domingo, 9 de agosto de 2015

Cerdos infernales.

El infierno tiene un nuevo huésped. Ha muerto Manuel Contreras, el "Mamo", uno de los más malvados y crueles asesinos del régimen dictatorial de Pinochet, uno de los asesinos institucionales sin arrepentimiento. Se va uno, cuya penitencia en la tierra queda insoluta, debía cumplir más de 500 años de prisión, en una cárcel extremadamente "civilizada", siendo indulgentes, porque en Chile, donde las instituciones funcionan, se construyeron cárceles especiales para los militares condenados por crímenes de lesa humanidad, mientras que por otro lado, los crimínales comunes, poblacionales, hijos del lumpen que engendra la pobreza, corrientes y vulgares hijos de ladrón, se pudren en las universidades infernales del delito de nuestro precario sistema penitenciario. 


Otra deuda de la democracia, los políticos, los legisladores y los pusilánimes jueces que sólo se envalentonaron a juzgar a los criminales cuando su propio pellejo no corría ya ningún riesgo, sino que encima, les auguraba un ascenso parafernálico como jueces justicieros. Puaj!!
Los familiares de las víctimas de DDHH, celebraron la muerte del abyecto criminal, en un trance medio extraño, en un estado de esos en que convergen la impotencia frente a la impunidad que significó el trato con guante blanco que se dio a estos delincuentes que atentaron contra sus seres queridos, y una resignada celebración odiosa, de esas que más molestan el alma con malditos rencores que se quedan esperando que el infierno exista para que les haga pagar en sus entrañas, con trabajos forzados y latigazos del férreo Belcebú, por toda la eternidad, por los crímenes cometidos y tan compasivamente castigados en la tierra. Tres ave maría, un padre nuestro y te absuelve Karadima, a cambio de un lollypop.
Para nadie es una novedad, que el tratamiento a la investigación de los crímenes de lesa humanidad cometidos en la más reciente dictadura chilena, ha tenido las mismas características que su transición a la democracia, con mucho tranzar, con mucho negociar, con justicia en la medida de lo posible, con militares encerrados en cárceles especiales, y lacónicas indemnizaciones civiles para las víctimas, que difícilmente pueden tener la aptitud de disuadir al Estado y sus autoridades, de que la violencia política no se justifica jamás, y de que esto realmente, no se puede repetir.
Hay demasiados temas pendientes, pese a los miles de violaciones a los derechos humanos, los condenados por crímenes de lesa humanidad no llegan ni a 70 reclusos en prisiones que más parecen cuarteles. Todos son militares, viejos y convencidos de que actuaron por el bien de la patria, librándonos del cáncer marxista. Pareciera que en un momento de la historia, nuestros militares se volvieron locos de un rato para otro, y salieron férvidos a las calles a matar compatriotas y a despojar al país de sus riquezas para enriquecerse ellos mismos. Esa sería una visión muy reducida de los hechos. Alguien le soltó la correa a los perros, evidentemente, y otros se enriquecieron cómodamente en sus escritorios, mientras los militares hacían la pega sucia que más tarde les llevaría, según su individual mala suerte, al encierro.
Con mala suerte digo, pues ha sido muy poco el avance en materia de verdad y justicia, existiendo información reservada y más interrogantes que respuestas, inclusive en temas inconcebibles, como los crímenes a niños que se mantienen impunes hasta el día de hoy, y que recordamos a propósito de los crímenes de "General" Mamo Contreras, quien inclusive mató de mano propia a un niño alemán de la Colonia Dignidad, de un disparo en la cabeza cuando andaba de cacería de jabalíes en 1988, siendo ocultado el crimen por los jerarcas alemanes. Mamita era un intocable de esos por los cuales se podía acabar el Estado de Derecho.
Gonzalo Taborga, presidente de la Comisión Chilena de Derechos Humanos, destacó que la violencia contra menores es un tema pendiente, en contraste a la dictadura en Argentina, con organizaciones dedicadas a buscar la verdad sobre menores detenidos, o nacidos de militantes en cautiverio.
“Ha tenido un desarrollo muy diferente a Argentina. Acá las organizaciones no han tenido de parte de las autoridades, el respaldo que hubiesen querido, y que ameritaba”.
A propósito de la impunidad que vuelve a instalarse tras tantos años de "reconciliación", "transición", "mesas de diálogo" y "Comisiones", algunos plantean que únicamente ha muerto el cerdo, y nos recuerdan el viejo refrán popular que reza que "la culpa no es del cerdo, sino de quien le da el afrecho". 

