Pero ya está, ya es así, "porque la vida es ahora" me repite desde el bolsillo mi MasterCard black al ritmo de Jingle Bells, mismo concepto que imagino llevó a Macri a pedir préstamos en la banca internacional para volver a endeudar a nuestra querida Argentina que ya había mandado al carajo a su deuda externa. Extraño mundo.
No crean que esta es una nota pesimista o apestosa anti Navidad, que ojo, yo adoro la Navidad, me encanta recibir regalos y me encanta regalar, en eso no he dejado de ser un niño pese a todo. Pese a los divorcios, las porciones conyugales, las condenas penales y las cuentas que olvidé pagar como si de fondos buitres se tratara, pese a que ya comprendí que las guerras no se hacen por motivos patrióticos ni por discrepancias ideológicas o discordancia entre dioses vengativos, sino que para vender armas o acaparar recursos naturales, sigo siendo un niño.
Pese a que ya comprendí que la democracia es un invento griego que se utiliza para pacificar a los vencidos, y que las leyes penales se le aplican a los pobres y a los negros con implacable ferocidad, sigo creyendo.
Pese a que llegué tarde al reparto de la torta y comprendí que entre el dinero y el poder se murió la verdad de la lucha política, sigo con esperanza.
Pese a mientras escribo esto, sé que mueren de miseria familias completas y que al mismo tiempo un respetable señor en alguna parte, sin trabajar un solo día, se enriquece al ritmo correcaminos y enfermizo del bip bip de las cajas registradoras, las autopistas y las clínicas, sigo enamorado de la vida.
Pese a todo eso y tantas otras cosas por las que Enrique Santos Discépolo gritó en el papel del tango que el mundo fue y será una porquería y que el que no llora no mama y el que no afana es un gil, yo sigo siendo un niño en cada Navidad, y creo en Santa Claus, ese gordo grandote sonrosado y dipsómano que reparte regalos a los niños del mundo sin toquetearlos en la misa. Ese gordo hijo de puta del polo Norte que con su macabro sentido del humor, le enseña la austeridad y el sentido de justicia al humilde que comprende que los suyos lo dan todo, regalan lo que tienen con amor y sacrificio, mientras que al rico inmoderado y grosero lo mantiene feliz con los negros carbones de la ignorancia de la dicha que significa tener, tener, tener y querer más y más sin nunca compartir.
Feliz Navidad para todos, amigos míos, excepto para los engendros malignos del 1% del mundo, muchos de los cuales son mega millonarios chilenos que se robaron las empresas estatales, el cobre y las merluzas, que creen que quitándonos todo, nos dejarían sin nada.
Error.
Nos tenemos a nosotros. Jojojo. Es más que suficiente al menos en noche buena.
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