en Hispanoamérica, poseen un monopolio de generación de títulos, que está bien, es su " Cosa Nostra", pero los productos vienen siendo decepcionantes en general.
Especialmente defraudantes son los libros que se ganan los premios Alfaguara (a excepción de El Vuelo de la Reina de Tomás Eloy - Martinez, me cuesta encontrar algo bueno en ellos). 
El último libro, un verdadero bodrio, Carla Guelfenbein y Contigo en la Distancia, no me dio para terminarlo, tres cuartos y a vomitar, tanta cursilería, tanta fanfarronería, tanto mundo ajeno al común lector, tanto intento por parecer gran literatura, dan ganas de llorar a gritos, sorry Carlita, intentaré con otro título para no ser injusto. No hablo desde la impaciencia literaria, mira que soy de los que aun dan batalla con la aburridisima, cándida, repetitiva y sobrevalorada novela "La Conjura de los Necios" (aún libro de culto?) de Kennedy O´Toole, pero Contigo en la Distancia me derrotó, pese a que como he dicho, no soy de esos que abandonan libros, abandono relaciones, ensaladas, a veces hasta me abandono a mi mismo, pero trato por todos los medios de evitar abandonar libros, pues alguien invirtió su vida en ello y merecen algún respeto.
Pero no puedo ser tan duro con Alfaguara y su catálogo, porque ahí me encontré precisamente con uno de los libros más potentes, honestos y duros que he leído en mi vida (que ya me acerco peligrosamente a los cuarenta, así que no es poca lectura), se trata de "La Ley de la Ferocidad", de Pablo Ramos, autor argentino que al parecer también se dedica a la música y aún no tengo el placer de escuchar.
Si este libro se tuviera que leer en voz alta, la única voz autorizada sería la de Julio Sosa, cualquier otra voz, incluyendo a Cohen o Tom Waits, quedaría corta. Es una obra con un peso asfixiante, honesta y valiente en cada párrafo, bien escrita, rotunda, que va golpe a golpe tratando de recordar, a lo macho, el verdadero tejido de la relación entre los hombres, de padre a hijo y de hijo a padre. Mucho abandono del espíritu, que aquellos que lo hemos vivido de cerca, sabemos que esto no es un cuento, que de literario tiene bien poco, que es un documental del alma rota entre botellas de whisky, piernas de prostitutas, y sustancias intoxicantes. Un relato de ese camino feroz del abstemio rendido y reincidente, que se habla a si mismo en cada momento, con el demonio montado en la espalda. La narrativa posee encima, unas ácidas notas de humor, de esas que te dejan semi perplejo y que te obligan a cerrar el libro cada tanto para que no se agote tan rápido. Recién comienzo a conocer la obra de Pablo Ramos pero ya voy por el resto de sus novelas sin duda. Uno de esos libros que te sacan la envidia por las ganas que te dan de haberlos escrito tu mismo, desde esas mañanas infernales del dolor auto inflingido. Así de bueno, imaginen. Tengan un buen fin de semana, yo seguiré tosiendo por un rato más. Hasta la vista, Baby.

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