Creo que en esto están siendo muy injustos con los cerdos, magníficos animales que no debieran compararse en lo más mínimo con monstruos como Contreras, aunque sí es claro que los que daban el afrecho, los que hacían sonar cacerolas, que le tiraban maíz a los militares y los que lucraron con la locura sangrienta de la dictadura, tienen aun mucho de lo que responder, por la sangre que quieran o no les salpicó, como por los billetes gordos en las bóvedas de sus bancos.


En "El Mapa y el Territorio", Michel Houellebecq nos decía: "Verá, creo que no debería estar permitido que los hombres maten cerdos. Le he dicho la mala opinión que tengo de las ovejas; y me reafirmo en ella. Me parece que la misma vaca (...) está sobrevalorada. Pero el cerdo es un animal admirable, inteligente, sensible, capaz de un afecto sincero y exclusivo por su dueño. Y tiene una inteligencia realmente sorprendente, ni siquiera se conocen sus límites. ¿Sabe que han podido enseñarle a dominar las operaciones simples? Bueno, por lo menos la suma, y creo que también la resta en algunos ejemplares muy dotados. ¿El hombre tiene derecho a sacrificar a un animal capaz de aprender las bases de la aritmética? Creo que no, francamente.”
Más adelante en la novela en que se representa a si mismo en tercera persona, Houellebecq reincidirá comiendo encurtidos, pero la reflexión anterior sigue siendo valida. Seas animalista o no, ya bien adores el tocino tanto como yo. 
No sólo es sabroso el cerdo, es realmente magnífico y no puedo llegar a compararlo con el responsable de tantas víctimas en las operaciones Cóndor y Colombo, el asesinato del canciller Orlando Letelier y del ex general Carlos Prats; la muerte y desaparición del sacerdote español Antonio Llidó Mengual, del líder socialista Víctor Olea Alegría y del mirista Miguel Ángel Sandoval, entre otras causas en que su nombre fue una condena fatal.
El informe sicológico presentencial que le hizo Gendarmería en 1995, en el marco de la investigación por homicidio, da cuenta que se trataba de alguien con tendencia a la “frialdad afectiva”.
“La afectividad impresiona coartada por un sobrecontrol racional de los impulsos, emociones y sentimientos, apareciendo una capacidad empática disminuida y una tendencia al egocentrismo; de esta forma, pone sus propios intereses por sobre los de los demás. Concordante con el sobrecontrol de las emociones, se percibe represión de ansiedad y sentimiento de culpa, los que no son asumidos conscientemente traspasando la responsabilidad a otros (…) No se aprecia conciencia del delito”, dice el documento. 
Pese a que el bueno de Mamito se fue al horno crematorio, que ahí lo metió su familia para no sepultarlo y evitar que el pueblo bailase sobre su tumba, negando todas las violaciones a los derechos humanos, afirmando que no participó de torturas, que no arrojaron cuerpos al mar porque la DINA no tenían aviones, que era bueno y blanco como una paloma, era el responsable de ese órgano infernal, y aunque lo niegue, hay víctimas que tienen un claro recuerdo de sus intervenciones, como es el caso del testimonio de Nieves Ayress Moreno, algunas de sus declaraciones estremecedoras transcribo para comprender con horror el tipo de mentes con las que estamos tratando:
"De nuestra casa me llevaron al centro de torturas en la calle Londres, donde permanecí alrededor de dos semanas en una celda, sola e incomunicada. Aquí fui torturada brutalmente. Los métodos de tortura incluían golpes, y choques eléctricos a todas las partes más sensibles del cuerpo, como los senos, los ojos, el ano, la vagina, la nariz, los oídos, y los dedos. También usaban un método de tortura que se llamaba "Pavo de Arara", en el cual me amarraban los pies y los brazos, me colgaban cabeza abajo, y me aplicaban choque eléctrico al ano.
Fui torturada en la presencia de mi padre y hermano, y una vez me forzaron a intentar el acto sexual con mi padre y hermano. Me forzaban a presenciar las torturas de mi padre, de mi hermano, y de otros conocidos que estaban presos. Varias veces en el baño me violaron.
Una vez fui torturada directamente por Manuel Contreras, a quien lo pude divisar porque la venda que cubría mis ojos estaba floja. Después lo reconocí en fotos. El me torturó con otra mujer, una alemana que estaba presa y quien a veces la torturaban conmigo porque pensaban que nos parecíamos y que quizás éramos hermanas.Ella era la ex-mujer de Bautista Van Schown. Contreras daba órdenes y supervisaba, pero también participaba directamente en las torturas. En esta sesión, él me golpeó, me dio cachetazos, y me insultó".
¿Alguien tiene ganas aun de compararlo con el delicioso y magnifico cerdo?
La mala fama del cerdo, que admite que a los malditos se les imponga ese apelativo, tiene una raigambre histórica y religiosa bastante extraña.
El inglés Christopher Hitchens nos plantea que la mala imagen a nivel religioso que posee el cerdo vendría a ser el fetichismo más antiguo, apareciendo en la primitiva Judea y observable también en el Corán, que califica la carne de cerdo de impura o incluso de «abominable».
Marvin Harris en uno de sus textos lo explica de manera muy didáctica de este modo:
“La mitad del enigma que concierne a la porcofobia es bien conocida para judíos, musulmanes y cristianos. El dios de los antiguos hebreos hizo todo lo posible (una vez en el Libro del Génesis y otra en el Levítico) para denunciar al cerdo como ser impuro, como bestia que contamina a quien lo prueba o toca. Unos 1500 años más tarde, Alá dijo a su profeta Mahoma que el estatus del cerdo tenía que ser el mismo para los seguidores del Islam. El cerdo sigue siendo una abominación para millones de judíos y cientos de millones de musulmanes, pese al hecho de que puede transformar granos y tubérculos en proteínas y grasas de alta calidad de una manera más eficiente que otros animales.
El público conoce menos las tradiciones de los amantes fanáticos de los cerdos. El centro mundial del amor a los cerdos se localiza en Nueva Guinea y en las islas Melanesias del Sur del Pacífico. Para las tribus horticultoras de esta región que residen en aldeas, los cerdos son animales sagrados que se sacrifican a los antepasados y se comen en ocasiones importantes, como bodas y funerales. En muchas tribus se deben sacrificar cerdos para declarar la guerra y hacer la paz. La gente de la tribu cree que sus antepasados difuntos ansían la carne de cerdo. El hambre de carne de cerdo es tan irresistible entre los vivos y los muertos que de vez en cuando se organizan festines grandiosos y se comen casi todos los cerdos de la tribu de una sola vez. Durante varios días seguidos, los aldeanos y sus huéspedes engullen grandes cantidades de carne de cerdo, vomitando lo que no pueden digerir para volver a ingerir más.
Cuando todo ha finalizado, la piara de cerdos ha quedado tan mermada que se necesitan años de rigurosa frugalidad para recomponerla. Tan pronto como se ha logrado esto se realizan los preparativos para una nueva y pantagruélica orgía. Y así vuelve a comenzar el extraño ciclo causado por la aparente mala administración.”

