El hijo del jefe, no se manguereaba con nosotros, pues tenía una piscina plástica cuadrada de 50 centímetros de profundidad en el patio, a la que solamente invitaba al Ratón Gringo, que era el único cabro chico rubio de la pobla (por eso lo de gringo y por eso también invitado por la mamá del hijo del jefe).
Al cabo que ni queríamos, para eso estaba el campamento de Rocas Negras al que nos llevaba mi viejo a pasar el verano, entre viejas gordas con rayfilter comiendo sandia, y sus maridos, obreros de la construcción de franco, con menos perlas en la boca de las que corresponde, comiendo choripanes y tomando melón con vino, hasta la apnea.
A veces caminábamos, con nuestros viejos por horas para llegar a comprar un helado en un kiosco en Bahía Inglesa, donde veraneaban los más cuicos de Copia, y que tenían sus flamantes casas de verano con vista a las aguas turquesas de la playa de conchuela, icono del turismo regional. No teníamos idea que, pese a que eran tan cuicos, se habían tomado esos terrenos y los trataban de regularizar con algún pituto por ahí, y que en otros casos, les fueron derechamente vendidos por el gobierno del Abuelito Malo y sus alcaldes, a muy módicos precios, al punto que hay un senador que es dueño de un pueblito entero, donde se avistan hermosas ballenas.
A nosotros nos bastaba con nuestra carpita de nylon y esos 10 días en rocas negras. Pensar en una casa en la playa era algo soñado y reservado sólo para los viejos platudos. Mis viejos apenas podían con la casa en que vivíamos en Copiarock, una casa modesta pero digna, que los convirtió orgullosamente, en históricos deudores habitacionales.
El otro día vi en las noticias, que un concejal de Caldera, de derechas y con apellido de bicicleta, reclamaba por las tomas del borde costero en su puerto. Caldera está champa de tomas, es cierto, hay unos patudos con lanchas estacionadas afuera de la "mejora" y otros que simplemente cercan y venden terrenos con Cabañas, para clientes lo suficientemente ingenuos que les compran.
Mala leche sin dudas, pero también existe una masa enorme de gente muy humilde, que paga en cuotas la cabaña que instaló para veranear, pues es lo máximo a que pueden aspirar, no veranean en Las Tacas, ni tienen para un viaje al Caribe por Faladeuda. Lo único que tienen son deudas, trabajos infames, gastos en educación, hijas adolescentes embarazadas, maridos borrachines, violencia doméstica y una ciudad donde viven todo el año, colapsada por los tacos infernales, la locomoción y los arriendos más usureros y desquiciados del Norte chico, el agua potable más venenosa del país, sumado a la asquerosa polución, favor de Enami y los cerros con relave minero, que alimentan los pulmones de todos los hijos de Pedro León Gallo.
Esta también la Alcaldesa de Caldera, una negrita sonriente del mismo partido del concejal sapo con apellido de bicicleta. Fue esta morenaza, en el paroxismo de la defensa del borde costero, quien ordenó desalojar las playas, de todos los pelientos tujosos que las infestaban. Fue ella también, quien decidió no reclamar contra las licitaciones para instalar termoeléctricas en la comuna, la misma que ordenó clausurar y demoler el Centro Turístico de Playa La Virgen, tras negarle las patentes y los permisos de construcción, a pedido de los que se autodenominan los verdaderos dueños de Puerto Viejo y sus alrededores.
Sin embargo, calleuque el loro, la alcaldesa también tenía su casita en la playa, sin permisos de construcción y en un terreno fiscal, para más cacha.
Tan preocupada estaba de cumplir con las exigencias de sus aliados políticos y de los señores feudales que se creen dueños de las playas, que se olvidó que ella, al igual que los niños del Bronx, y los niños pobres de Copiapó que ya crecimos, queríamos dejar de veranear al amparo del grifo en verano, y que soñamos con despertar una mañana, cobijados por una casita, escuchando el mar y abrazados por el mismo sol que a todos, ricos y pobres, propietarios y proletarios, nos pone la piel morena, aunque sólo sea por un rato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario