jueves, 24 de diciembre de 2015

Felices Navidades

La gente termina por correr en el poco tiempo que queda para cumplir con su regalo, porque eso es la Navidad en estos días: gente corriendo con las nalgas sudorosas bajo el sol, con cara de fastidio porque entre el trabajo y el cierre del comercio se pueden perder "el regalo prometido". 
Pero ya está, ya es así, "porque la vida es ahora" me repite desde el bolsillo mi MasterCard black al ritmo de Jingle Bells, mismo concepto que imagino llevó a Macri a pedir préstamos en la banca internacional para volver a endeudar a nuestra querida Argentina que ya había mandado al carajo a su deuda externa. Extraño mundo. 
No crean que esta es una nota pesimista o apestosa anti Navidad, que ojo, yo adoro la Navidad, me encanta recibir regalos y me encanta regalar, en eso no he dejado de ser un niño pese a todo. Pese a los divorcios, las porciones conyugales, las condenas penales y las cuentas que olvidé pagar como si de fondos buitres se tratara, pese a que ya comprendí que las guerras no se hacen por motivos patrióticos ni por discrepancias ideológicas o discordancia entre dioses vengativos, sino que para vender armas o acaparar recursos naturales, sigo siendo un niño.
Pese a que ya comprendí que la democracia es un invento griego que se utiliza para pacificar a los vencidos, y que las leyes penales se le aplican a los pobres y a los negros con implacable ferocidad, sigo creyendo. 
Pese a que llegué tarde al reparto de la torta y comprendí que entre el dinero y el poder se murió la verdad de la lucha política, sigo con esperanza.
Pese a mientras escribo esto, sé que mueren de miseria familias completas y que al mismo tiempo un respetable señor en alguna parte, sin trabajar un solo día, se enriquece al ritmo correcaminos y enfermizo del bip bip de las cajas registradoras, las autopistas y las clínicas, sigo enamorado de la vida.
Pese a todo eso y tantas otras cosas por las que Enrique Santos Discépolo gritó en el papel del tango que el mundo fue y será una porquería y que el que no llora no mama y el que no afana es un gil, yo sigo siendo un niño en cada Navidad, y creo en Santa Claus, ese gordo grandote sonrosado y dipsómano que reparte regalos a los niños del mundo sin toquetearlos en la misa. Ese gordo hijo de puta del polo Norte que con su macabro sentido del humor, le enseña la austeridad y el sentido de justicia al humilde que comprende que los suyos lo dan todo, regalan lo que tienen con amor y sacrificio, mientras que al rico inmoderado y grosero lo mantiene feliz con los negros carbones de la ignorancia de la dicha que significa tener, tener, tener y querer más y más sin nunca compartir.
Feliz Navidad para todos, amigos míos, excepto para los engendros malignos del 1% del mundo, muchos de los cuales son mega millonarios chilenos que se robaron las empresas estatales, el cobre y las merluzas, que creen que quitándonos todo, nos dejarían sin nada. 
Error.
Nos tenemos a nosotros. Jojojo. Es más que suficiente al menos en noche buena.


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