Los judíos parecen excluir al delicioso puerco de su dieta por razones sanitarias que fueron constatadas para regocijo de la sabiduría de Maimónides, con el descubrimiento de la triquinosis en el siglo XIX, por comer carne de cerdo poco cocida, lo que debiera permitirles en todo caso a los judíos comer cerdo bien cocido, sin ofender a Yahve. Asimismo, bajo ese concepto, siendo el puerco un vector de enfermedades humanas, es curioso que musulmanes y judíos no presenten igual restricción frente a otros animales en la misma situación, como ocurre con la carne de vaca poco cocida (carpaccio de res), que es fuente de parásitos, en especial tenias, que pueden crecer hasta una longitud de 16 a 20 pies dentro de los intestinos del hombre, producen una anemia grave y reducen la resistencia a otras enfermedades infecciosas 
El ántrax, por otro lado, es una enfermedad que transmite el ganado vacuno, ovejas, cabras, caballos y mulas, pero no los cerdos. A diferencia de la triquinosis que rara vez tiene consecuencias funestas y que ni siquiera produce síntomas en la mayor parte de los individuos afectados, el ántrax experimenta a menudo un desarrollo rápido que empieza con furúnculos en el cuerpo y produce la muerte por envenenamiento de la sangre.”
Sea que se ame o se odie, por razones religiosas al cerdo, lo que es un dato científico es que los puercos son tanto o más parecidos a los seres humanos que los monos, y sujetos como Manuel Contreras, en cambio, no parecen serlo. No, en absoluto, y no conozco cerdos que hayan hecho la mitad de las chanchadas que don Mamo, que en la parrilla del infierno descansa finalmente.
Estudios sobre el genoma humano revelaron grandes semejanzas del cerdo con el hombre. Los científicos compararon el genoma del cerdo doméstico (Sus scrofa domesticus), que se encuentra normalmente en las granjas, con el de 10 razas de jabalíes presentes en Europa y Asia. También compararon su genoma con el del hombre, el ratón, el perro, el caballo y la vaca.
El cerdo y su primo el jabalí comparten muchos puntos comunes con los humanos: saben adaptarse, colonizan territorios y dañan a menudo su propio hábitat; se dejan domesticar, pero vuelven a la vida salvaje cuando las condiciones son propicias.
El cerdo también está cercano al hombre desde el punto de vista anatómico y fisiológico, y ya ha sido utilizado para curar a los humanos, vía cirugía cardiaca (válvulas aórticas) como la que usa mi viejo, y producción de heparina (anticoagulante). Esta proximidad lo convierte también en un buen candidato para el trasplante de órganos.
Hitchens nos recuerda que “En "La jungla", la novela gráfica de Upton Sinclair sobre la actividad del matadero de Chicago, resulta angustioso leer cómo se cuelga a los cerdos de unos ganchos desde donde chillan cuando se les corta el pescuezo. Hasta los nervios de los trabajadores más acostumbrados a ello resultan afectados por la experiencia. Esos chillidos tienen algo…”
Algo aterradoramente humano, como el aroma de la celebración de las victorias en las batallas en Isla de Pascua y Nueva Guinea al disfrutar del chancho largo, no en vano se dice que los bomberos que han sacado restos de víctimas de incendios, jamás vuelven a comer cerdo asado.
Algún grado de sofisticación antropofágica debe haber en quienes disfrutamos del grasoso puerco. Mi predilección, los porotos puercos (utilizo porotos negros, pulpa asada picada, espinacas, merkén, zapallo y fetuccines, sofrío la pulpa con o mero fresco, ajo, merkén, cebolla y manteca, agrego la pulpa y caliento semitapada hasta que cuaje espesa la grasa y la vierto sobre los porotos, arrojo la espinaca y espero que se disuelva el zapallo para arrojar los fetuccines, sal a gusto)


La relación entre el cerdo y la represión ha sido históricamente estrecha, quizás por eso el "Chancho" que recibió el afrecho encarna tan bien a Contreras y a los militares más salvajes de la tiranía, alimentados por impunes civiles que les cantaban seductivamente al oído, que ellos eran sus "hombres valientes soldados",  y por ello hasta hoy gozan de los privilegios que les regaló la dictadura a costa del sufrimiento ajeno, de víctimas y mas tarde, de sus verdugos victimarios con mala suerte.

Esa relación parasitaria, triquinosa entre militares y civiles colaboracionistas, se resolvió para los primeros como una paila de jamón con huevos, siendo ellos, el puerco que puso el jamón, (insisto con el perdón de los primos porcinos), mientras los "amigos de los libertadores de la patria" invirtieron unas pocas chauchas en comprar huevos de segunda selección.

Como hemos visto, la historia nos enseña muchas cosas, entre ellas que "la porcofilia también puede utilizarse para fines opresores y represivos" como bien advierte Hitchens: "En la España medieval, donde se obligaba a los judíos y musulmanes a convertirse al cristianismo so pena de tormento y muerte, las autoridades religiosas sospechaban con bastante razón que muchas de las conversiones no eran sinceras. De hecho, la Inquisición nació en parte del santo pavor de que asistieran falsos fieles a misa, donde, por supuesto, e incluso con más asco aún, fingían comer y beber carne y sangre humana en la persona del propio Cristo. Entre las costumbres que nacieron como consecuencia de ello se encontraba la de ofrecer, tanto en los acontecimientos más formales como en los informales, una bandeja con productos de charcutería. Quienes han tenido la suerte de visitar España, o algún buen restaurante español, estarán familiarizados con este gesto de hospitalidad: literalmente, decenas de piezas de cerdo curado de diferente modo y cortado en lonchas de distinta forma. Pero el lúgubre origen de esta costumbre reside en la lucha permanente por descubrir la herejía y de mantenerse atento sin pausa a las delatoras manifestaciones de repugnancia. En las manos de los primeros fanáticos cristianos, hasta al apetecible jamón ibérico podía ser llamado a ejercer como una modalidad de tortura" (Pasaje de: Hitchens, Christopher. “Dios no es bueno.”).


Como ven, la culpa nunca es del puerco. Quizás ya viene siendo hora de que respondan aquellos que con su manteca, dan limosna en las iglesias, imponen su moral a los desgraciados y que en definitiva se quedaron con casi todo, por muy poco afrecho. 
Además de todo, el chancho quedó mal pelado. Oinc.











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